Amistad es una palabra sagrada que en los últimos días se infiltró de golpe en los discursos justificatorios de la politiquería doméstica. Una primera lectura superficial podría llevarnos a una conclusión equivocada: creer que un valor ético irreprochable como la amistad podría fortalecer la transparencia de algunos manejos no del todo claros. Error: la palabra amistad fue utilizada con demasiada liviandad en algunos casos y casi como coartada en otros. Pruebas al canto:
– A Cristóbal lo descubrió su amigo. Es una maniobra escandalosa que por ahora no escandaliza a la mayoría de la sociedad que prefiere mirar para el lado del crecimiento económico y hacer uso y abuso de su capacidad de consumo. Pero un par de días antes de irse del gobierno, Néstor Kirchner renovó hasta el año 2032 la licencia para que su amigo Cristóbal López siga explotando ese manantial de dinero que son las maquinitas tragamonedas en los casinos. Lo “obligó” a colocar un 50% más de esos aparatos y en un abrir y cerrar de ojos triplicó el valor de la empresa del patagónico. De López, por supuesto. Esos son amigos. No se fijan en gastos. Encima, el decreto correspondiente se publicó el 31 de diciembre cuando –como todo el mundo sabe– la opinión pública está muy atenta al boletín oficial. En el 2032 Néstor tendrá 82 años pero leí un chiste muy bueno que dice que por ese entonces gobernará Máximo Kirchner que tendrá 55. Esas son amistades duraderas. Esos son amigos de oro.
– A Caputo lo bajó su conciencia. Horacio Rodríguez Larreta ratificó una y otra vez que no había incompatibilidad para que el poderoso empresario de la construcción Nicolás Caputo fuera su asesor ad honorem. Y tal vez la fría letra de la ley lo certificaba. Pero desde la política no era una buena señal que el mejor y mas íntimo amigo de Mauricio Macri estuviera de los dos lados del mostrador. Por las mañanas, del lado del gobierno y por las tardes, como proveedor de obras públicas muy importantes con valores cercanos a los 100 millones. ¿Con qué tranquilidad y detallismo iban a controlar esas obras los que por la mañana compartían las reuniones de gabinete con Caputo? Fue tan clara esa contradicción de intereses que Caputo tomó una decisión acertada: renunció.
– A los guapos de Boca no los para nadie. El doctor Marcelo Rochetti fue designado jefe de la seguridad de todos los diputados de la Ciudad y de su ámbito de trabajo. Diego Santilli reveló que fue por sugerencia de Cristian Ritondo. Rochetti fue abogado de otro jefe, el de la barra brava de Boca, Rafael Di Zeo, y estuvo a un minuto de serlo también de Alan Schlenker, su par de River, lo que confirma su amplitud ideológica. Lo grave es que consultado por Clarín, el abogado de barras y de algunos policías acusados de corrupción dijo, textualmente, que “Di Zeo se agarró a trompadas y está pagando por la fama que le hicieron. No es un delincuente. Es un amigo.” Empieza mal Rochetti porque la Justicia dice otra cosa. Di Zeo está cumpliendo en la cárcel de Ezeiza una pena de 4 años y medio porque la Justicia lo encontró culpable del delito de coacción agravada por el uso de armas y además, tiene otra causa en donde está acusado de asociación ilícita. Algo mas complicado que agarrarse a trompadas y padecer de mala prensa.
– A las guapas de Boca tampoco las para nadie. El doctor Carlos Stornelli es el responsable de la seguridad de la Provincia de Buenos Aires donde a todas luces el drama de la inseguridad necesita respuestas mejores y más urgentes. Dijo que Soledad Spinetto, la pareja de Rafael Di Zeo, seguirá trabajando en el estado como lo viene haciendo desde hace mucho tiempo, que fue secretaria del ex gobernador Solá y que “además es mi amiga personal”. Epa.
En todos los casos, aparece como una suerte de escudo la palabra amistad. El diputado macrista Martín Borrelli dijo con toda razón que “no existe el delito de amistad” y que “no se puede condenar a nadie por eso” . Otra vez la legislación que choca con la política o el sentido común que dice que un amigo es un hermano que se elije. Nadie puede ser condenado en tribunales por los amigos que tiene. Pero muchas veces los amigos hablan más de nosotros que nosotros mismos. Son parte de nuestro patrimonio cultural, de nuestra cosecha personal. O de nuestro prontuario. Se puede ser amigo de quienes piensan distinto. Las diferencias ideológicas muchas veces enriquecen la amistad. Pero tratándose de funcionarios públicos que deben velar por nuestras vidas y bienes no es muy conveniente ser amigos de violentos delincuentes, discriminadores o empresarios multimillonarios con negocios tan estrechos con el estado, aunque la ley lo permita.
Roberto Lavagna dijo mucho cuando caracterizó al gobierno de Kirchner como capitalismo de amigos. Como respuesta a la falta de estructuras partidarias vigorosas que aporten cuadros técnicos, está muy de moda apostar al gobierno de los amigos. O de su degradación utilitaria: el amiguismo. El filósofo contemporáneo Enrique Pinti escribió que el amiguismo es a la amistad lo que el autoritarismo es a la autoridad. Muchas neuronas se han utilizado intentado definir la amistad. Me quedo con Gabriel García Márquez que dice que “morirse es no ver más a los amigos”. Así de trascendente. Y con Atahualpa Yupanqui que dijo que un amigo “es uno mismo en cuero ajeno”. ¿Los funcionarios y gobernantes pueden ser amigos de delincuentes? ¿Un jefe de Estado nacional o provincial puede interactuar con las actividades comerciales de sus amigos? ¿Hay algún impedimento político, legal, moral o ético en este sentido para los hombres públicos? Es un pecado utilizar tan livianamente la palabra amigos porque un amigo es la vida dos veces, como decía Tejada Gómez. La respuesta la tiene la sabiduría popular de nuestras abuelas que solían repetir dos frases: “Dime con quién andas y te diré quién eres” y “Muchas veces es mejor estar solos que mal acompañados”.