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BUENAS Y MALAS NOTICIAS

Bipolaridad macrista

Se difunden señales positivas y se trata de esconder lo negativo. Los encuentros secretos de Patricia Bullrich con César Milani.

‘DANZA CON  GLOBOS’ Mauricio Macri
| Pablo Temes

Dos hemisferios opuestos caracterizan al gobierno Macri. Sur y Norte, izquierdo y derecho (ideologías aparte), uno más inteligente que el otro. Asimétricos. Como la geografía o el cerebro. Uno auspicioso, el otro inquietante. Basta ver las señales de esa foto dividida:

1) Una parte ofrece la llegada de Obama, encauza una relación con EE.UU. suspendida durante diez años por caprichos viscerales. Nadie sabe cuánto beneficia este contacto, sí se sabe sobre la inutilidad de no tenerlo.
2) Primera visita oficial del ingeniero al Papa, amistosa,  luego de un tránsito ríspido en los últimos meses con menoscabo de Francisco hacia Macri (ni lo saludó por la victoria), al revés de  su cercanía a Cristina. No está claro cuál era el reproche (se habla de observaciones sobre presunta venalidad administrativa), el que no parecía existir cuando su preferido, Del Corral (hoy a cargo del formidable proyecto de las Scholas), estaba designado en el gobierno porteño. Queda pendiente una demanda vaticana por la situación de Milagro Sala, que se testimonió no tanto por el envío de un rosario bendecido, habitual de la profesión, sino por el reclamo del cura Lozano sobre los magistrados que ordenaron encarcelarla. Igual conviene entender una conducta con la cuestionada jefa social de Jujuy: desde hace varias décadas, la Compañía de Jesús –a la cual el Pontífice adhiere– fijó la necesidad de que la Iglesia se mimetice con los olvidados pueblos indígenas, como lo acaba de hacer Bergoglio en su peregrinación por Chiapas.
3) Un eventual acuerdo con los acreedores para vivir de prestado un tiempo, imprescindible aporte –dicen– para enjugar y sostener la nueva política económica.
4) La colaboración sindical (si la fe mueve montañas, los fondos de las obras sociales mueven cordilleras), expresada hasta por los acólitos del gobierno anterior.
5) Un consenso parlamentario que le permitirá proveer leyes que parecían inviables de modificar (el fin del cerrojo, por ejemplo). Un marzo antológico de acuerdo a la opinión del  Gobierno, en comparación con otros marzos insustanciales de los últimos diez años. Aun así este hemisferio favorable no puede precisar si Macri, en su discurso del 1º de marzo, desnudará la herencia recibida de Cristina como le ruegan sus socios del radicalismo o, al mejor estilo mandeliano, tratará de entusiasmar a los ciudadanos con un mensaje motivacional, como el de los DT antes de que sus jugadores salgan a la cancha.

Bipolar. La otra parte de la esfera, más cotidiana, se exhibe complicada:
a) Se volvió un azote la inflación, tanto que variaron el discurso monetario y hasta amenazaron con castigar a los empresarios aprovechados. Una sinonimia de Guillermo Moreno.
b) Se aseguró que los aumentos salariales empezarían siempre con el número 2 y anunciaron una paritaria docente que comienza con 4.
c) Se hizo un festival con el cambio de Ganancias semejante a la creación del aguinaldo, cuando en verdad se olvidaron de los autónomos y de las escalas, la reforma es incompleta sometida a la inflación y está a la espera de una nueva ley que corrija realmente los tributos del trabajo. Como dicen los críticos, “si votaste globos, recibirás globos”.
d) Se despertó un litigio imprevisto en el Indec, se ausentaron las responsabilidades –como en otros episodios– y el futuro estadístico aparece, por lo menos, sospechoso. De nuevo.
e) La Casa Rosada y los gobernadores ensayaron un protocolo para prevenir piquetes y cortes, complejidad social que ya se había producido (como los últimos, instigados por grupos cristinistas a favor de la liberación de Milagro Sala) y obligó a convertir a Patricia Bullrich en una dama de hierro local sosteniendo que esas protestas en el futuro no durarán ni cinco minutos. Debe estar convencida: no sólo hizo acuerdos con otras administraciones. También se reunió –más de una vez– con el cuestionado general de Cristina, César Milani, que dispondría de una capacidad de inteligencia para este tipo de avatares violentos, cuyo objetivo parece superar la queja: más bien persigue provocar represión, eventualmente víctimas, sobre las cuales comienza otro discurso, mientras se entierra el de la corrupción, que apareció luego de la marea. Más viejo que las canas.
f) Sacudió a Macri, también, la tenue crítica de sus socios políticos. De Carrió a los radicales. Unos reclamando medidas más generosas y otros, cargos, amén de cuestionar a funcionarios caros al corazón del mandatario. Hubo encuentros semipúblicos, favores, acuerdos y recuerdos: fueron parte de la UCR tanto como el peronismo duhaldista los que contribuyeron a la fragmentación y disminución del gobierno de De la Rúa.

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Y, como en tiempos de De la Rúa, hay una insistencia por dar e inflar las buenas noticias que anidan en un hemisferio y, en lo posible, distraerse de las que pueblan el otro. No le sirvió a la Cristina que dilapidó el poder, que no escuchó ni siquiera a los que permitía visitarla. Como el caso de Mario Ishii, quien antes de las elecciones le pidió que escribiese una carta a los argentinos, que reconociera errores, la voluntad de enmendarlos y consagrar para ese ejercicio a Daniel Scioli. “¿Una carta? Qué viejo estás, Mario. Eso ya no existe. Si querés hacelo vos”, espetó la dama. Todos saben que, luego, Cristina perdió las elecciones y que Ishii, con la misma bandera partidaria,  ganó con comodidad en su distrito, que resistió a la ola amarilla bonaerense.
El que quiera escuchar, que oiga.