Sobre cuál de los cuatro creés que tenés control? ¿Cuál de ellos creés que depende sólo de vos?
Objetivos y resultados. Es evidente que los objetivos no dependen sólo de vos. Cuando busques objetivos y resultados, hay infinitas variables que están fuera de tu control: las calamidades, la reacción de tus clientes y proveedores, el clima, entre muchos otros. Estos atentan o favorecen constantemente el alcance de tus objetivos y resultados. Vos podés influir y dar tu ciento por ciento, pero no podés controlar estas variables ni podés hacer que terminen favoreciéndolo. Un día, por ejemplo, estaba dando una charla sobre el diamante de la vida en Miami a un equipo que trabaja con productos de belleza en el canal de Duty Free, de los aeropuertos internacionales. Hablando de este aspecto, analizamos las variables de sus objetivos de venta. Ese día el aeropuerto de la Argentina estaba cerrado porque se habían desprendido cenizas de un volcán en Chile, y no se confirmó ni una sola venta en toda la semana (por una causa totalmente ajena a sus esfuerzos). Los diferentes equipos habían trabajado en el desarrollo de las diversas líneas de productos, se habían realizado las promociones y los acuerdos necesarios para estar presentes en el canal con una buena exposición, las vendedoras estaban entrenadas y focalizadas en presentar las marcas, pero no pudieron llegar a sus objetivos semanales ni mensuales. Se trata de un caso en el que podemos ver cómo, muchas veces, aunque pongamos nuestro ciento por ciento, no se puede garantizar el alcance de nuestros objetivos y resultados. Escucho a diario casos como estos en todas las empresas: “No pudimos llegar a las ventas porque no teníamos suficiente mercadería”. “No logramos salir a tiempo con la campaña porque la agencia no terminó la publicidad”. “No vendimos la cantidad de kilos de helado que habíamos pensado porque hizo mucho frío en febrero”. “No pudimos importar los pisos que teníamos vendidos porque la AFIP suspendió por un año el ingreso de esos productos al país”. “Perdimos 5 a 0 porque se lesionó nuestro arquero”. Una y otra vez la realidad nos muestra y nos confirma que hay infinidad de situaciones que no podemos controlar y que juegan un papel muy importante a la hora de alcanzar objetivos o resultados. En este sentido, diremos que este aspecto de nuestra vida es condicional, es decir que, para que se logre, se tienen que dar ciertas condiciones; está condicionado por otras personas, regulaciones, impuestos, el clima, la economía, etcétera.
Los Otros. ¿Alguna vez intentaste cambiar a tu esposa, a tu jefe, a tu colaborador? No me malentiendas. No digo cambiar a tu esposa por otra esposa, o a tu suegra por otra, sino querer y pretender que cambie, que sea distinta, que no haga eso que a vos no te gusta: a eso me refiero. ¿Y cómo te fue? No creo que con tu sola voluntad hayas logrado gran cosa. La relación con los otros es también un aspecto condicional de nuestra vida, ya que lo que el otro haga o deje de hacer no depende de nosotros. Podemos influir, persuadir, dar nuestro ciento por ciento en las relaciones con los demás, pero no podemos controlar, no podemos meternos en el interior de los demás y lograr que tambien. No es una posibilidad que tenemos en nuestras manos. Nosotros mismos podríamos ser muy buenos vendedores, podríamos contarte la infinidad de beneficios que tiene el diamante de la vida para vos y para tu empresa, podríamos ser muy amables y persuasivos, pero no depende de nosotros que uses la herramienta. Podríamos pedirle a algún equipo de otra área de la empresa con total amabilidad y gentileza que nos entregue a tiempo los resultados de la encuesta para encaminar los pasos por seguir, pero, al final, el momento de la entrega depende de ellos. Podríamos pedirle al área de finanzas que libere a tiempo los créditos para los clientes nuevos haciéndolos conscientes de lo importante que es para los resultados finales de la compañía que las ventas de los productos crezcan, pero depende de la cantidad de trabajo y prioridades de ellos. Podríamos anticiparle a nuestro proveedor la necesidad urgente de que llegue el contenedor de materia prima el primer día de la semana, ya que está todo organizado para que salga el jueves siguiente, pero al final ni siquiera eso depende de nosotros. También podríamos unirnos entre varios para influir sobre otros, ya sea a través de una manifestación, cartas de lectores, redes sociales u otras vías, pero aun así es evidente que no podemos controlar al otro ni hacer que haga lo que esperamos o pretendemos nosotros.
