—En sus comienzos dudó entre la medicina y ser cura. ¿Qué hay en común entre ambas vocaciones, más allá del significante “cura”?
—El cuidado de la gente. Es lo que sucede con los buenos médicos y los buenos curas. Es una vocación humanística. Tuve una formación dentro del catolicismo barrial, trabajando con grupos. Después decidí dedicarme a la medicina, que desde siempre me gustaba. Fue una buena elección. Me parece que hubiera sido un mal cura. Hice la carrera en Buenos Aires, en la UBA. Todo mi posgrado fue en el Hospital de Niños. Y me perfeccioné en Houston, Texas. Ahí estuve dos años y medio.
—¿Qué sintió cuando lo convocaron a participar del comité de expertos?
—Me pareció que era interesante. Es un grupo muy heterogéneo con distintas visiones de la medicina. No solo interesante. También era necesario. En la pandemia de gripe de 2009 participé de un comité que armó en ese momento Mauricio Macri, que era intendente de la Ciudad. Era un grupo un poco más chico, lo que le dio cierta operatividad mayor. Fue una experiencia muy buena, aprendí mucho. Lo que más desea un infectólogo es manejar una pandemia. Yo manejé la parte pediátrica y el doctor Jorge San Juan la de adultos. Fue una experiencia bárbara. Fue muy interesante el abordaje de esa pandemia, muy distinta a la de ahora.
—¿Cuáles son las diferencias esenciales?
—Para el virus de la gripe, de influenza, hay un tratamiento, que, si uno lo da precozmente dentro de las primeras 48 horas, impacta sobre la evolución de la enfermedad, el famoso Tamiflu. Se hizo muy popular en esa época. El segundo tema es que ya había vacuna de gripe circulante. Lo que se hizo fue adaptar esa vacuna y se le agregó el virus nuevo, el H1N1. Por tanto, fue relativamente más fácil. El virus de la gripe tiene mucha mayor estacionalidad que este. Cuando llega el calor, a mitad de la primavera, el virus de gripe desaparece. Cambia con las estaciones en los hemisferios. Cuando llegó el calor, el virus se terminó abortando. Este virus tiene alguna relación con el calor, con la temperatura, pero no es tan fiel a las temperaturas altas. En laboratorio pierde viabilidad con el intenso calor, 30 grados; empieza a perderlo con 27 grados, pero en la vida real baja cuando es el verano, como pasó en Europa y un poco acá, pero no se extingue. Sigue circulando en menor medida.
—En la grieta política hay quienes tomaron al coronavirus como parte de la disputa. Hay quienes criticaron de la misma manera al Gobierno que a la vacuna rusa. (n. de la r: la entrevista se hizo el lunes, un día antes de la publicación del artículo de “The Lancet”).
—Hubo diferentes estrategias para hacer vacunas. Si tomamos el tema de los “vectores virales”, hay cuatro: la de AstraZeneca, la vacuna Sputnik V, la de Johnson & Johnson y la de CanSino. Mucha gente no sabe que hay una vacuna también de CanSino. Un vector viral es un virus al que usted le saca toda la parte que da enfermedad y queda como mero transportador. Sobre ese virus se colocan los genes que van a expresar la proteína S, el elemento que se une del coronavirus a las células del epitelio respiratorio, de la nariz hasta el pulmón. Las vacunas de AstraZeneca, de Johnson & Johson, la de Gamaleya y de Cansino son muy similares. Todas usan el mismo virus, adenovirus. La vacuna rusa tiene una debilidad que a su vez es una fortaleza: utiliza dos distintos adenovirus, uno se llama 26, el otro 5. Cuando usted pone primero el 26 y después el 5, los anticuerpos suben mucho más rápidamente que si usted usa el mismo adenovirus en las dos dosis. ¿Cuál es la debilidad? Que usted tiene que producir los dos componentes. Es una buena vacuna. Se habló de la demora en publicar datos. El vector viral de Johnson & Johnson tampoco está publicado. Tampoco está publicado el de virus inactivados, la Sinopharm y Sinovac. Tampoco están publicados los datos de la vacuna Novavax. Todos los laboratorios, aunque parezca mentira, usaron la misma estrategia: enrolaron 30 mil, 40 mil enfermos y los estudiaron. Es lo que los médicos llamamos estudio interino o intermedio. A la mitad del estudio, un comité independiente analiza y señala el porcentaje de eficacia y de episodios