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aleteo

Allá arriba, un jardín

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Puedo decir de ella que fue amable y y tranquila. Discreta también y buena lectora. Y que fuimos amigas. No amigas amigas, de ésas a las que una llama por teléfono aunque sean las dos de la mañana y sobre todo si son las dos de la mañana y una da vueltas en la cama sin poder dormirse, porque es imprescindible contarle lo que nos pasa. Y, no. Entre otras cosas porque siempre vivimos lejos, yo acá en Rosario y ella en Buenos Aires. Pero sí puedo agregar que en muchos temas teníamos de-sacuerdos bastante profundos y en otras nos encontrábamos hasta usando las mismas palabras. También puedo decir que voy a notar su falta cuando tenga dudas acerca de lo que escribo acá, por ejemplo, o para otro diario o revista o eso que se llama medios. Y que cuando vaya a Buenos Aires, yo, no voy a llamar porque no habrá nadie del otro lado. Y que lo siento mucho, de veras mucho. Y que cuando pase por esa calle ya no le diré a quien me acompaña ¿ves?, acá vive María Esther y tiene un jardín en la terraza. Y sí, ya no porque se fue de la vida, totalmente de la suya y un poco de la mía. Espero que, como espero de mi propia partida, haya sido rápido y sin dolor. Y que si hay un Allá Arriba la sienten en una nube confortable, le lleven néctar y ambrosía, digo, para ponerme ecuménica, y la dejen soñar con las palabras. Claro, una siente esto y lo otro y lo de más allá y en cada caso algo que fue particular y privativo de esa relación. En este caso, el lenguaje. Las palabras, eso que nos hizo lo que somos. Y bien, entonces, aquí nos quedamos hasta el fin de la historia de cada uno, guardando el recuerdo de quienes ya no están y recuperando de a poco la sonrisa cuando nombramos a quienes ya no. Queda la sensación de que cada quien tiene un deber que cumplir para con los que ya se fueron. Cabe la pregunta ¿qué? y la otra, ¿cómo? Ahora, en este renglón que trae el aleteo de lo dicho y de lo escrito, podré, quizás, decir que aquellas palabras que cambiamos en la voz o por escrito, llevaban ya el mensaje: la memoria.