En estos días extrañé a Roberto Fontanarrosa y a su personaje Best Seller, el mercenario que protagoniza la novela homónima publicada en 1981. En su momento, el libro les pareció a algunos un ejercicio pasatista y a otros, entre los que me incluyo, la revelación de un narrador talentosísimo y muy hábil para vestir la realidad de entonces con una prosa lujosa, precisa e irónica al mismo tiempo (“El corazón pareció detenerse un momento y luego comenzó a golpear contra las paredes del páncreas como un gorrión enjaulado”).
Fontanarrosa supo hacer ficciones con la chatarra que nos daban los diarios para nuestro consumo cotidiano y lo más que podría reprochársele es su confianza en esa mitad del arte que llamamos lo “mundano”.
En Best Seller, el protagonista se bate en una partida de cartas con un magnate venezolano (“¿Te crees que Victorio Álvarez es dueño de media Venezuela por perdonar deudas?”), pero Irán no aparece ni una sola vez en el tumulto de referencias al terrorismo internacional, el tráfico de armas, los desplazamientos a través del mundo, las marcas de lujo y las bandas de espionaje y vigilancia territorial.
Fontanarrosa se hubiera hecho una panzada con el caso del avión de Emtrasur
Fontanarrosa se hubiera hecho una panzada con el caso del avión de Emtrasur, sobre el cual han opinado ya las mejores mentes del país, sobre todo porque le habría permitido cruzar sus dos registros predilectos: el criollista y el internacional, esos dos polos ficcionales que, en sus historietas también llevaban dos nombres propios célebres: Inodoro Pereyra y Boogie el aceitoso.
Que las tapas de los diarios argentinos estén ocupadas desde hace más de dos semanas por un pormenor de una novela de Fontanarrosa puede divertir o preocupar, pero en todo caso deja claro los umbrales de indiscernibilidad entre la realidad y la ficción, ese nuevo registro de realidadficción que caracteriza nuestro tiempo.
Pendientes ahora de la aparición de un traductor del farsí, imaginamos una trama de viajes, conversaciones y complots en el registro bestsellerista: trash industrial verosimilizado en un contexto de inestabilidad política y decadencia cultural.
La aventura argentina, más allá de las novelas, es sobrevivir a la mezcla de gravedad institucional y estupidez.