Siempre hay una primera vez… Pero, una primera vez ¿es para siempre? ¿Se trata de la felicidad o de una condena? Vaivén vertiginoso. Lo nuevo se pierde en el instante, lo que hubo es irreconocible en el presente. Nuevamente Borges. Siempre nuevo: clásico. Pero esta vez su poesía, tan intensa, anhelante. A veces puesta en tercer lugar, detrás de sus célebres cuentos (tantos para elegir, piezas del rompecabezas de la humanidad) o ensayos literarios y filosóficos que renuevan discusiones de todas las épocas. Sus poemas son como gasas del tiempo que se posan rotundas y leves sobre las cosas (tiene varios poemas sobre “las cosas”) y los seres. Verdaderas muestras de la intimidad de la creación. En su epílogo a Historia de la noche escribe: “Un volumen de versos no es otra cosa que una sucesión de ejercicios mágicos”.
Más de una decena de libros componen su arco poético, desde 1923, con Fervor de Buenos Aires hasta Los conjurados, publicado en 1985. En todos encontramos alguna pista de la vida, volcada en verso. A través de sus enumeraciones, organiza los dones y las fatalidades. Preciosa oscilación de “la nostalgia del presente” (genial poema de su libro La cifra, donde el personaje intenta recaudar la intensidad de su vivencia, desdoblándose como espectador de la misma, y por ende, ¡perdiéndosela!), a la dicha de “la gran memoria cóncava que no es una nostalgia” (poema Islandia).
Sus poemas son como gasas del tiempo que se posan rotundas y leves sobre las cosas
La supuesta complejidad borgeana no es más que un tejido cuidadoso. Borges no es difícil, sino añorante. Basta leerlo sin recaudo para que lo simple aparezca de improviso. Como el verso “Los árboles me dan un poco de miedo. Son tan hermosos”; y en ese mismo poema –titulado La dicha– hasta el amor se entiende: “Loado sea el amor en el que no hay poseedor ni poseída, pero los dos se entregan”.
Para poetizar, ensaya distintos tonos. Elige la alternancia, más que la ruptura. ¡Tantos que proclaman el verso libre!, Borges lo liberó hace rato, sin abandonar cadencias de otros tiempos, probando alejandrinos, sonetos, el verso blanco. En sus cuentos suele invocar el día en la vida de sus personajes que implica un “para siempre” (Biografía de Tadeo Isidoro Cruz, Emma Zunz, Tema del traidor y del héroe). En su poesía “todo sucede por primera vez, pero de un modo eterno”.
Démosle a Borges su primera vez, leyéndolo.
“El que lee mis palabras está inventándolas”.