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CAMPAÑA OFICIAL

Apuestas y riesgos

A Cambiemos le preocupan las encuestas pero cree que el efecto miedo puede darle el triunfo.

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ZONA DE COMBATE | PABLO TEMES

Cambiemos ha decidido reforzar la campaña en la provincia de Buenos Aires, donde los números muestran una paridad preocupante e incluso una leve ventaja de la ex presidenta. De las 14 encuestas publicadas hasta mediados de julio, 7 le dan a CFK una ventaja superior a 3 puntos; 6 una ventaja inferior a 3 y otra augura un empate. La presencia en el interior de los amarillos puros es consecuencia de esa necesidad de dar vuelta un escenario electoral adverso. “María Eugenia va a encabezar los actos. En el inicio y cierre, estará también el propio presidente. Es hora de avanzar a fondo con la transferencia de imagen”, sostienen quienes manejan los hilos de la campaña. Es que muchas de las caras oficialistas aún son desconocidas para los votantes del conurbano. “No se trata sólo de apuntalar candidatos, sino de transferir conceptos. Vidal y Mauricio dotan de sentido a la campaña, le dan significado y valores. La buena imagen de la gobernadora es esperanzadora para muchos”, sintetizan.

Con todo. Entre los puros se habrá de entremezclar en algunas de las recorridas Elisa Carrió, fiscal moral de la lucha por el cambio. La presencia de la diputada es un indicador de que, así como están las cosas, la campaña, tal como se la ideó al principio, no alcanza para asegurarle al oficialismo la victoria. Pese a los esfuerzos del Gobierno en redoblar la ayuda social, el cambio a mediano y corto plazo no logrará hacer mella en aquellos votantes que no tienen resueltas sus necesidades básicas en el día a día. Basta recordar que el índice de pobreza está por arriba del 30% (algo más de 12 millones de personas que viven en hogares con ingresos por debajo de la línea de pobreza y de ese total, 2,5 millones son indigentes).

Un ejemplo de este tándem se vio el viernes, cuando el Presidente y la gobernadora se presentaron en la ciudad de Tandil para encabezar el acto de lanzamiento de la campaña. “Basta de mentiras, basta de mañas, basta de mafias”, sostuvo el primer mandatario en esa ciudad y aseguró que “los que hoy vienen con soluciones mágicas son los que dejaron el país en ruinas”. Lo asiste la razón y nadie duda de sus palabras, pero el oficialismo no logra encaminar la transición hacia un posible futuro mejor. El problema es el presente de mucha gente que vive sobre todo en la tercera sección electoral, para la que llegar a fin de mes es casi un imposible.

Ante este panorama, funcionarios políticos de primera línea han dicho públicamente a empresarios y privadamente a allegados y operadores de todo tipo que Cristina puede ganar en las PASO pero que, por el “efecto miedo”, esa situación se podría revertir en octubre. Macri es quien tiene una visión clara del riesgo que supone esta situación. Por eso sabe que el Gobierno debe hacer una buena elección en la provincia de Buenos Aires en las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO).
 
Congreso.
El caso De Vido devolvió a los primeros planos de la opinión pública el tema de la corrupción. Lo que sucedió en la Cámara de Diputados durante la larga sesión del miércoles pasado dejó algunas cosas claras. Hubo una contundente: al ex ministro de Planificación no lo defendió nadie, ni siquiera alguno de sus compañeros de la bancada del Frente para la Victoria. La defensa del hoy diputado giró alrededor de cómo interpretar la palabra “sobreviniente” del artículo 66 de la Constitución Nacional, que dice que “cada Cámara hará su reglamento y podrá, con dos tercios de votos, corregir a cualquiera de sus miembros por desorden de conducta en el ejercicio de sus funciones, o removerlo por inhabilidad física o moral sobreviniente a su incorporación, y hasta excluirle de su seno”.

El mundo del derecho es así. Pero, enfundados en esa discusión leguleya, nadie se animó a sostener la inocencia de De Vido. Y ése no es un detalle menor. ¿Cómo creer que alguien con su poder nada sabía de los negociados que llevó adelante el secretario de Transporte Ricardo Jaime? ¿Cómo creer que pudo no haber estado al tanto de las coimas que se pagaban en el ámbito de la Secretaría de Obras Públicas, donde concretaba sus fechorías José Francisco López en connivencia con los empresarios que constituyeron el así llamado “Club de la Construcción”? ¿Cómo imaginar que fue ajeno a las coimas que reconoció haber pagado en nuestro país la firma Odebrecht? ¿Cómo no recordar el desfalco que significó el proyecto Sueños Compartidos, del cual fue mentor? De Vido fue responsable no sólo de la tragedia de Once, sino también de las nefastas consecuencias, en término de muertes, de los negociados pergeñados con las escandalosas concesiones viales por el sistema de peaje directo con cabinas de cobro en ruta que fue implementado en la década del 90 para ser continuado, a pesar de un anuncio en contrario realizado por el ex presidente Néstor Kirchner al comienzo de su mandato, durante los 12 años del kirchnerato. De esto se desprende la naturaleza de la defensa que leyó –algo insólito– el hoy diputado, cuyo párrafo más significativo fue el siguiente: “Soy responsable de todo lo que hicimos y construimos en el país con los presidentes que me designaron, con los gobernadores e intendentes que me acompañaron, con muchos de mis colegas de gabinete y con muchos de ustedes... No hace falta tener mucha agudeza para entender el metamensaje de este texto. A la hora de hablar, De Vido complicará a otros. Y entre esos otros está Cristina Fernández de Kirchner. Por eso, la hoy candidata a senadora, que no ha pronunciado en público una sola palabra para defender a su ex ministro, dio una orden que la bancada del Frente de la Victoria acató: tener asistencia casi perfecta en el recinto y votar contra la expulsión del diputado. Como lo señalaron Diego Cabot y Francisco Olivera en su libro Hablen con Julio, ésa era la frase que pronunciaba Néstor Kirchner cada vez que decidía que empresarios, sindicalistas, gobernadores e intendentes pudieran acceder a la concreción de sus aspiraciones.

Julio De Vido es el estandarte de la corrupción K que costó vidas, como nos lo recuerdan los 51 muertos de la tragedia de Once.

 Producción periodística: Santiago Serra