adversos. Los laboratorios pueden publicarlo, habitualmente lo hacen los investigadores que hicieron el estudio. Pero pueden no publicarlos, aunque parezca mentira. Sí deben presentar toda la documentación de los mecanismos en los institutos regulatorios de control, los que aprueban, como la FDA (Food and Drug Administration), la EMA (European Medicines Agency), llámese Anmat (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica) en Argentina o Anvisa (Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria) en Brasil. Lo que hicieron los rusos es presentar la documentación a la Anmat. Es un instituto de muchos años cuyo grupo que analiza los datos es de carrera, realmente que no lo mueven los avatares políticos. Aprobó en base a los datos que le dieron. Fue bastante coherente. Primero dijo que faltaban los datos de mayores de 60 años. Si no los traen, no se aprueba. Así salió la primera aprobación de la vacuna Sputnik V. Cuando aparecieron los datos, se analizaron y se aprobó. En realidad, cuando es de gobierno a gobierno, la Anmat no puede aprobar vacunas por ley, tiene que recomendar su uso. Quien aprueba es el Ministerio de Salud, que fue lo que se hizo con la vacuna de Gamaleya. En cambio, la vacuna de AstraZeneca y la de Pfizer se aprobaron directamente por Anmat porque son vacunas que tienen representatividad en la Argentina, tienen una casa matriz. Acá hay un representante de Pfizer y hay un representante de AstraZeneca. Hay vacunas que tienen datos en mayores de 60, hay otras que no. Hay algunas que tienen una eficacia de un 51%, como la Coronavac, que se estudió en Brasil, que será fabricada por el Instituto Butantan. Todas las vacunas tienen muy buena actividad frente a casos graves. Se podrá adquirir una gripe o un cuadro respiratorio leve, pero no me voy a enfermar como para internarme o ir a terapia intensiva. Esto es el modelo. Hasta ahora todas las vacunas muestran esto. La Sputnik V también.
—¿A qué atribuye entonces estas controversias sobre la publicación de datos? ¿Por qué no fue la misma reacción en todos los casos?
—Seguramente es un preconcepto. Tampoco fueron muy prolijos en el Instituto Gamaleya en entregar los datos. No hubo mucha clarificación sobre la fase 3. Hicieron distintos análisis en la fase 3. Eso prolonga y genera dificultad en entender los análisis. El último trabajo, que es el que yo más respeto, incluyó más de 22 mil voluntarios, de los cuales dos tercios recibieron la vacuna y un tercio el placebo, cosa que la FDA no recomienda porque prefiere uno a uno, o sea un vacunado y un placebo. Los rusos hicieron esto que se critica, pero en realidad si hubiera dado mal la vacuna habría problemas muy rápidamente porque era mucho más grande. Ahí tuvo una eficacia casi del 92%. Hubo parte de preconcepto y parte de que el Instituto Gamaleya no funcionó prolijamente, por lo menos de acuerdo a nuestra cultura científica occidental.
—La discusión está centrada en si la vacuna rusa tiene la autorización del Instituto de Estados Unidos. Pero al revés, ¿las vacunas de Estados Unidos buscan la aprobación del instituto ruso?
—No. Cada laboratorio que produce la vacuna tiene su estrategia de aprobación. Obviamente que tener aprobación de la FDA o del EMA les da a otros países, por ejemplo de América Latina, una reciprocidad de aprobación.
—Es una cuestión cultural, como un lenguaje.
—Es porque saben que está muy bien investigada. Pero la estrategia de Gamaleya tampoco fue muy clara porque recién ahora la sometieron a la OMS y a la EMA. No la somete a la FDA por motivos obvios, como tampoco Pfizer va a someter la vacuna al instituto regulatorio de la Federación Rusa.
—Finalmente, ni los norteamericanos certifican sus vacunas en Rusia, ni los rusos certifican sus vacunas en Estados Unidos.
—Es lo habitual.
—¿Por qué se genera sospecha de que la vacuna rusa no había sido publicada en Occidente y no se generan sospechas de que las vacunas de Occidente no fueron aprobadas en Rusia?
—Hay un preconcepto en esto. Y responsabilidad del Instituto Gamaleya es no haberlo clarificado más rápidamente.
“Aprendimos que las cuarentenas tenían que haber sido mucho más cortas y focalizadas.”
