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Beijing, la paz y el sur global

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Protagonistas. Putin, Biden y Xi Jinping, los tres ejes de un conflicto global. | cedoc

Después de un año de mantener una posición de neutralidad prudente y pragmática –pero ambigua– en cuanto a la condena de la intervención rusa en Ucrania, el viernes pasado, China ha presentado un plan de doce puntos para avanzar en una solución política que lleve a un cese de hostilidades y a una reanudación de las conversaciones de paz entre ambas partes en conflicto. El plan reitera la posición china de respeto a la soberanía, a la integridad territorial y al rechazo del uso de las armas nucleares, y llama a abandonar la mentalidad de la Guerra Fría –en una clara alusión al papel de los Estados Unidos y de la OTAN–, a proteger los intereses de seguridad nacionales y a detener las sanciones económicas contra Rusia. La propuesta fue anunciada poco después de una reciente gira, probablemente exploratoria, del excanciller Wang Yi por cuatro países de Europa –Francia, Alemania, Italia y Hungría– que ostentan las posiciones menos duras con respecto a Rusia, que culminó con una visita a Moscú y una entrevista con Putin, y, a la vez, de la abstención de China en la Asamblea General de las Naciones Unidas que recientemente exigió la retirada de las tropas rusas de Ucrania.

Más allá de asumir un rol de pacificador global en el marco de una reconfiguración del orden mundial que desafía la hegemonía de los Estados Unidos, la iniciativa envía un claro mensaje a esta potencia sobre la conformación de un nuevo orden global con la participación de nuevos actores protagónicos y sobre una mayor alineación de Beijing con Rusia en la eventualidad de que esta iniciativa no prospere.

Occidente –en un arco que abarca desde la administración estadounidense hasta la secretaría general de la OTAN– ha reaccionado con escepticismo ante la iniciativa. De hecho, Jens Stoltenberg no ha dudado en afirmar que China “no tiene mucha credibilidad en este conflicto”. Sin embargo, el presidente ucraniano Zelenski ha señalado su disposición a entablar un diálogo con Xi Jinping sobre el plan y, simultáneamente, ha expresado su expectativa de realizar una cumbre con América Latina y el Caribe. Este último señalamiento se encuadra en la actual ofensiva diplomática de Ucrania para reforzar sus relaciones y buscar apoyos y aliados en la región y en el Sur Global. Particularmente luego del fracaso de una cumbre con mandatarios africanos a la que asistieron solo cuatro países.

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Si bien el término Sur Global adolece de marcadas ambigüedades y da lugar a un uso confuso, es evidente que –una vez consolidada la alianza atlántica ante el conflicto (pese a la existencia de tensiones y fisuras internas tanto entre los Estados Unidos y algunos países de la Unión Europea, como en el seno de ésta)– la conformación de dos bloques enfrentados entre el Norte occidental y el Sur ha dado lugar a una pugna entre ambos por ganarse las voluntades del Sur Global en África, Asia, Medio Oriente y América Latina. Las naciones del Sur Global –muchas de ellas economías emergentes con aspiraciones de protagonismo internacional– han mantenido, en general y más allá de las condenas públicas al Kremlin, una posición neutral en una confrontación que ha devenido en un conflicto entre Occidente y Rusia. Razones abundan para esta posición, desde las experiencias de colonialismo o de intervención vividas en el pasado hasta la reticencia a involucrarse en un conflicto lejano y ajeno a sus intereses. Sin embargo, tanto Occidente como Rusia han intensificado sus ofensivas diplomáticas en estas regiones, con mayor o menor éxito, dando lugar a una “batalla por el Sur Global” que ahora también intenta desplegar el gobierno de Ucrania.

Detrás de estos movimientos para ganar aliados y voluntades en el tablero internacional, muchas veces se pierde de vista la urgente necesidad de promover una iniciativa que pueda poner fin, a la vez, a la guerra en Ucrania y a la catástrofe humanitaria que, en distintos ámbitos y a diversas escalas, se ha desarrollado tanto en este país como a nivel global.

El plan de paz propuesto por Beijing, así se presente inicialmente en términos genéricos y con una abundancia de mensajes y señales dirigidas a diversos interlocutores, puede ser un primer paso en ese sentido. Más aún si algunos importantes actores del Sur Global ven favorecidos sus intereses al sumarse a la iniciativa de impulsar un armisticio y una negociación entre las partes en conflicto. No es casual, en este sentido, que Lula da Silva, el presidente de Brasil –país que ocupa actualmente un asiento no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU–, promueva conversaciones con Zelenski y una próxima reunión con Xi Jinping con la intención de conformar un Club de la Paz que dé pie a esta negociación.

Ante la parálisis o el fracaso de otros intentos en este sentido, confiemos en que el creciente peso internacional de algunas naciones del Sur Global pueda coronar con éxito –individual o colectivamente– estas iniciativas en una coyuntura en la que se conjuga tanto la necesidad de prevenir y limitar las catástrofes humanitarias como contener la amenaza de un conflicto nuclear de alcance global.

* Presidente de Cries y autor de Guerra y transición global.