La Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires aprobó un proyecto presentado por el fallecido Elvio Vitali por el cual se crea el Régimen de Reconocimiento a la Actividad Literaria de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Es ésta una gran noticia para escritoras y escritores pues así se evitará que algunas personas que consagran su vida a la creación literaria la terminen en la indigencia y la desprotección, como ha sucedido demasiadas veces. Los beneficiarios de este Régimen recibirán un subsidio mensual, vitalicio, no contributivo, y para otorgarle una movilidad que no lo devalúe por la inflación se lo equipara al nivel SA0l de la administración municipal. Es decir que cuando aumenten los sueldos también aumentará el subsidio.
Este logro se consiguió, principalmente, por la vigorosa acción de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA), meritoria organización de perfil gremial fundada para beneficiar y proteger a escritoras y escritores.
Soy un convencido de que quienes escribimos hoy padecemos la herencia de que hasta no hace mucho, salvo excepciones como los nucleados en el grupo Boedo y otros similares, los escritores eran aristócratas de excelente pasar económico que escribían, algunos de ellos, con innegable talento, a favor de su mucho tiempo libre, de la capacidad de viajar por el mundo y empaparse de las corrientes literarias en boga y del prestigio social que confería dicha vocación: Bioy Casares, Güiraldes, Mallea, Ocampo, Borges, Lynch, Bullrich, Mujica Lainez, apellidos todos de la más rancia “high society”. Eso transmitió la imagen de que los escritores están a salvo de penurias económicas y que lo de escribir es un don de elites. Ello hizo que otros, recuerdo el caso de Bernardo Kordon, las sufrieran sin que nadie acudiera en su ayuda.
En los fundamentos de la ley puede leerse que los escritores “por no tener una relación de dependencia laboral clara carecen de beneficios jubilatorios y de servicios sociales que les brinden cobertura médica”. También una confesión dolorosa: “Muchos escritores se hallan en situaciones de indigencia al punto de que muchos de ellos, conocidos por la importancia de su obras, se vieron necesitados de solicitar por intermedio de la SEA una caja de alimentos que retiran puntualmente para paliar así su precaria situación”.
Para obtener el subsidio que fija la ley, el interesado debe ser natural o tener residencia permanente en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, tener una edad mínima de sesenta años y acreditar una trayectoria pública constante en la creación literaria no inferior a diez años o haber publicado cinco libros debidamente registrados.
El beneficio acordado no podrá concederse cuando el escritor gozare de cualquier tipo de subsidio, premio literario, jubilación, pensión graciable o retiro civil o militar. En caso de que alguno de estos beneficios sea menor al monto que fija esta ley, se le abonará la diferencia.
Para garantizar el buen cumplimiento, se crea un Comité de Evaluación que decidirá la inclusión o exclusión de los solicitantes al beneficio. Estos subsidios se financiarán con un porcentaje del presupuesto total de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Es de resaltar la excelente predisposición del ministro de Cultura Hernán Lombardi, quien, a pesar de que esta ley significará un mordisco a su presupuesto anual, razón por la cual se temió un veto, se mostró muy satisfecho por la iniciativa, la refrendó y no pretendió sacar rédito político de la misma. También quiero destacar la labor de la Comisión de Cultura, en especial su presidenta, Inés Urdapilleta.
Es evidente que la aprobación de esta ley será un estímulo para que artistas plásticos, teatristas, cinematografistas, etc., presenten sus propios proyectos de ley que, por otra parte, la SEA, acaudillada por su incansable presidenta, la escritora Graciela Aráoz, y su secretario, Eduardo Mileo, se propone llevarla a todo el ámbito nacional habiendo presentado el correspondiente proyecto en la Cámara de Diputados.
*Escritor y ensayista.