Soy la obsesión de los humanos. Me buscan y me rehúyen, según las circunstancias. Cuando se olvidan de mí, me libero de sus miradas obtusas. Descanso en la plenitud del blanco. Me convierto en papel sencillo, para otros fines menos engañosos. Pero con las elecciones, vuelvo, puntual e irremediablemente, a lo que soy: una lista de candidatos, de las que vienen con carita. Me reparten como pan caliente, atropellando el paso, sin demasiadas explicaciones, ofreciendo esas poses que una cámara estuvo esperando que saliera justa para el convencimiento. Teleobjetivo de la sinceridad manipulada. Horas ensayando la mirada profunda, la sonrisa perfecta, o la seriedad calculada, para que en el papel impreso ni siquiera se note semejante esfuerzo, como si el desgaste de la reproducción pusiera en evidencia la fatuidad de los gestos.
Puedo ser de otra naturaleza menos engañosa. Y mucho más simple. No todas las listas se reparten en la calle, algunas son más íntimas, incluso las cotidianas. Una lista de compras, por ejemplo. ¡Cuánto más real es un zapallito que una promesa de campaña! O mis primas las listas de los útiles escolares. Cómo envidio la regla, los lápices, los cuadernos… ¡el transportador! Se han hecho hasta versos (de los verdaderos) con nosotras. Nabokov convirtió una lista de alumnos en un poema de amor. César Vallejo hizo la suya, una lista que incluía la paz, el ébano, la avispa, la vertiente… Hay otras más tristes, y humanas, que conllevaron pérdidas, soldados que se alistan.
Ahora me toca la próxima campaña. Ya no saben dónde ponerme. La televisión es un rejunte. En una tanda publicitaria saturo a cualquiera que se proponga elegir; estampada en los carteles, ni sirvo para ser leída, porque mis palabras se devalúan, ya no alcanzan para decir nada: “todos”, “cambio”, “libertad”, “unidad”, tan bellas y vaciadas…
Confundo a cualquiera que no se detenga a leerme, estudiarme. Si por lo menos sirviera para orientar... No desdeño esa posibilidad, todo lo contrario, quisiera ser lista para que las personas decidan. Pero la mayor de las veces termino siendo un bollo en la basura de sus anhelos. ¿Qué pasó que ni al paso se interesan por las paso? No me resigno a ser lista inútil, teniendo la responsabilidad del destino de las personas. Quiero incentivar, formar parte de sus esperanzas, como cuando hacen una lista de regalos para las navidades, pensando en los seres queridos. Que las miradas obtusas de las caritas se conviertan en miradas verdaderas. No se puede fingir lo ajeno, tan sólo lo propio y con talento. Como lo escribe Fernando Pessoa, “El poeta es un fingidor/ y finge tan completamente/ que finge que es dolor/ el dolor que en verdad siente.” Es cierto que las hay peores: las listas negras. Terribles, nefastas. Prefiero el gris de las de campaña, aunque mientan un poco. Estar listo.