Mientras la columna de ayer –“Brics 1: Rusia (Centro y periferia)”– puso énfasis en mostrar que las similitudes de los rusos con los argentinos son mucho mayores que lo que se cree, esta sobre China tiene que comenzar remarcando lo opuesto: las diferencias entre los argentinos y los chinos son superiores a las aun enormes que se suponen. Aquella figura de las abuelas sobre que si se hiciera un agujero desde la Argentina que cruzara el planeta se saldría del otro lado en China, porque ambos países están a la máxima diferencia horaria y en la misma latitud, pero China en el Norte y Argentina en el Sur, sirve para comprender que se trata de mundos exactamente opuestos. Pero en todos los sentidos, como en esa novela de ciencia ficción de planetas que son espejos invertidos.
Si hubiera que sintetizar el punto más irreductible de la disparidad de caracteres entre ambos países, nadie dudaría en decir que reside en la diferente percepción del tiempo: la urgencia argentina versus la eternidad china.
No es un tema menor: un cambio en la percepción del tiempo cambia la percepción de la realidad. Para la filosofía moderna, la idea de tiempo es un valor absoluto: ninguna percepción es posible ni pensable sin suponer que se da en el tiempo. Para Kant, el tiempo es “intuición pura” y “forma a priori”. La tendencia primitiva a medir la distancia en tiempo, horas a caballo, por ejemplo, y también en las dimensiones siderales, como las distancias medidas en años luz, corrobora la idea de que tiempo y espacio son inseparables.
Y precisamente de espacio es que están hechos los Bric (sin la “s” de Sudáfrica, agregada al final) con China como primus inter pares de Brasil, India y Rusia.
El gráfico que acompaña esta columna muestra tres círculos: uno de países con más de 1 billón de dólares de producto bruto, otro con países con más de 3 millones de kilómetros cuadrados y otro círculo con países con más de 100 millones de habitantes.
Hay países como Canadá que tienen el territorio y el producto bruto, pero no la población. Y países como Japón, que tienen la población y el producto bruto, pero no tienen el territorio. Pero que tengan todo –territorio, población y producto bruto– sólo hay cinco países: Estados Unidos y los cuatro del Bric (China, Rusia, Brasil e India).
La formación inicial del Bric no fue arbitraria (se le agregó Sudáfrica sólo para tener un representante africano). Como tampoco es casual que no haya ningún país que, teniendo más de 3 millones de kilómetros cuadrados y más de 100 millones de habitantes, no termine estando entre los cinco grandes. Es importante observar en este gráfico que ese sector es el único que está vacío. Demostrando que la conjunción de dos variables inevitablemente genera la tercera: un país con un territorio y una población grandes terminará teniendo un producto bruto muy destacado. Efecto potenciado con el avance de las comunicaciones y el menor costo actual del capital que beneficia a los países de grandes extensiones para hacer más inversiones en infraestructura.
Los presidentes de China y Rusia vinieron casi juntos a la Argentina porque, a pesar de no ingresar a este “cuadro Bric” por ninguno de sus tres atributos, nuestro país casi alcanza el factor más importante: el territorio. La Argentina está muy cerca de los 3 millones de kilómetros cuadrados (tiene 2.780.400) y es el país más grande del mundo donde se habla español, que además es la segunda lengua mundial –después del chino mandarín– al dejar en tercer lugar al inglés.
La Argentina tiene el octavo mayor territorio del planeta y, al ser un país nuevo (la Patagonia, que ocupa casi un tercio de la superficie nacional, se agregó hace poco más de un siglo), por efecto de la inmigración regional crecerá en su población durante las próximas décadas. Y su actual producto bruto tampoco está tan lejos del billón de dólares. Vale aclarar que, cuando se constituyó el Bric, el producto bruto de México no alcanzaba el billón de dólares y ahora sí, pero hoy los Bric superan los 2 billones.
Es el territorio el bien más preciado por sus recursos naturales, fuente de las materias primas. Pero aunque ésta sea la dimensión más relevante de Argentina, a los chinos les interesa que, además de seguir exportándoles alimentos y otras commodities que precisan para mantener su proceso de crecimiento, también les sigamos comprando. Eso explica el swap de monedas, equivalentes a 10 mil millones de dólares que, a diferencia de cuando Redrado era presidente del Banco Central, esta vez sí son parcialmente convertibles a dólares, además de ser por un monto mucho mayor.
Y aquí se cierra otro círculo, se vuelve al comienzo de esta columna sobre las antípodas entre China y Argentina. China produce más que lo que consume, al revés que EE.UU., que consume más que lo que produce. Para que China siga desarrollándose y aumentando su producción, precisa darles crédito a sus clientes. Y para que EE.UU. le siga comprando, China le presta al adquirir bonos del tesoro norteamericano, siendo ya su principal acreedor mundial (la deuda de EE.UU. excede el 100% de su producto bruto).
En otra dimensión algo similar comienza a suceder con Argentina. A pesar de la soja, China vende más del doble de lo que nos compra, y, al ya no haber más dólares para aumentar nuestras importaciones, para seguir vendiéndonos, China otorga 10 mil millones de dólares que, muy simplificadamente, son un crédito. El swap de monedas se podría traducir como un aumento de la deuda externa al ventajoso (para el riesgo argentino) interés del 5% anual. Nada extraordinario a nivel mundial, porque la semana pasada México colocó bonos de deuda en yenes a menos del 1% en Japón (además el yuan se revalúa), pero de gran ayuda para que el kirchnerismo llegue a fin de 2015.
Un perfecto espejo invertido de chinos que consumen menos que lo que producen, ahorran y guardan para el largo plazo (ahorran el 50% de su producto bruto); versus argentinos que consumen más, ahorran menos y su foco está colocado en el corto plazo.
Estilos de vida que tienen más que ver con lo permanente de la religión que con las ideologías.
Continúa de ayer “Brics 1: Rusia (Centro y periferia)”.