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Año cero

Para Backslash, área de la agencia de publicidad mundial TBWA, 2021 es "el año cero".
Para Backslash, área de la agencia de publicidad mundial TBWA, 2021 es "el año cero". | Shutterstock

Para Adam Smith las recesiones eran necesarias. Para él, agitar el árbol de la economía hace caer los frutos pasados para que florezcan los nuevos más fuertes. Miradas evolucionistas como la de Smith, como la de Darwin sobre el mejoramiento (en cierto aspecto) de la especie, como la de Hegel, que creía que la humanidad avanzaba como una flecha ascendente a través de la historia, y como la del economista Schumpeter sobre la destrucción creativa para que haya un proceso de transformación innovador, parten de una metafísica positivista propia del modernismo que el posmodernismo vino a interpelar.

Tras la crisis mundial de 2008 la gente enojada votó por líderes con respuestas fáciles. Tras el covid votaría distinto

A la propia crítica al idealismo del modernismo se la puede interpretar co-mo una demostración más del avance de la humanidad a la que el coronavirus le generó un desafío cuya superación no sucedería sin cambios. Cómo será ese “mundo nuevo” de 2022 tras la huella duradera de una pandemia es el tema más abordado desde la confirmación de que funcionan las vacunas para combatirlo. “Históricamente, las pandemias han obligado a los humanos a romper con el pasado e imaginar su mundo de nuevo. Este no es diferente. Es un portal, una puerta de enlace entre un mundo y el siguiente”, escribió el autor indio Arundhati Roy.

El poscoronavirus podrá ser vivido por mucha gente como una forma de renacimiento, un nuevo inicio que motivará balances y cambios de hábitos y comportamientos. 

La revista The Economist consultó a cincuenta expertos y agrupó sus coincidencias, que se podrían sintetizar en: el trabajo a distancia llegó para quedarse, las oficinas gigantes se vaciarán, la mitad de los hoteles de trabajo cerrarán porque la convenciones y juntas pasarán a realizarse por videoconferencias, las casas se adaptarán para pasar a ser también lugar de trabajo y se mudarán más lejos de los centros urbanos al no tener que cumplir tareas presenciales, la productividad no dependerá más de un jefe que controle sino de plataformas que medirán la cantidad o el resultado del trabajo, dará lo mismo que el personal sea nacional o extranjero, toda actividad repetitiva se transformará en suscripción (desde consumo de medios hasta el gimnasio), el turismo por entretenimiento regresará fortalecido por el deseo de ser parte de lo real y experimentar algo auténtico en un mundo cada vez más virtual, la gente preferirá pagar por servicios antes que regalar sus datos: “Las grandes marcas hoy valen por su credibilidad, todo se podrá copiar o replicar menos el prestigio”, para 2024 la inteligencia artificial sustituirá millones de trabajos generando una ola de despidos globales, no por razones cíclicas, sino estructurales de la economía, la educación no volverá a ser 100% presencial y tendrá un modelo híbrido con su complemento a distancia, la medicina tampoco será solo presencial: una consulta por videollamada será progresivamente más habitual, el consumo se modificará: se venderán menos productos de lujo, se pagará por servicios que hoy se consumen gratuitamente y se ahorrará más. 

Otros pronósticos para 2024 indican que el comercio virtual superará al físico, se vaciarán los shoppings y la mitad de los locales: Facebook, Tik-Tok y YouTube saldrán a competir con Amazon y Mercado Libre. En contraposi-ción a esta tendencia, todo lo que sea natural y saludable será más valorado: “Producir los propios alimentos, meditar y ejercitarse pasan a ser parte del día a día”, ser sano será el nuevo lujo, consumir lo local y lo reciclado será lo políticamente correcto.

Paralelamente, Backslash, el área cultural de la agencia de publicidad mundial TBWA cuya filosofía es ser disruptiva, pronosticó cuarenta cambios culturales para fin de la pandemia a comienzos de 2021, año al que llama “año cero”. Coincide con The Economist en “un redescubrimiento de lo local y de nuestras raíces, la vida simple ya no se considerará un sacrificio”, también en la revalorización de la privacidad frente a la extracción de datos personales a cambio de servicios gratuitos, “la división entre online y la vida real está más difusa que nunca”, y concluye previendo que empezó un proceso de sustitución del perfeccionismo y consumismo por una aceptación de los propios defectos con el crecimiento de valores como sustentabilidad, inclusión y equidad.

La mirada de Backlash es más optimista que la de The Economist porque omite el costo de la pérdida inicial de los trabajos que generará la disrupción tecnológica. Aun para los más optimistas que defienden la teoría de la ho-meostasis del sistema económico por el cual siempre se crearán trabajos nuevos para satisfacer nuevos deseos que sustituirán los extinguidos, habrá un interregno en esa transición. En el siglo XVIII la aparición de la máquina a vapor que dio comienzo a la era industrial produjo una generación de trabaja-dores desocupados hasta que la propia producción de riqueza creara las nuevas necesidades y sus empleos. Con la velocidad del siglo XXI no sufrirá una generación entera la desocupación, pero durante cierta cantidad de años habrá una tensión entre destrucción y creación de empleo y administrarla será el gran desafío de la política y todos los gobiernos.

Y diferentes previsiones coinciden en que la ciencia nos va a importar más que nunca, en que los liderazgos del tipo arriba-abajo (autoritarios) quedarán obsoletos, y en que habrá una reversión del individualismo: después de treinta años del fin del sistema económico comunista, el mundo buscará un nuevo contrato social ante la regresiva concentración de riqueza. En 1990 el 1% más rico de la población capturaba el 10% de la riqueza total y el 90% más pobres apenas el 35%, mientras que en 2020 el 1% más rico pasó a capturar el 20% de la riqueza, duplicando la concentración en tres 
décadas.

 ¿Cómo podría en Argentina 2021 ser un año cero? Probablemente los cambios políticos por venir no sucedan de arriba hacia abajo como con Perón, Cristina Kirchner o Macri creando un partido político, sino de abajo hacia arriba, con cambios que no podrán percibirse inicialmente en la superficie, que traerán consecuencias políticas que no podemos imaginar.

Tanto The Economist como Backlash pronostican la decadencia de la grieta: “una cultura que anhela la autenticidad se libera de la polarización tóxica”. Ese sería un verdadero cambio de época política en Argentina.
El impacto de la pandemia en la gente durante el último año generó un cis-ma emocional y social cuyas consecuencias están por verse, y mientras tanto, un cambio a la velocidad de la luz se está produciendo aquí y ahora.

La “humillación global” del coronavirus en 2020 reconfigurará las expectativas hacia logros más realistas

Cuando en 2020 el coronavirus emergió en el mundo, para el rabino inglés más influyente, Jonathan Sacks, “fue lo más cercano a una revelación que tenemos los ateos, llevamos más de medio siglo avanzando sin rumbo fijo” y de repente “nos enfrentamos a la fragilidad y vulnerabilidad de la situación humana”. Difícilmente el mundo volverá a ser el que era antes de la pandemia. Como viene demostrando la historia, las decisiones que se tomen durante las crisis pueden moldear el mundo durante las próximas décadas. Una experiencia compartida cercana a la muerte puede ser una oportunidad para aprender y evolucionar.