—Cuando se analiza la vacuna, por lo que yo interpreto, lo que usted dice es que objetivamente son parecidas a la vacuna de Occidente.
—Esta vacuna es técnicamente muy parecida a lo que tiene AstraZeneca y a la que tiene la vacuna de Jonhson & Johnson.
—¿La diferencia es cultural? Jair Bolsonaro llegó a decir que quien se vacune con la vacuna china se va a transformar en comunista.
—Es tan cultural. La vacuna de Sinovac se llama CoronaVac, y el estado de San Pablo vacunará predominantemente con esa vacuna. Es la que compró Chile, 2 millones de dosis. Realmente un absurdo. La ciencia no puede tener fronteras. AstraZeneca tiene una eficacia menor que la vacuna rusa, usó un adenovirus de chimpancé, AstraZeneca buscó un convenio para mejorar su vacuna en el mes de diciembre...
—Les reconocieron a los rusos supremacía científica.
—Por las ventajas que dieron en cuanto a los datos. Y, para ser ecuánime, no hubo una claridad de funcionamiento del Instituto Gamaleya.
—Llama la atención que China y Rusia exporten vacunas antes de aplicarlas en sus propias poblaciones
—En Rusia la vacuna Sputnik V ya fue usada en un millón de habitantes.
—¿No es imaginable que primero quieran vacunar a toda su población?
—Puede deberse a un tema estratégico. No me animaría a dar una respuesta categórica. Moderna casi no exporta su vacuna porque tenía garantizada la compra en los Estados Unidos, dado que recibió un aporte previo del Estado.
—¿Exportan sus vacunas más como un gesto geopolítico para demostrar que son una potencia?
—Hicieron algo mixto. Empezaron a vacunar a su población y a su vez trataban de vender. No me parece mal, a pesar de que la OMS está pidiendo que se socialice y se democratice la vacuna para que los países de menores recursos puedan tener acceso. La OMS creó un subsidio que se llama Covax.
—Para el 20% de las poblaciones pobres.
—Todavía no hay vacunas disponibles. Este es un tema. Recién están empezando a llegar.
—¿Esas vacunas disponibles del plan de la OMS deberían proveerse en proporción por los países fabricantes?
—Creo que es un tema de compra. La Argentina adelantó varios millones de dólares para entrar dentro.
—¿Se compra en proporción a todos los fabricantes?
—A todos los que estén aprobados por la OMS. La Sputnik V está iniciando el proceso de aprobación.
—¿Fue correcto apurar las vacunas?
—Normalmente una vacuna tarda seis años desde que se inventa hasta que llega a la gente. En este caso fue entre nueve meses y un año. Esto se debe a que no le encontramos un tratamiento al virus. También, al impacto de la enfermedad: 200 millones de individuos enfermaron. Se murió una enorme cantidad de individuos. No tenemos la bala de plata para el tratamiento. Se dejó la investigación sobre el tratamiento y se fue a la prevención en vacunas. Las vacunas son muy buenas, pero no hay todavía una escala industrial para abastecer al mundo. Hubo que elegir estrategias, como vacunar a la gente que más se hospitaliza y tiene más posibilidades de fallecer. Es muy probable que los efectos adversos vayan a aparecer, e incluso algunos que no se encuentren en los 40 mil. Hay efectos adversos en la vacuna como en los fármacos que se presentan en uno cada 500 mil dosis o uno cada 500 mil tratamientos. Es posible que aparezcan algunos efectos adversos en la medida en que las vacunas se vayan usando, pero no cambiará su eficacia. Es muy raro que la eficacia cambie dramáticamente. Hubo dentro de la ciencia una gran preocupación para bloquear la transmisión de este virus. No se está generando lo que los médicos llamamos efecto rebaño. Sucede cuando se enferma una determinada cantidad de población y el resto tiene la enfermedad sin que nos demos cuenta y queda protegido. Esto no supera el 25% en grandes poblaciones. Entre enfermos que tuvieron síntomas y que se enfermaron sin darse cuenta, en CABA está en el 11%; en Nueva York, 25%; España, 10%. Si no logramos hacer una prevención por medio de vacunas, el virus seguirá circulando. Tendremos que aceptar algunos pecados originales.
“Todas las vacunas tienen muy buena actividad frente a casos graves.”
—¿Hay una clase A y una B entre las vacunas?
—Hay vacunas con una dosis con mayor o menor eficacia. Pero estamos en una pandemia.
