Aumentar reservas, reactivar el mercado inmobiliario, financiar la inversión energética; los objetivos declarados del blanqueo. Riesgo de suba del blue, daño irreversible a la cultura tributaria, resultados insignificantes o efímeros; los costos asociados a la iniciativa.
Agotadas las cajas públicas y privadas ($ 200 mil millones y US$ 32 mil millones del BCRA en cuatro años, más Anses-FGS-AFJP, entre otros), la lógica financiera del “modelo” profundiza la represión de demanda de divisas de “los que están adentro del zoológico” (para ahorrar, importar, viajar, disponer divisas en el exterior) bajo el eufemismo de controles tributarios (que a esta altura, si no hicieran llorar, harían reír), y manotear divisas de donde sea, sin discriminar por origen si las “blancas” se hubieran agotado por una presión tributaria insostenible o un abuso irresponsable de reservas en tiempos de abundancia (60% de los activos del Central son “pagadios”). Eso sí, como los evasores están “fuera del zoológico”, el garrote no funciona, y hay que ofrecerles alguna zanahoria, como el indulto fiscal y el pago de intereses.
¿De explorar las causas de un insólito faltante de divisas en medio de los mejores términos de intercambio de la historia? Ni una palabra. ¿De la sangría de US$ 13 mil millones de reservas, aún con el torniquete del cepo asfixiando el flujo sanguíneo? Nada. ¿La avidez por el dólar tendrá algo que ver con el atraso cambiario por inflación? De eso no se habla parafrasean funcionarios a la cineasta María Luisa Bemberg. “No devaluaremos porque licúa salarios. ¿Y la inflación no provoca lo mismo? ¿Cuál inflación?”.
¿Por qué nadie nos quiere prestar a tasas razonables? Mejor atribuirla a una confabulación internacional neoliberal que nos odia porque no seguimos sus recetas, o al fin y al cabo “en el Mundial 94 la FIFA no le inventó lo del doping al Diego que desafiaba su autoridad”.
En la ciénaga del blanqueo quedan empantanados dos emblemas épicos del relato: el desendeudamiento y la pesificación.
Tan exitoso fue el presunto desendeudamiento (en rigor, cambio de acreedor: antes se debía a bonistas, ahora al Central y, por carácter transitivo, a los tenedores de pesos), que termina encallando en el muelle de los evasores. ¿Por qué no colocar deuda entre inversores regulares? Porque, a diferencia de Bolivia, Paraguay, Brasil, Uruguay o Chile, por mencionar el vecindario, nadie estaría dispuesto a prestarnos a tasas del 4% anual. Sólo los evasores, amnistía tributaria mediante, podrían aportar divisas frescas (y está por verse).
La economía se subordina a la política… Hasta que el rey se ve desnudo de recursos y, como los viejos monarcas, transforma a los piratas en corsarios para seguir financiando su palacio real.
Tan exitosa fue la pesificación compulsiva, que el Gobierno –que prohibió los créditos hipotecarios en dólares y obliga a pesificar a quien quiere traer dólares en blanco– procura seducir dólares negros para lubricar un mercado inmobiliario colapsado.
A no rasgarse las vestiduras. Que el desendeudamiento y la pesificación eran dos ideas tan infantiles, al menos con instrumentos voluntaristas, que es mejor empezar a arriar banderas estériles.
Mención aparte merece la dimensión ética. Blanqueo: valía cruzar con semáforo en rojo, con efecto retroactivo (tanto para la ley penal tributaria como para la penal cambiaria). “Infractor indultado: disponga de sus dólares a valor blue para comprar propiedades. Conductor respetuoso: no olvide pagar ganancias, bienes personales, impuesto al cheque y personal doméstico presunto, explíqueme porqué sacó de cajeros en el exterior y olvídese de comprar dólares”.