La relación conmigo. El Yo. Este aspecto de la vida sí depende completamente de uno mismo, es decir, es incondicional. No existe nada que me impida elegir quién y cómo quiero ser. Yo soy el único que puede ponerle condiciones a mis pensamientos, a mi manera de elegir y de sentir, a mi manera de vivir. Nadie puede meterse dentro de mí y controlar mi libertad interior, como tampoco yo puedo meterme en la vida interior de nadie. El yo, nuestro ser interior, es junto al aprendizaje el aspecto que podemos modificar, cambiar, ajustar y corregir. Es el aspecto que, como seres humanos, podemos controlar. Por ejemplo, ¿cómo quiero vivir este momento? ¿Nervioso? ¿Tranquilo? ¿Quién quiero ser cuando me junte con mis socios en la reunión? ¿Cómo quiero tratar a mi suegra? ¿Qué valores quiero honrar con este contrato, con este pedido que me hacen? ¿Cuál es mi creencia respecto del comportamiento del otro? ¿Cuáles son los juicios que tengo acerca de lo que el otro dijo o hizo? Como verás, sólo se puede responder estas preguntas desde el interior, y no hay ninguna condición para honrarlas porque dependen exclusivamente de uno.
El aprendizaje. Este es el último aspecto del diamante de la vida y, quizás, según cómo se lo mire, el más importante. Al igual que el yo, el aprendizaje es absolutamente incondicional, ya que lograrlo u honrarlo depende sólo de mí. Soy yo el único que decide aprender de cada experiencia propia o ajena, soy yo el único que puede reflexionar sobre esos aspectos de mi vida en los que no estoy siendo muy efectivo, afectuoso o cuidadoso. Cuando hablo de aprendizaje, no me refiero al hecho de ser alumno en una clase con un profesor de matemática, ciencia o economía, sino al aspecto evolutivo por el cual aprendemos y mejoramos como seres humanos. El aprendizaje en este caso es el que nos invita a preguntarnos quiénes somos y quiénes o cómo queremos ser en el futuro. Es la parte consciente que nos permite reflexionar y traer la mejor versión de nosotros mismos al mundo para beneficio nuestro y de los demás. Arthur Koestler decía: “La originalidad creativa siempre implica un desaprendizaje y un reaprendizaje, un deshacer y un rehacer. Implica la ruptura de estructuras mentales petrificadas, deshacerse de matrices que han perdido su utilidad y recomponer otras formas nuevas”. Por ejemplo: ¿cómo respondí la última vez a este llamado? ¿Quiero hacerlo de la misma manera? ¿Qué aprendí de mi manera de presionar a mi personal la última vez? ¿Qué resultados obtuve siendo tan duro? ¿Si lo hago distinto la próxima vez, conseguiré más resultados? ¿Será más efectivo?
Conclusiones. Podemos observar que, para sobrevivir en algunos casos y en otros para “ser alguien exitoso”, gastamos mucha energía enfocados en objetivos y resultados. Nos esforzamos mucho para alcanzar metas, logros, cosas materiales, pero poco en nosotros y los aspectos humanos, es decir, en nuestro interior, nuestro yo. Estos aspectos quedan tapados, escondidos, bajo el agua, como veíamos al comparar metafóricamente el diamante de la efectividad con un glaciar. Lo más importante queda sumergido. Pudimos observar también que, en la mayoría de los casos, no podemos manejar completamente las variables que afectan a los objetivos ni a los resultados, así como tampoco podemos controlar a los demás. Hemos aprendido que lo único que podemos controlar es a nosotros mismos, a nuestro “yo” y también nuestro aprendizaje, ya que, en relación con los otros dos aspectos, contamos con la capacidad de influir, pero no de controlarlos.
¿Y por qué elegimos un diamante? Porque los diamantes son objetos preciosos, transparentes, luminosos. Son piedras que muestran su inmenso valor, atractivo y brillo en la medida en que se los trabaja. ¡Así es la vida de cada uno de nosotros! Valiosa y luminosa. Hemos sido creados para brillar. Sólo tenemos que despertar y ver que cada uno de nosotros, como le decía Morfeo a Neo, ha sido elegido. Tenemos un valor infinito y, además, también podemos ayudar a que otros brillen. ¡Despertemos! ¡Vivamos! Demos más de lo que hemos dado hasta ahora. Observémonos. Reflexionemos. Tenemos tanto potencial. Como un diamante que, al ser trabajado, termina ofreciendo todo su esplendor.
*Economista y coach.