—La velocidad de aplicación es importante.
—También, el almacenaje y la logística son importantes. También la decisión de vacunar con una dosis, para tener al 70% de la población vacunada.
—Eso desde el punto de vista de los Estados que cuentan con vacunas.
—Respecto del vacunado, sabrá que por ahí se agarra una gripe, pero no se va a hospitalizar. Y el año que viene deberá revacunarse. Pero se saldrá. Hay dos vacunas por ahora con una sola dosis: la de CanSino, vectorial, y la de Johnson & Johnson. Las demás vacunas son de dos dosis. Entre ellas hay algunas que tienen el 95% de eficacia, o entre 90 y 95.
—¿Qué pasa si no se da la segunda dosis? ¿Queda con el 50% de inmunización?
—Esos títulos van a ir cayendo a través del tiempo. Con la vacuna de dos dosis se demostró que con una sola tienen un 50% de eficacia; 60% lo máximo. Salvo Moderna, que en el estudio mostró que con una dosis tiene una muy alta eficacia, 92/93%. Pero está limitada prácticamente a Estados Unidos. Es la vacuna más cara dentro del porfolio.
—Entre 32 y 37 dólares.
—Ese es el precio.
—Desde el punto de vista de los Estados es comprensible la estrategia de vacunar más gente y generar primero una protección con una sola dosis.
—Siempre y cuando la vacuna lo permita. La Sputnik no lo permite. Porque tiene el segundo componente.
—¿No se podría usar una vacuna que requiere dos dosis y dar una sola para lograr por lo menos la inmunización o bajar el riesgo al 50%?
—Se puede hacer. Pero con el 50% surge el problema de que a en un tiempo va a tener que volver a vacunar o se cae muy rápido la inmunidad. En el caso de la Sputnik V se potencian las dos. Hay que dar ambas. Por eso Rusia está preparando una nueva vacuna, llamada “light”, con una sola dosis, tomando el modelo de la vacuna CanSino de China o la de Johnson & Johnson.
—¿Se podría decir que hay vacunas clase A y clase B desde el punto de vista del vacunado?
—En una pandemia hay que usar vacunas que estén por encima del 70%. Uno tiene que hacer un menú de vacunas si no tiene plena disponibilidad de la del 90%. Todos los países están haciendo un menú de vacunas. Los que no lo hicieron no pueden vacunar. Por ejemplo, España, Italia, Francia.
—¿Cuáles son las que tienen más del 90%?
—La de Pfizer, la de Moderna, la de Novavax están en 90%. La Sputnik V está en 92%. Esas son cuatro vacunas que realmente están a la par en cuanto a la eficacia.
—Las cuatro son de dos dosis. Pareciera que para lograr más del 90% es necesario aplicar dos dosis.
—No siempre. AstraZeneca, que son dos dosis, llegó al 70%. Por eso está haciendo un estudio colaborativo con el Instituto Gamaleya de Rusia para mejorar.
—Es la que se va a dar en la Argentina a partir de abril.
—Exacto. Pero con 70% tiene una excelente cobertura para enfermedad grave. Un grupo de la población tendrá catarros, resfríos, dos o tres días de cuadro gripales. Pero bajarán la hospitalización y la mortalidad.
—¿Sería mejor vacunarse con la Sputnik que con AstraZeneca?
—En la medida en que tenga abastecimiento, estaría de acuerdo con usted. Como médico, si existiese la opción le diría que los datos son de más de un 90% en un caso y menos en otro. Pero le aclararía que para evitar que se produzca enfermedad grave ambas funcionan muy bien.
—¿Es un problema haber instalado en muchos adultos mayores que la vacuna rusa es contraproducente? Elisa Carrió dijo que no se iba a vacunar con Sputnik V porque era un negocio de Cristina Kirchner.
—Cuando la política se mete con la ciencia, la que pierde es la ciencia. Esas expresiones generan muchas dudas en la gente.
—Podríamos decir que los legos no deberíamos opinar.
—El otro día escuché una expresión muy desafortunada: que abrir las escuelas es como si fueran fiestas clandestinas. Se está degradando a la escuela. Además, es mentira. Hay que tener cuidado. En una pandemia la gente fallece, se interna. Es un virus muy furtivo. Empieza de una manera, pero no se sabe cómo va a terminar. Todas las vacunas que hay, con matices, se pueden aplicar.
