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FMI

Buenos modales

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Gestos. El embajador argentino Jorge Argüello con el presidente Donald Trump. | White house

No deja de sorprender la proliferación de fotos en la prensa del embajador Jorge Argüello y el ministro Guzmán con el presidente Trump, el secretario Mike Pompeo, la directora Kristalina Georgieva, el secretario del Tesoro Steven Mnuchin y los funcionarios del FMI Luis Cubeddu y Julie Kozak para resaltar el excelente nivel de las relaciones bilaterales y las fructíferas conversaciones con el organismo financiero para entablar las negociaciones para el acuerdo que reemplazará los firmados durante el gobierno de Mauricio Macri.

Las declaraciones sobre el resultado de las reuniones y los comunicados indican un clima de cordialidad y comprensión para encarar un programa que incluya, como lo requiere el organismo, la sustentabilidad de la deuda externa. Pareciera que la experiencia del embajador Argüello y los años académicos del ministro Guzmán –alejado de las asperezas de la militancia política– han facilitado el diálogo sin necesidad de recurrir a las escenas de confrontación características del ADN de algunos dirigentes.

El pragmatismo que parece imperar en esta etapa recuerda la colaboración de los años 90. El FMI aprobó en el 91 un acuerdo stand-by; en el 92 el acuerdo de facilidades extendidas; en 1995 la extensión; en 1996 un acuerdo stand-by; en 1998 su extensión, y en el año 2000 un nuevo acuerdo stand-by. Durante el año 2001, el Fondo concedió un aumento del stand-by en enero y otro en septiembre. Las crisis del tequila en 1994 y de Asia en 1997 repercutieron desfavorablemente en la situación financiera por la inflexibilidad del tipo de cambio y la retracción del financiamiento internacional. La luna de miel siguió con el stand-by firmado por Lavagna y Prat-Gay en enero de 2003, y terminó abruptamente con la cancelación de la deuda de 9.800 millones de dólares dispuesta por el presidente Néstor Kirchner en 2006 haciendo uso de las reservas del Banco Central.

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Las declaraciones del ministro Guzmán sobre el FMI señalando la comprensión del organismo sobre la situación argentina, en coincidencia con la designación de la directora Georgieva, son similares a las manifestaciones de Nicolás Dujovne cuando presentó el acuerdo stand-by por 57 mil millones. La entonces directora, Christine Lagarde, hoy presidenta del Banco Central Europeo, es asociada a la imagen de un Fondo maligno. En cambio, la nueva directora, Georgieva, que desde 1993 se dedica a ocupar poltronas en organismos internacionales como el Banco Mundial y la Comisión de la UE, encarna la visión “humanista” del papa Francisco. En realidad, Lagarde y Georgieva son lo mismo; las decisiones del Fondo son tomadas por el directorio ejecutivo, integrado por 24 miembros con un poder de voto acorde a la cuota del país en el organismo.

Esta es la primera vez que el peronismo hace alarde de la sintonía con el Fondo. El relato sostiene que el peronismo siempre cuestionó las funciones del FMI a pesar de haber firmado durante sus gobiernos el mayor número de acuerdos. El Gral. Perón rehusó integrarse al organismo a pesar de que la crisis de 1952, provocada por la drástica disminución de las exportaciones agrícolas, generó una caída del 6% del PBI y una inflación del 37%. En su lugar, se puso en práctica el Plan Económico de Austeridad bajo el lema de la “solidaridad”, que incluía la disminución del consumo y un aumento del ahorro. Argentina ingresó al FMI por una recomendación de Raúl Prebisch en 1956. El primer stand-by fue firmado por el presidente Frondizi para obtener financiamiento para los programas de desarrollo.

Esta política de relaciones públicas quizás sirva para dilucidar que el problema son las causas por las cuales, a pesar del rechazo, se llegó a la necesidad de recurrir al salvataje del Fondo, desde el ingreso, en 27 oportunidades, y el destino que los gobiernos hacen de los préstamos para poder encarar un diálogo con mayores perspectivas sobre el rumbo económico.

 

*Diplomático.