El primer responsable de la cacería desatada contra Giovanni Moreno en el partido All Boys-Racing fue Pablo Lunati. Los árbitros son los únicos que pueden cortar de raíz el juego violento porque son quienes administran el reglamento. Es cierto que los futbolistas no ayudan y que existe la sospecha de que los volantes de All Boys salieron con la premisa de impedirle jugar a Gio, con armas que iban desde agarrones hasta puntapiés arteros.
La falta de rigor del árbitro fue lo que convirtió la cancha en un campo de batalla. Es lógico que dirijan así siendo manejados por Francisco Lamolina. Pancho, como lo llaman en su círculo áulico, fue uno de los más fervientes mentores de este tipo de conducción de partidos. Lamolina siempre dirigió con un reglamento paralelo. El mismo lo confesó cuando se retiró: “En los últimos años de mi carrera dirigí contra Castrilli, para diferenciarme de él”. Y aun con esta confesión, se le dio un cargo en la AFA. “El que sabe, sabe. El que no, es jefe”, decían las abuelas.
Volvamos al famoso partido. Barrientos no fue el exclusivo golpeador de Gio. Estuve en la cancha y vi cómo Fernando Sánchez, Juan Pablo Rodríguez y Sebastián Grazzini atendían al futbolista académico, cada uno a su tiempo. Al minuto, Barrientos ya había golpeado desde atrás a Gio. Lunati hizo todo tipo de ademanes, bastante parecidos a los que hacía Javier Castrilli. Lunati dice odiar a Castrilli, pero le copió todo el merchandising. Castrilli era un excelente árbitro, de Lunati no puedo decir lo mismo.
El juez dice que amonestó y tiene razón. Habría que preguntarse cuántos, cuándo y a quiénes. Los dos primeros amonestados fueron Vella y Brau, dos jugadores que nada tuvieron que ver con Gio. El tercer amonestado en ese primer tiempo fue Fernando Sánchez. Nunca castigó el juego brusco como correspondía. Barrientos, puesto por una buena parte de la prensa deportiva a la altura del Petiso Orejudo, Robledo Puch o cualquier asesino serial de la historia que se les ocurra, recibió la amarilla a las 12 minutos del segundo tiempo por una falta común, junto con Fabbiani. El Ogro fue víctima de una de las peores miserias que tienen muchos jueces de nuestro medio: fue tomado de punto por Lunati, quien no sólo no cobró ninguno de los mil fouls que le cometieron, sino que lo amonestó en la primera que pudo.
Lo que deja claro este resumen es que ninguno de los amonestados recibió el castigo por el excesivo juego brusco que vimos el domingo pasado en Floresta.
Pablo Lunati no es el responsable de la lesión de Gio Moreno. Pero no cortó de raíz el juego violento organizado que presentó All Boys. Los jugadores albos lo niegan, pero esa historia de golpear al mejor jugador del rival “una vez cada uno” para no ser expulsados es una táctica tan antigua como el fútbol. Y eso fue lo que hizo el cuadro de Pepe Romero.
Durante un buen tramo del segundo tiempo, Barrientos y Gio Moreno se dijeron de todo. Los dos se dijeron de todo, Gio también participó del trabajo de boquilla. La televisión solo tomó a Barrientos diciendo “ahora sí te voy a pegar”. Quienes vemos fútbol desde hace algunos años sabemos que decir alguna cosa subida de tono en un campo no es necesariamente la garantía de que se va a cumplir. Da vergüenza explicar esto, pero después de haber pasado una semana leyendo y escuchando, no parece ocioso hacerlo.
Barrientos le hizo cuatro fouls a Gio Moreno. Hubo uno sin pelota que merecía la roja. El primero del partido merecía la amarilla. No fue amonestado ni expulsado. Gio Moreno decidió tomarse revancha de la peor manera. Fue desde atrás, cruzó su pierna izquierda, se torció la rodilla y se cortó el ligamento cruzado. Esto fue lo que pasó. Después, uno puede hablar “del contexto”, otro de que “si Barrientos no lo hubiese provocado, quizá Gio no hubiese ido así como fue”.
El problema no es Barrientos. Hay varios temas que confluyeron en una tarde de juego brusco fenomenal. Ya hablamos del árbitro. También hay que hablar de la organización de campeonatos cortos y neuróticos, de promociones que ya están en desuso en campeonatos serios del fútbol primermundista, que generan situaciones violentísimas como aquella que provocó el descenso de Chicago; de un Tribunal de Disciplina injusto, ineficaz y acomodaticio; de una fuga de talentos que no son reemplazados por jugadores del mismo nivel; de divisiones inferiores que arman equipos para ganar y no para formar jugadores…
En fin, podemos hablar de esto todo el día. Gio Moreno volverá a jugar y será una estrella impresionante porque sus condiciones son fantásticas. Seguramente, Racing lo disfrutará, le formará –como había ocurrido ahora– un muy buen equipo alrededor y tal vez dé alguna vuelta olímpica.
Lo que está mal, lo que debemos dejar de hacer, es creer que Barrientos es el culpable de todos los males del fútbol argentino. Barrientos es sólo un jugador que tuvo dos tardes de juego duro: aquel incidente con Tito Ramírez en un partido contra Banfield del torneo anterior y esta tarde de la lesión de Gio Moreno. Pero ese juego brusco, esa cacería organizada del jugador talentoso y ese árbitro tan histriónico como débil y de carácter inestable existen por culpa de gente muy poderosa al que una buena parte de la prensa deportiva de este país prefiere no tocar.
Entonces, el análisis empieza por Hugo Barrientos. De más está decir que están seriamente equivocados.