—¿Qué pasa si no se cumple con la segunda dosis en el tiempo previsto?
—En algunas vacunas hay un lapso grande. La vacuna rusa tiene hasta sesenta días. Idealmente es entre 21 y treinta. La vacuna de Pfizer también tiene un espacio grande, igual que la de Moderna. Entre treinta y cuarenta días.
—¿Y el mínimo?
—Para la Sputnik V es 21 días, para Pfizer es 28 días, para la de AstraZeneca es treinta días. Es ideal que las dosis tengan un espacio para que los anticuerpos se produzcan y se estimule la nueva producción de anticuerpos. Si se dan muy juntas, es como si se estimulara una vez.
—¿El hecho de que los pueblos que sufrieron el SARS 1, en mayor proporción influenza y gripe aviar, asiática, fundamentalmente los países orientales, tengan tan poca cantidad de casos mortales genera alguna conjetura respecto de que las vacunas o los anticuerpos de anteriores formas de gripe actúan sobre el coronavirus?
—Con el virus de la gripe no. Está en discusión si no puede haber algún tipo de reacción cruzada. Pero como es un virus que prácticamente dejó de circular hace varios años, la gran mayoría de la población no tuvo contacto con él.
—En el caso en que a usted le tocó ser del comité asesor se agregó este virus a las vacunas de gripe.
—Ahí sí se vio.
—¿Quienes se vacunaron de gripe el año pasado o el anteaño tienen una mejor defensa frente al coronavirus?
—No. Es una pregunta interesante. Hay un trabajo publicado en una revista de enorme prestigio en el que estudiaron sangre de individuos antes de 2019 y vieron que había células con memoria contra el coronavirus nuevo. Como si algún otro coronavirus hubiera dado algún tipo de células de memoria para acordarse de este virus. No se correlacionó con el impacto, pero daría la sensación de que no alcanza con tener memoria para la pandemia. Pero hay datos que indicarían que algo de eso hubo.
—¿Se podrían superponer las dos vacunaciones en Argentina?
—La idea es tener 15 días por lo menos, o 21 días, entre una vacuna y otra. No hay estudios de uso concomitante, en un brazo una y en un brazo otra. Si se deja ese lapso entre una y otra, no debería haber problemas. Puede hacerse si hay vacunas disponibles. Creo que ese es el esfuerzo que tiene que hacer el ministerio.
—Usted dijo que hay 800 mil personas que son funcionarios dedicados a la salud pública que tendrían prioridad y después 8 millones de personas de más de 60 años o con factores de riesgo. Habría que vacunar unos 9 millones de personas...
—Pero tiene que agregarle otro personal esencial: bomberos, policías, docentes.
“Yo abriría los colegios avanzando lentamente de la forma no presencial hacia la presencial.”
—¿15 millones sería el total?
—Exacto.
—Priorizando a esos 9 millones. “The Economist” analizó la situación de países como Argentina. Para ellos, el resto de la población recién va a estar vacunada en el otoño del año próximo. Lo que estaría vacunado hasta agosto serían los grupos vulnerables y los grupos especiales.
—Estoy casi seguro de que es correcto, y vamos a justificarlo. La estrategia del Ministerio de Salud es bajar la mortalidad y la hospitalización. Para eso tenemos que vacunar a los grupos vulnerables, especialmente a los mayores de 60 años. La mortalidad media es de 74 años en la Argentina. Debajo de 59 años, la mortalidad es 5%. La población común tardará en vacunarse.
—Antes de marzo del año próximo.
—Con mucha suerte.
—¿Se llega a agosto con estos 9 millones de personas?
—Es el desafío que tenemos. Mi mayor preocupación es que la vacuna llegue en tiempo y forma porque tienen que venir 15 millones de dosis y el laboratorio mAbxience del grupo Insud empieza a entregar dosis fin de marzo. Se intenta que adelante un poco, pero producir vacunas no es como fabricar galletitas.
—¿Es posible vacunar a 9 millones de personas de acá a agosto contando con las vacunas?
—Sí, si se trabaja con un plan muy abarcativo que incluya vacunar en distintos lugares, incluso en escuelas. Se calcula que se reclutarán 114 mil personas como mínimo desde el ámbito público. Una estrategia sería también en algún momento permitir que los vacunatorios privados puedan vacunar. Es otra alternativa. Tenemos que aumentar las bocas de expendio para vacunar.