Tras dos blanqueos en menos de cinco años, y aún bajo la absurda construcción de un razonamiento despojado de consideraciones éticas, la justificación pragmática es miope: podría atraer algunos stocks de dólares “negros”, pero el evasor serial volverá a cruzar en rojo en la próxima esquina, confiando en un nuevo indulto para sus flujos futuros. Atrás se inmolaron los viejos slogans de “una nueva cultura tributaria”
Efectos esperados. Con demasiados detalles pendientes para la reglamentación de los nuevos títulos (Cedin y Baade), y numerosas contradicciones entre las declaraciones de funcionarios y la letra escrita del proyecto elevado al Congreso, pueden conjeturarse algunos resultados esperados.
- ¿Se blanquearán muchos fondos? Difícil saberlo. Poco ayuda la reputación del “cuidador” para con los que están adentro del zoológico. Algunos parámetros: se “exteriorizaron” US$ 4 mil millones en el blanqueo anterior (2008-2009), cuando los depósitos en dólares habían crecido US$ 2 mil millones el año previo (ahora cayeron US$ 5 mil millones en los últimos 12 meses), y la brecha cambiaria era inferior al 5% (ahora 100%). El zoológico inspiraba más confianza hace cuatro años.
- ¿Subirán las reservas? No hasta el tercer trimestre (los “blanqueadores” suelen esperar hasta último momento). Y presumiendo que preferirán el Cedin para inmuebles, más líquido y conveniente que el Baade para energía (que rendiría 4% anual pero inmovilizaría fondos hasta 2016), cualquier suba será efímera: al ser canjeables por dólares una vez concretada la operación, el vendedor del inmueble no tardaría en ir a reclamar sus divisas.
- ¿Bajará el blue? No inicialmente, ya que baja la oferta informal (dólares negros que hoy se ofrecen allí entrarían al circuito formal) y sube la demanda potencial si los tenedores de pesos en negro, atraídos por el indulto, buscaran dólares en el blue para acceder al blanqueo.
- ¿Es un desdoblamiento cambiario? Durante su vida “estilo mariposa”, que puede extinguirse al primer uso, el Cedin sería una especie de patacón, pero de provincia norteamericana, un cuasi-dólar, más valiosa que el peso (respaldo de 100% de divisas en el BCRA), pero menos que el dólar billete (menor poder cancelatorio, algún riesgo de que el Central no entregue billetes al rescate). Si se habilitara un mercado secundario para la compra-venta del Cedin con pesos, nacería un mercado “paralelo oficial” para transar “cuasi-dólares”, sucedáneo del dólar físico y competitivo con el blue (aunque difícil que alcance volumen)
- ¿Se reactivará el mercado inmobiliario? Hoy no se hacen operaciones porque todos los agentes rankean sus activos en el mismo orden de preferencia: dólares, inmuebles, pesos. El que tiene inmuebles sólo acepta dólares, y el que quiere inmuebles ofrece pesos. ¿El blanqueo será suficiente zanahoria para que el blanqueador de dólares en negro acepte bienes raíces? Algo habrá, presumiblemente más destinado a propiedades usadas que a construcción.
La evidente contradicción con los objetivos superiores del relato oficial (desendeudamiento, pesificación, combate a la evasión) revelan una medida desesperada para sumar algunos dólares a las arcas públicas y reactivar una inversión derrumbada. Un piloto que reacciona a los volantazos no ayuda a recrear la confianza del pasajero. Son comprensibles las resistencias políticas a encarar un programa antiinflacionario en un año electoral, dado que incluye recetas antipopulares (suba de tasa de interés, desaceleración del gasto). Pero a esta altura, tras dos años de estancamiento en la banquina con el motor recalentado, no combatir la inflación es más recesivo que enfrentarla. Más aún, parches contrarios a la equidad, la ética, la consistencia del discurso, ¿no serán más “pianta-votos” que un programa consistente, aún reconociendo errores? Quizás sea tiempo de recordar la frase atribuida a Bertolt Brecht: “cuando la hipocresía empieza a ser de muy mala calidad, es hora de empezar a decir la verdad”.