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por que es el preferido de cristina

Boudou superstar

Su poder desata internas en el Gabinete. Cómo es el operativo para barnizarlo de progresista. El respaldo de Moyano. ¿Coscia vice?

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¿Cómo es posible que Amado Boudou actúe como si fuera el jefe del cristinismo? Esta es la inquietud más reciente que atraviesa el poder. Ni los kirchneristas de la mesa chica de la primera hora pueden entender cómo fue que el ministro de Economía entró tan rápido y tan profundamente en el corazón de las decisiones de Cristina Fernández de Kirchner. El crecimiento exponencial de la injerencia en todos los asuntos de gobierno del ex militante de Alvaro Alsogaray se aceleró con la muerte de Néstor Kirchner, que era el único que ponía límites a su voracidad. Casi no hay acto en donde Aimé no acompañe a la Presidenta. Pasó en Mar del Plata el viernes, donde la nueva estrella del firmamento K jugaba de local y donde suele reclutar a sus socios de la política y de los negocios. Pero también ocurrió en el flamante cuartel de bomberos de Villa Lugano, donde Boudou se sentó al lado de Cristina. Fue un claro mensaje de que es su preferido para la candidatura a jefe de Gobierno de la Ciudad, sapo que se niegan a tragar y que descoloca a mucha militancia progresista como la de Daniel Filmus, Emilio Pérsico o Martín Sabbatella.

El último triunfo de Amado fue la designación por el decreto presidencial 107 / 2011 de Katya Soledad Daura al frente de la Casa de Moneda. Daura, que ocupaba una gerencia en la Anses, es de su íntima confianza y está casada con Manuel Somoza, un director de Economía muy amigo del ministro, tal como anticipó ayer PERFIL, que también denunció la utilización por parte de Boudou de recursos públicos para su campaña. Como segundo quedó Juan Tristán, otro antiguo compinche.

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Esta batalla ganada se desató con la crisis por la falta de billetes de 100 pesos, que erosionó el prestigio de Juan Carlos Pezoa y Mercedes Marcó del Pont, dos funcionarios con fama de honestidad y verticalismo. Sus colaboradores dicen que pagaron los platos rotos por culpa de una operación comercial para quedarse con la empresa Ciccone Calcográfica por parte de un grupo vinculado al propio ministro. En su declaración jurada, Amado Boudou reconoce la propiedad del 50% de Inversiones Inmobiliarias Aspen SA, con sede en Mar del Plata. En esa sociedad figura un director suplente de doble apellido que, precisamente, estuvo maniobrando en distintos niveles para apoderarse de la compañía que imprime con máxima seguridad y que está en concurso de acreedores. Ciccone tiene la tecnología necesaria para imprimir billetes y su quiebra fue decretada por una deuda con la AFIP, que encabeza otro ex cuadro ucedeísta de la Universidad de Mar del Plata “reKonvertido”: Ricardo Echegaray. El personaje que se movió en este tema es el mismo que tuvo un incidente escandaloso en la sede de la agencia Télam (gestión Granovsky) porque se lo acusó de dejar un sobre con dinero para acelerar pagos de publicidad oficial del programa de una bella conductora televisiva, por entonces novia de Enrique Albistur, quien era secretario de Medios.

Pero esto es sólo una muestra de la creciente seducción política que Boudou ejerce en la cima del poder. Despejar esta incógnita es para Carlos Zannini una de las máximas preocupaciones. Aníbal Fernández está convencido de que la información acerca de que le caducó el pase libre y ahora tiene que golpear la puerta del despacho presidencial fue filtrada por el joven ministro. Julio De Vido, patrón de la estancia kirchnerista por antigüedad y porque sólo reporta a Cristina, dejó con la boca abierta a un empresario que le fue a pedir un favor menor y escuchó la siguiente respuesta: “Tengo que consultarlo con Boudou”.

Una parte del Gabinete murmura con cierto resentimiento: “Cristina a Boudou le perdona todo”. Ponen como ejemplo varias expresiones casi grotescas que tuvo el ministro respecto de la inexistencia de la inflación como problema para los sectores más humildes, de su consejo tomado de la predicadora liberal Lita de Lazzari de buscar precios mediante caminatas o de su vaticinio sobre que la inflación de 2011 tendrá “un solo dígito”.

Siguiendo con el humor, según la ironía corrosiva de la revista Barcelona, “se confirmó que Hugo Moyano es el camionero más rico del planeta”. El líder de la CGT, otro marplatense poderoso, actúa cotidianamente como principal sostén de Boudou. Incluso la pegatina masiva de afiches que dicen: “Soñamos con una ciudad, creciendo con el país” tienen la firma de la Corriente Nacional del Sindicalismo Peronista, que expresa al moyanismo. Al parecer, una de las miles de monedas de cambio es una segura candidatura de Julio Piumato como primer candidato a diputado. De hecho, el sindicalista judicial fue el que más chicaneó a Daniel Filmus. Recordó que “en 2009, cuando Kirchner le pidió que fuera candidato, se negó porque dijo que quería honrar el contrato electoral que había firmado con los porteños como senador. No creo que se postule: tiene mandato hasta 2013. Si lo hace, será el candidato de Alberto Fernández y de Clarín”.

Este es un tema tan delicado que dividió a la propia Corriente Nacional de la Militancia. Edgardo Depetri, histórico combatiente desde la CTA contra los 90, anunció su apoyo a Boudou. No quiere contradecir los deseos de la Presidenta, pese a que sus compañeros sostienen a Filmus y quieren evitar lo que consideran un giro a la derecha. Para contrarrestar la ausencia de pergaminos “revolucionarios” y sus gustos caros como las motos Harley-Davidson o la colección de guitarras eléctricas o las clases que daba en la universidad del CEMA, la catedral de la ortodoxia monetarista, la idea es que su compañero de fórmula sea Jorge Coscia, que viene de la izquierda criolla de Jorge Abelardo Ramos, y no la actriz Florencia Peña, que adolece de problemas similares a los del ministro. Como se cuenta en páginas anteriores, la idea es darle un barniz “progre”.

Otro recurso que se deja en la manga para cuando las elecciones del 23 de octubre estén más cerca es el anuncio del aumento de las asignaciones para hijos de desocupados y trabajadores en negro, mal llamadas universales. Esa transferencia de recursos realmente progresista tuvo un impacto muy positivo, pero ahora ha sido licuada producto de la inflación de los alimentos, que se acerca al 40%, pese a que Boudou quiera mirar para otro lado.