—Al tema de la vacunación se suma el de logística.
—Mi cálculo es que deben vacunarse más de 30 mil personas por día. Casi 40 mil. Todo un número.
—¿Cuántas personas tendrían que estar vacunando?
—El cálculo que hizo el ministerio es de 15 minutos por persona. 33 mil vacunando directamente y 80 mil manejando todo lo que es logística, orientación del individuo. Unas 114 mil personas
—Para vacunar 30 mil personas por día.
—Sí. No es imposible. Se precisa una muy buena logística y que la gente concurra. Se va a nominalizar para que la gente concurra.
—Si tiene que vacunar a 9 millones de personas, según un cálculo simple llevaría casi ocho meses.
—Si se restringe al grupo de mayor riesgo, que son 7.400.000, estaríamos en agosto.
—¿Hasta qué punto el encierro produce más daño del que pretende evitar, especialmente en lo referido a la salud mental?
—Es una lección aprendida de las cuarentenas largas. La cuarentena muy larga genera trastornos no solo en la salud mental sino en salud física. Hay más sedentarismo, se tiende a comer más. En cuanto a la salud mental, no poder relacionarse con otros es perjudicial. La socialización forma parte del individuo. A diferencia de los animales, nos comunicamos y tendemos a socializarnos. Fue una lección aprendida que las cuarentenas tenían que haber sido mucho más cortas y focalizadas. Pero es con el diario del lunes. No se sabía cómo venía la pandemia y el sistema de salud estaba quebrado. No estaba preparado para recibir esta cantidad de individuos.
—¿Hoy tomaría las mismas decisiones?
—En la primera etapa se tomaron decisiones adecuadas. Después se fue corriendo. En el fondo era muy difícil saber qué hacer y teníamos miedo del comportamiento de la gente. Es una lección aprendida. Hubiéramos hecho cuarentenas más cortas. Deberíamos haber aumentado el número de testeos.
—¿Qué haría usted con los colegios?
—Con los protocolos que tienen los ministerios de Salud y de Educación, que son bastante buenos, yo abriría avanzando lentamente de la forma no presencial hacia la presencial. Me pregunto cuál es el justificativo de no abrir los colegios en zonas de baja conectividad, como las rurales o semirrurales. Este es un virus de ejidos urbanos.
—En el AMBA usted abriría.
—Sin ninguna duda. Los chicos transmiten la enfermedad, pero no con la magnitud de un adulto. Y se contagian menos. No tienen desarrollado el receptor del virus. Se desarrolla recién a los 20 años.
—¿Hay un nuevo derecho a la longevidad?
—Es uno de los grandes avances de la medicina y del humanismo. El adulto mayor tiene un rol en la sociedad. Algo que cuesta entender en muchas sociedades occidentales. Hay países que tienen casi natalidad negativa, la misma gente que fallece y que nace. Hay que darle un rol al adulto mayor. Muchas sociedades son expulsivas con ellos. Hay sociedades donde el adulto mayor tiene un rol muy activo. De consejero o de pensamiento estratégico. En muchas sociedades occidentales eso se pierde y el individuo queda de lado. Habría que reflexionar sobre la edad de jubilación. Lo digo sin querer entrar en ninguna discusión política. Un individuo de 65 años está en plena actividad. En medicina vale más la experiencia de alguien de 60 que la de alguien de 30. El sistema público jubila a los médicos a los 65 años, o a las enfermeras, que son tan importantes como los médicos. Ese grupo de 65 años sigue trabajando y operando en el ambiente privado. Otro tema interesante es cómo se balancea la natalidad. Los países tienen que tener una natalidad positiva. Es la única manera de generar recursos. Alguien decía que la niñez es el poder biológico de una nación.
—¿Por eso usted se dedicó a la pediatría?
—Definitivamente.
—¿Se recibió de médico a comienzos de los 70?
—Exactamente.
—¿En este lapso la esperanza de vida creció 15 años?
—Diez años, seguro.
—¿Cambió la subjetividad en torno a la muerte?
—Antes, un adulto mayor era más fatalista.
—Aceptaba que era inmodificable.
—También vivimos esta etapa con la niñez incluso. No había cura para un chico que se enfermaba de leucemia. Hoy, el 70% de las leucemias que se ven en pediatría tienen curación total. Empezó el trasplante de médula ósea de células. El crecimiento de la medicina trastocó el pensamiento clásico. En las sociedades de hoy no podría aceptarse que un adulto mayor a los 65 años se fuera a la casa.
