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Argentina no habría combatido tan mal al covid

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La revista más prestigiosa del mundo en salud publicó el balance mundial de aumento de la mortalidad y disminución de la longevidad por covid. | reproducción

La reciente controversia sobre la insuficiente respuesta del actual ministro de Salud al brote de dengue, aunque incomparable, trajo a la memoria las controversias producidas en el combate a la pandemia del covid. Y justo al cumplirse cuatro años de que el gobierno dispusiera el aislamiento social, preventivo y obligatorio (ASPO), el 20 de marzo de 2020, la revista más prestigiosa del mundo de la salud, The Lancet, publicó un informe donde “recopiló más de 22 mil fuentes de datos para presentar estimaciones actualizadas del Estudio de Carga Mundial de Enfermedad 2021 para 204 países y territorios y 811 lugares subnacionales entre 1950 y 2021”. 

Y “concluyó que en los primeros dos años de la pandemia hubo 15,9 millones de muertes en el mundo atribuibles tanto a la infección por SARS-CoV-2 como a sus efectos indirectos, por ejemplo, al retraso en la búsqueda de atención médica”, mientras que “a nivel global la esperanza o expectativa de vida al nacer declinó en 84% de los países y territorios durante los primeros dos años de la pandemia y restó en total 1,6 años (leer en este enlace).

“En Uruguay el exceso de mortalidad en 2020 y 2021 fue de solo 0,49 muertes cada 1.000 habitantes, casi diez veces menos que Perú. Lo siguen Costa Rica (0,74), Panamá (0,81), Argentina (0,85) y Chile (1,03). A modo de comparación, la tasa en Brasil fue de 1,36, en Colombia de 1,70 y en Guatemala de 1,78. Fuera de la región la tasa fue: Israel (0,29), Alemania (0,60), Canadá (0,95), Reino Unido (1,02), España (1,03), India (1,29), Estados Unidos (1,59)”.

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“Respecto de las caídas en la expectativa de vida, en Argentina bajó de 76,9 años en 2019 a 76,1 en 2021 (-0,8), en Uruguay de 77,1 a 75,7 años (-1,4), en Panamá de 79,9 a 78,3 años (-1,6), en Chile de 80,6 a 79 años (-1,6) y en Costa Rica de 80,1 a 77,7 años (-2,4). En Brasil, en estados como San Pablo, Río de Janeiro y Minas Gerais, la caída rondó entre 3 y 4 años. Amazonas, cuya capital, Manaos, fue particularmente azotada por la pandemia a mediados de 2020 y a comienzos de 2021 la expectativa de vida se desplomó de 76,4 años en 2019 a 71 en 2021”.

O sea que Argentina tuvo una menor tasa de muertes por cada mil habitantes por covid que Estados Unidos, España, Inglaterra, Canadá y Chile, país al que se elogiaba por haber comenzado a vacunar antes, y, al mismo tiempo, tuvo la menor caída de expectativa de vida de la región superando hasta a Uruguay, el país estrella por ser el primero que había logrado aplicar la deseada vacuna Pfizer.  

Esto no implica que se trate totalmente de un mérito del gobierno de Alberto Fernández, más allá de los recursos destinados a vacunas, barbijos y refuerzos de respiradores; que nadie muriera en el suelo de las guardias sin atención, como sucedió en Italia y España, o se acumularan cadáveres en camiones frigoríficos como en Estados Unidos, y que nadie se quedara sin cama, unidad de terapia intensiva o respirador, es el resultado de décadas de inversión del Estado en salud pública y formación de profesionales médicos que, aunque siempre insuficiente, está por arriba de muchos países de igual nivel de desarrollo económico.

Tampoco significa que el gobierno de Alberto Fernández no haya cometido errores en el combate contra el covid, pero no es verdad lo que Javier Milei repitió varias veces en entrevistas tanto en la campaña como después de asumir la presidencia: “Si hubiéramos hecho las cosas como un país mediocre, habríamos tenido 30 mil muertes, mientras que tuvimos 130 mil”. Probablemente Javier Milei fue el mayor beneficiado por el covid porque la percepción de una excesiva extensión del confinamiento generó –especialmente en los más jóvenes, naturalmente más salidores y sociables– que se sufrieran las cuarentenas como un exceso de intervención del Estado en la vida de sus ciudadanos. Lo que estaba planteado como un acto obligatorio de responsabilidad de los jóvenes, a quienes el covid no mataría, con los más viejos, que podían contagiarse casualmente de los más jóvenes, quedó claramente reflejado en el resultado de las últimas elecciones, donde mayoritariamente los más jóvenes votaron por La Libertad Avanza mientras que los más viejos, por las otras alternativas.

Otro aspecto a ponderar es el costo económico que tuvo la menor mortalidad y la menor reducción de la expectativa de vida, al mantener un confinamiento más extenso que con sus distintas graduaciones duró casi un año e hizo caer el Producto Bruto Interno 10%, igual caída que en el año 2002 con el estallido social del derrumbe de la Convertibilidad.

Los íntimos de Mauricio Macri cuentan que un rabino de fama mundial por su capacidad de predecir con acierto sucesos futuros le había pronosticado en 2019 que iba a ganar las elecciones y ser reelecto. Esto no fue así, Macri olvidó al rabino hasta que a mediados de 2020 recibió un llamado del exterior del rabino, quien le dice: “¿Vio? Usted ganó”. A la respuesta de Macri: “¿Cómo que gané, yo perdí las elecciones”, el rabino contestó: “Usted ganó, imagínese lo que hubiera sido su vida si le tocaba ser presidente en medio de la pandemia de covid”.

Más allá de la ironía, es cierto que la enorme mayoría de los jefes de Estado durante el covid no pudieron ser reelectos y pagaron el costo de quedar asociados por una u otra causa a los recuerdos negativos de la pandemia. E incluso tampoco la mayoría de los gobernadores locales: de aquella célebre foto del anuncio de confinamiento en marzo de 2020, donde junto al presidente estaban Horacio Rodríguez Larreta, Gerardo Morales, Omar Perotti y Axel Kicillof, los cuatro primeros perdieron sus elecciones.  

Fue desproporcionado el calificativo de infectadura pero lo que la sociedad no le perdonó a Alberto Fernández y empañó cualquier posible logro en el combate al covid fue el llamado vacunatorio vip a allegados y la celebración del cumpleaños de la primera dama en la Quinta de Olivos cuando estaban prohibidas las reuniones sociales.

Volviendo a la comparación con el dengue, cuesta imaginar qué cantidad de muertos se hubiera producido en la Argentina si quien hubiese sido presidente durante la pandemia hubiera sido alguien con las ideas de un Estado poco presente como Javier Milei.