Las elecciones del día de hoy son comparables con las del 2009. Ahora como entonces, el gobierno pierde en varias de las grandes provincias como Buenos Aires, Capital, Santa Fe, Mendoza. En el 2009, en la provincia de Buenos Aires, encabezaron la lista kirchnerista sus líderes más populares, el propio Nestor Kirchner, Daniel Scioli y Sergio Massa, mientras que en esta ocasión, Cristina Fernández tuvo que instalar a Martín Insurralde, un dirigente casi desconocido. En la Capital el gobierno postuló a un candidato envejecido, que de tanto llorar sus derrotas tiene la imagen de cómico jetattore. A pesar de esas desventajas, la Presidente consiguió resultados semejantes a los del 2009, con una campaña bien hecha, en que la figura principal fue ella misma y no los candidatos locales. En la Capital, el PRO obtuvo un triunfo claro, gracias a la amplia aceptación de la obra del Jefe de Gobierno, a la imagen de sus candidatos encabezados por Gabriela Michetti y a su línea coherente. El PRO ha sido un opositor firme del gobierno nacional, evitando las estridencias, no incluyó en sus listas ni a opositores fanáticos, ni a ex ministros kirchneristas, propone un cambio de fondo, una Argentina moderna, democrática, con instituciones sólidas y no un cambio de nombres dentro del modelo vigente. El radicalismo cayó en la trampa de reemplazar la política por el marketing. Piezas como las que puso al aire Gil Lavedra le hicieron daño y faltaron al respeto a un dirigente que merecía otro trato. La política es política, no solo publicidad pintoresca. En la provincia de Buenos Aires los resultados de Sergio Massa no fueron los esperados. Inicialmente despertó una enorme expectativa, parecía que arrasaría en las urnas, pero cayó en la indefinición. Tenía en sus listas gente nueva que pudo proyectar una imagen distinta, pero escogió como voceros a conocidos ex funcionarios y partidarios del kirchnerismo que le dejaron sin definición. La mayoría de votantes a los que les gusta ese modelo, votó por los kirchneristas principales y no por los suplentes, y los que quieren el cambio no se entusiasmaron con lo que parecía un cristinismo edulcorado. Insaurralde se está haciendo conocer y tiene espacio para crecer. La campaña del gobierno está bien hecha, tiene estrategia, presenta a una Presidente que dialoga, que escucha, más semejante a la que ganó las elecciones, que a la que ha ejercido el poder. De Narváez tiene un resultado pobre. El planteamiento de la extrema polarización fue equivocado, lo que se demuestra cuando tres de cada cuatro de sus seguidores pasaron a votar por una alternativa cuasi gobiernista. Lo mismo podría decirse de los radicales que hicieron comerciales graciosos, sin contenido, en que aparecían Stolbitzer y Alfonsín caminando como superhéroes. Fueron dos campañas carentes de estrategia. En Santa Fe Hermes Binner y en Mendoza Julio Cobos, en Chubut Das Neves, tienen el triunfo usual cuando un político con proyección nacional participa en una elección local. Sorprenden los resultados de De Angelis en Entre Ríos, enfrentado con éxito a un gobernador presidenciable. No se puede adivinar el futuro, estas elecciones solo inician la campaña, los candidatos nuevos pueden crecer en estos meses. El FPV pone el peso de la campaña en Cristina Fernández, cosa útil cuando respalda a candidatos nuevos o con mala imagen. De acá a octubre se verá si los argentinos quieren un cambio real del país, quieren mantener el modelo cambiando unos pocos nombres o quieren una transformación. Sería errado creer que estas elecciones adelantan los resultados de octubre, son simplemente indicadores de como empieza la campaña. En política todo puede cambiar hasta que se cuente el último de los votos y el cómputo final dependerá de cómo se lleven adelante las campañas.
*Profesor de la George Washington University. Este artículo contiene sus ideas personales y no expresa las de ningún grupo político.