Estoy en la ciudad de Córdoba, ¡en un festival! La provincia de Córdoba es famosa en el mundo entero por sus festivales (desde el gran evento de doma en Jesús María hasta Cosquín en sus dos versiones: folklore y rock, pasando por la Fiesta Nacional del Pejerrey en Las Rabonas o la Fiesta Nacional del Maní en Hernando, cuya primera reina trans, la exquisita Agustina Ottani, ha sido designada como ángel de Sebastián Freire, jurado del Festival Internacional de Cine LGBT+ Diversidades y Géneros “Amor es Amor”, un evento ciudadano que se incorpora ahora al calendario regular de festivales cordobeses. Yo he venido como consorte, en vuelo separado. Como es sabido, los organismos públicos están obligados a comprar vuelos en Aerolíneas Argentinas. Yo, un poco por antipatía a esa política y otro poco para conocer, elegí vuelos en compañías low cost a los que, aplicados además el “previaje”, me salieron casi regalados (en todo caso, la cuarta parte del pasaje que le compraron a Freire).
Llegamos el lunes a tiermpo para la fiesta de inauguración a la vera del río Suquía, mucho más caudaloso que otros años. Sobre el puente peatonal del mismo nombre habían instalado al DJ y en el hermoso parque donde los runners cordobeses se cruzan habitualmente con las trabajadoras de la carne habían dispuesto un delicioso catering donde lo más granado de la diversidad cordobesa se entregaba al mejor de los pasatiempos: el chismorreo.
Yo lamenté que el festival no estuviera asociado de algún modo con los espectáculos homoeróticos de Jesús María, pero los funcionarios presentes no parecieron notar lo mucho que ganarían ambos encuentros y, sobre todo, los delicadísimos desplazamientos entre formas de vida y formulaciones identitarias que ese bucle patrocinaría.
Todo siguió a un ritmo de vértigo, con exhibición de películas (para la categoría de ficción y documental hubo más de cien presentaciones). Varios de los jurados, incluido mi marido, Sebastián Freire, presentaron sus películas fuera de competencia. La premiación sucederá esta noche en Carlos Paz, donde además han prometido fiestas pantagruélicas (y todo hace suponer que se cumplirá la promesa, porque a las celebraciones previas no les ha faltado nada).
No sé muy bien qué desencuentros impidieron que Camila Sosa Villada, la mejor escritora actual de la Argentina, oriunda de esta provincia, haya reinado en este festival como se merecía o que Albertina Carri, quien también fue jurado del festival, nos acompañara en las tardes de proyecciones y en las noches de canto y baile. No sé si se trata de políticas o de desajuste de organización. Como soy convidado de piedra, no me meto demasiado en esos asuntos. Pero ojalá que el festival se consolide y crezca: la cordobesada se merece un evento como éste.