COLUMNISTAS
La nueva xenofobia

Apuntes sobre el otro

Los medios informativos (sea cual fuere el soporte: prensa gráfica, radio, televisión, Internet) son hoy, para quienes los consumen con cierta regularidad, una especie de superficie líquida sobre la que se puede surfear con mayor o menor fortuna.

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Los medios informativos (sea cual fuere el soporte: prensa gráfica, radio, televisión, Internet) son hoy, para quienes los consumen con cierta regularidad, una especie de superficie líquida sobre la que se puede surfear con mayor o menor fortuna. Hay días decepcionantes, en los cuales pasan, una tras otra, olas poco interesantes, sin que haya ninguna que merezca intentar un deslizamiento. En otros momentos, aparece una ola grande y bien formada, decididamente dominante, que concentra toda la atención (como en el inicio de la actual crisis económica mundial). Y a veces ocurre que, de ola en ola, se dibujan figuras inesperadas que pueden alimentar, a posteriori (es decir, cuando uno ya volvió a la playa y se queda un largo rato mirando el mar de los medios), la reflexión.

Esto me ocurrió el jueves. El elemento desencadenante fue la nota central de la rúbrica El mundo del diario Clarín, anunciando que Italia (mejor dicho: el gobierno ultraconservador de Silvio Berlusconi, siguiendo una iniciativa de uno de sus componentes políticos, la racista y separatista Liga del Norte), planea suspender por dos años el ingreso de inmigrantes. La nota estaba acompañada de una columna de opinión que llevaba por título “Los miedos”. Instantáneamente y por una razón tal vez obscura, recordé mi identidad argentina y entonces la noticia de que un gobierno italiano se propone tomar medidas contra los inmigrantes, me pareció algo así como el fragmento de una pesadilla de mal gusto. Di vuelta distraídamente la página (ventaja del diario papel: permite surfear la actualidad del día con gestos displicentes) y me encontré con el artículo sobre el “ataque racista de Al Qaeda contra Obama”, que en uno de sus habituales videos califica al presidente electo de los Estados Unidos de “esclavo negro”.

Tal vez mi sensibilidad, en ese momento, al tema del racismo se explica porque esa mañana estaba preparando mi participación en el primer Foro mundial sobre la diversidad cultural, organizado por el Instituto de Ciencias de la Comunicación del CNRS (el Consejo Nacional de la Investigación Científica de Francia), que tuvo lugar durante 24 horas en vivo y en directo por Internet (a través de Skype) este último viernes 21 de noviembre, con la participación de investigadores de numerosos países (Argelia, Canadá, Francia, Argentina, Macao, China, Bélgica, España, Australia, Senegal, entre otros), coordinado desde el observatorio del Pic du Midi, en los Pirineos. Se discutieron temas tales como la mundialización y la diversidad cultural, las relaciones entre la identidad y la alteridad, la contribución de las migraciones en la historia, los temas relativos a la memoria social, el papel de los medios en la valorización de la diversidad cultural, la responsabilidad de los intelectuales, etc. En una entrevista difundida por Internet antes del inicio del Foro, Dominique Wolton, director del Instituto de Ciencias de la Comunicación, señaló que los migrantes son hoy una figura central, y que el futuro de la humanidad pasa mucho más por el destino de la diversidad cultural que por la homogeneización que produce el mercado económico global. Los inmigrantes, subrayó Wolton, que son siempre pobres, son objeto de escarnio y persecución, y es escandaloso que, a nivel mundial, no se reconozca la enorme inteligencia humana que se necesita para vivir en dos registros de identidad, el del país que el migrante abandonó y el del país al que llegó. “El 80% de los habitantes de nuestros países sería incapaz de ser migrante.”

Pero entonces la cuestión no se reduce a la tensión, ampliamente discutida y comentada en los últimos años, entre lo global (impulsado por la mundialización del mercado económico) y lo local de las identidades nacionales o regionales, porque la contradicción entre el yo y el otro aparece en los dos niveles. A nivel global, Al Qaeda es el otro del capitalismo mundial en crisis, y a nivel local, las supuestas identidades nacionales están “invadidas” por el extranjero, el otro inmigrante. Durante mucho tiempo, en los países democráticos capitalistas, el otro de las clases dirigentes fueron los pobres. Ahora resulta que además de ser pobre, el otro es un extranjero, habla otra lengua, se viste distinto y tiene creencias exóticas (probablemente peligrosas).

En verdad, la dinámica que opera en la oposición entre mi identidad y el extranjero, entre el yo y el otro, es una cuestión antropológica y política fundamental. Implica mecanismos cognitivos que operan en todos los niveles de la vida cotidiana.

Un campo particularmente interesante es el de la dinámica de los espacios públicos urbanos, en los que vivirá la enorme mayoría de los habitantes del planeta en un futuro próximo. La lógica de los “countries” y de los barrios cerrados es un buen ejemplo de los mecanismos de defensa contra la alteridad: juntémonos los que nos parecemos y dejemos al otro afuera.

También el campo político es un sector donde vale la pena plantear preguntas sobre el otro. Sugiero explorar las respuestas a preguntas de este tipo: ¿cómo es el otro de la señora Presidenta? ¿Cómo es el otro de Néstor Kirchner, de Scioli, de Cobos, etc.? Dado que el otro suele ser la proyección negativizada del sí mismo, el basurero de los miedos del yo, es un buen lugar para entender lo que está pasando.

Decididamente, surfear este último jueves en los medios fue muy gratificante, porque las olas estaban particularmente cruzadas. Encuentro informaciones sobre la conferencia que Felipe Solá pronunció en la sede del Movimiento Productivo Argentino, después de anunciar su salida del kirchnerismo. Dijo Solá que el próximo gobierno no va a tener todo el poder, y que tendrá que reconocer la diversidad de la Argentina. “Necesitamos diálogo, acuerdos sustentables y cambiar la forma de mirar al otro”. Interesante, ¿no?

Sin duda, el único momento, singular e irrepetible, en que podríamos calificar a nuestra especie humana de homogénea, fue el primero, ese momento inicial de la emergencia, en el planeta, del homo sapiens. Recordemos: en ese entonces éramos pocos, probablemente apenas unos cuantos miles de individuos. Paradojas de la historia, teníamos la misma identidad y habíamos nacido en el mismo territorio que la mayoría de los que hoy, como nosotros en aquel primer momento, intentan migrar hacia Europa: éramos todos africanos.


*Semiólogo.