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Arráncate los ojos

Me acabo de enterar de dos cosas que no tienen ningún punto en común. Salvo eso: que me acabo de enterar. Primero: en el idioma italiano no parece existir la palabra “ficción”. “¿A quién le importa?”, me dirán, “con las cosas que están pasando”. Mi traductora italiana y yo nos estamos rompiendo la cabeza tal vez en vano.

Rafaelspregelburd150
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Me acabo de enterar de dos cosas que no tienen ningún punto en común. Salvo eso: que me acabo de enterar.
Primero: en el idioma italiano no parece existir la palabra “ficción”. “¿A quién le importa?”, me dirán, “con las cosas que están pasando”. Mi traductora italiana y yo nos estamos rompiendo la cabeza tal vez en vano.
Segundo: un señor Jorge Corsi, psicólogo y experto en violencia y abuso familiar, está acusado de ser un pedófilo tremendamente activo.
Ya lo advertí: no hay relación entre ambas cuestiones.
Los italianos no parecen tener la palabra “ficción”, pero –claro– lo tienen a Berlusconi. Y lo tienen en todas partes: en el gobierno, en los medios. El firma la versión de lo real para toda Italia. Ahora que pretende hacer prescribir todos los crímenes, básicamente para eximirse de los suyos, el pueblo italiano ha salido desesperado a ofrecerle su inmunidad a cambio de no llenar las paquetas calles de delincuentes.
Los medios construyen realidades paralelas, o más bien “ficciones” paralelas que luego (hidratadas por el poder) obtienen la dimensión mítica de “la versión más verdadera de lo posible”. El monopolio de estas realidades ficticias es de los medios, pero la mano de obra que hace el volanteo es la clase media, esa trabajadora zombi que se involucra en pujas de poderes con los que “ficticiamente” se identifica en un santiamén. Las cadenas de mails son una pequeña evidencia. A veces tiene un cariz inofensivo y tierno: desde estas columnas, Pedro Mairal contaba de un poema atribuido a Borges recibido por mail. Idénticas cadenas nutridas en el fervor popular difundían noticias de diarios alemanes sobre el estado de guerra en el que se encontraba la Argentina. Borges no escribió esas cursilerías. Y ese presunto diario alemán se cerró en 1938. ¿Por qué circularán estas ficciones? ¿Qué es lo que fascina tanto de convivir con la exageración y la mentira? ¿Cuáles son las connotaciones (positivas y negativas) de la palabra “ficción”? Al parecer, en italiano, “fittizio” sólo quiere decir “mentiroso”; yo le explico a mi amiga traductora que “ficción” para nosotros no es “mentira”. Que es –más bien– literatura. Es decir, todo lo contrario. Una mentira acordada socialmente, que no opera por mentirosa sino por ficcional.
Recuerdo que en la era pre-internet la poesía Instantes, también atribuida a Borges, se reproducía en fotocopias, como un Gremlin imparable que tapizaba las paredes de las tintorerías. Ahora que todos sabemos que el poema es “falso”, a mucha de esa misma gente que lo fotocopió le debe haber dejado de gustar. Esa literatura desenmascarada quizá les guste menos. Pienso. O más. No sé. Blumberg, cuando dejó de ser “ingeniero”, perdió mucho fervor.
Jorge Corsi es una autoridad en lo que podríamos considerar “su tema”. Imagino que tras las acusaciones tremendas que se le hacen vendrán las pruebas. Sé de docentes que se enorgullecían de haber hecho sus cursos, y que ahora deben borrarlo de sus vitaes. Yo miro en el teatro y se me ocurre una clásica idea: cuando se trata de entender la miseria humana, “la ficción ya lo sabía de antes”. ¿No es Edipo, acaso, perseguidor y perseguido? ¿No se esfuerza en hallar al causante de la peste en Tebas, sólo para descubrir que él mismo (el propio investigador) es el culpable? ¿Se arrancará Corsi los ojos cuando vea el horror, cuando se asuma culpable de la plaga que pretende combatir? ¿Y si el tipo fuera inocente, tal como manifiesta desde su celda? ¿A qué nos estaríamos enfrentando si fuera inocente? ¿Qué ojos rodarían?