“El sistema de salud estaba quebrado; no podría haber recibido a la cantidad de individuos que se enfermaron.”
—¿En los 70, este coronavirus hubiera generado la misma situación social que en 2020?
—Hubiera sido peor. Los desarrollos de terapia intensiva y de manejo del enfermo crítico crecieron exponencialmente en los últimos treinta años. Basta con observar la velocidad con que se produjo una vacuna.
—¿También es una consecuencia de que la sociedad hoy no acepta como normal que las personas se mueran a los 70 años?
—Sí, es verdad. Es el crecimiento de la humanidad en sentido global.
—Esos avances también producen nuevos derechos y expectativas.
—Por supuesto. Es el desafío que los dirigentes tienen que asumir y no esquivar.
—Fernando Savater, en un reportaje de esta misma serie, comentó que vivió una gripe aviar a fines de los 50. La cantidad de personas que murieron en el mundo fue de 3 millones, más o menos la cantidad que se supone que va a terminar siendo el coronavirus, que vamos creo por 2.200.000. Sin embargo, no se paró la economía, no se cerraron los colegios.
—No, porque estuvo focalizado a Asia. Esa gripe aviar no llegó a Occidente. Quedó prácticamente confinada a Asia. Occidente, por cultura y formación, es bastante autista en ese aspecto. El SARS 1 preocupó porque impactó en países de Occidente, especialmente Estados Unidos y Canadá.
—¿Es plausible que se repitan este tipo de pandemias?
—Siempre es posible, especialmente en enfermedades virales. Las bacterianas dan estos brotes, pero lo hacen a través del tiempo. Uno no se da cuenta, pero tienen impacto importante en la enfermedad y en la mortalidad. Los virus como el corona, como la gripe, mutan y pueden generar nuevas enfermedades. Además, estamos cambiando los ecosistemas. Cuando les cambiamos el ecosistema a los murciélagos, se nos acercan. Y son portadores de enfermedades. El hantavirus es una enfermedad que hasta hace 15 o veinte años se limitaba a determinadas áreas. Hoy, el ratón se transformó en casi peridomiciliario.
—¿Quizás en realidad siempre se producían, pero no había el tráfico aéreo, la comunicación de hoy? Si es así, cabe suponer que en el futuro se repetirán.
—Las comunicaciones ayudan en el caso de los virus respiratorios con corto período de incubación. Se sale de un lugar. Tras ocho horas de vuelo, se llega al otro y se instala. Las distancias facilitan la transmisibilidad. Pasó con la pandemia de gripe. Ahora una de las medidas que se tomaron precozmente fue parar los vuelos. El período de incubación de este virus es de cinco días. Alguien llega teóricamente sano a otro país y empieza a diseminar la enfermedad.
—¿Se repetirá en el futuro de manera recurrente?
—Yo desearía que no, pero hay chances. La clave es cuán rápido los virus pueden producir enfermedad y cuán preparados estamos.
—¿Que se prevea fabricar 6.500 millones de vacunas, casi una para cada habitante del planeta, implica un salto de la ciencia, más allá de la distribución desigual?
—Es monstruoso, extraordinario.
—¿Permite ser optimista respecto del futuro?
—Soy optimista porque creo que la humanidad se creó para que crezca y para que seamos más iguales y nos ayudemos.
—¿El coronavirus deja un sistema médico más fuerte que antes a nivel mundial?
—Definitivamente. No solo en las ciencias básicas sino en lo aplicado. En cómo manejar enfermos en la cotidianidad. Argentina montó un sistema de terapia intensiva mucho mejor en cuanto a equipamiento del que había. Se compraron aparatos, como respiradores. Lo que nos falta es poder vacunarnos para ir hacia esa nueva normalidad.
—¿Cómo será esa nueva normalidad?
—Algunos hábitos que hemos adquirido se mantendrán y serán respetados.
—Como en los países orientales: el barbijo y la distancia social.
—Podríamos acostumbrarnos a usar el barbijo en invierno. Empezaremos a saludarnos no tan efusivamente. Quizá el compartir el mate sea mucho más restringido. Tendremos respeto al riesgo de contagio.
Producción: Pablo Helman, Debora Waizbrot y Adriana Lobalzo.