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DESAFIO

Argentina en el G-20

La crisis de 2008 llevó a las naciones más desarrolladas a decidir ampliar consenso sobre las medidas a adoptar y que el G-7 deje su lugar al G-20, que integra Argentina. ¿Por qué?

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La crisis de 2008 llevó a las naciones más desarrolladas a decidir ampliar consenso sobre las medidas a adoptar y que el G-7 deje su lugar al G-20, que integra Argentina. ¿Por qué?
Porque en 1999 era el país más creíble y estable de América latina en lo político y económico, cuando Lula era percibido más como una amenaza que como el dirigente extraordinario que hoy es, y porque México recién en el año 2000 comenzaría su democracia plena después de 70 años del PRI en el Poder.
Porque participó en 23 misiones de paz de la ONU y fuimos el único país de la región que envió un contingente a la guerra por la liberación de Kuwait bajo mandato de la ONU.
Es decir, fue por el prestigio ganado durante los 80 y 90 que formamos parte del grupo de los 20.
Pese al default de 2001 y el comportamiento internacional adoptado por la administración del matrimonio Kirchner, Argentina no fue retirada o suspendida del grupo por su rol histórico y la expectativa que lo retome en plenitud en el futuro. Ese es nuestro gran desafío. El G-20 se constituirá en el foro más importante respecto de las decisiones macroeconómicas que gobernarán el mundo en las próximas décadas. Ahí se perfilarán las grandes líneas que guiarán al sistema político, financiero y comercial global. Sus iniciativas se materializarán en el FMI, la ONU y la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Los otros dos países de la región que lo integran –México y Brasil– alcanzaron un nivel de desarrollo y credibilidad muy alto y, si no reaccionamos a tiempo, Chile, Colombia o Perú nos reemplazarán en el corto plazo. Ya hay voces que reclaman ese cambio. Es imperioso que entendamos e interpretemos nuestra historia como un proceso único e indivisible. Y esto debe incluir tanto nuestro pasado inmediato como la transición ordenada hacia una nueva administración en 2011.
El resultado de nuestra historia bicentenaria es que hemos alcanzado un grado de consideración universal muy notable. No la pongamos en riesgo ni profundicemos nuestro retroceso. El destino de las generaciones futuras está en juego.

*Secretario de Relaciones Internacionales de PRO.

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