COLUMNISTAS
terceros en discordia

Camino a las urnas

Por Alfredo Leuco. El escenario para el voto 2015 muestra a tres candidatos con chances ciertas. ¿Scioli y Macri, adelante de Massa?

¿No pasa naranja? Daniel Scioli.
| Dibujo: Pablo Temes

Sin anestesia, le pregunté en radio Mitre a Mariel Fornoni:

—Yo sé que no es muy científico ni riguroso. Pero según sus números y su experiencia, si las elecciones fueran este domingo, ¿quién pasaría a la segunda vuelta?
—Scioli y Macri.

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La consultora de Management & Fit no dudó ni un segundo. Vamos a decirlo con la misma crudeza: solamente hay tres argentinos que tienen posibilidades de ser presidente de la Nación. La fotografía de hoy empieza a consolidarse y solamente un acontecimiento absolutamente inesperado (un cisne negro) podría incorporar un nuevo actor. Todos los encuestadores coinciden en lo grueso: el tercero en discordia es Sergio Massa, y allí sí hay divergencias, sobre los puntos de diferencia y sobre la ubicación de cada uno de los tres en la tabla de posiciones.

Está claro que Daniel Scioli se ofrece como la continuidad con cambios de Cristina y que la Presidenta duda entre tragarse semejante sapo o conformarse con designarle el vice y hasta el último diputado y concejal. Scioli ya no tiene retorno. Lanzó su candidadura y es el representante del kirchnerismo que, largamente, tiene mayor intención de voto. Muy gráfico fue un comentarista que dijo que es el que más chances tiene y el que menos quiere Cristina. Eso es producto de la torpeza de la Presidenta en su forma de conducir con mano de hierro y en forma absolutamente concentrada. No permitió que surgieran las miles de flores que pregonó Néstor, porque ella pisó los brotes a los gritos ante el mínimo matiz disidente. Siempre los Kirchner se manejaron con el todo o nada. No quieren compañeros de militancia, fabrican soldados verticalistas de la obediencia debida. Y esa impronta tan autoritaria y mandona se esparció por todo el universo democrático y casi la totalidad de los candidatos son la contracara de Cristina: no hay estadistas ni grandes caudillos, es verdad. Pero todos ejercen liderazgos más dialoguistas y prudentes y carecen de esa impronta totalitaria de hacer arrodillar a su tropa. Tal vez sea por el cambio generacional que se avecina. Cristina pertenece a la generación de los 70, que tuvo sueños igualitarios y utopías maravillosas, pero que una parte transformó en foquismo irresponsable y criminal. Scioli, Macri, Massa, Cobos, Sanz y otros son de la generación de la democracia y no de la revolución. Surgieron con fuerza a la vida política en 1983 con el huracán alfonsinista que recuperó las instituciones.

Florencio Randazzo es un buen candidato, tal vez uno de los que mejor entendieron la función pública como más servicio y gestión y menos sanata y consigna. Pero no le alcanza todavía su nivel de conocimiento, aunque tiene mucho tiempo por delante.

El resto de los candidatos K no tienen nivel de conocimiento porque recién ahora se están preocupando por ir a debatir ideas a programas de televisión, mecanismo que todavía es el más fácil para que el ciudadano sepa quién es y qué piensa. Los cadenazos nacionales de Cristina sólo la ayudan a ella. Pero nadie se destaca ni se puede diferenciar. A Julián Domínguez no lo votan masivamente porque no lo conocen. A Agustín Rossi y a Aníbal Fernández no los votan porque “sí” los conocen.

Más allá de la ironía, hay que decir que Scioli sigue navegando como toda su vida. Sin críticas altisonantes a nadie. Con mucho silencio y paciencia, pudo flotar hasta acá como buen motonauta. No le teme ni a Kicillof de vice. Hay que mirar cómo terminó el quintacolumnista que le mandó la Presidenta a la Provincia: Gabriel Mariotto fue de inspector ideológico y hoy está más cerca del gobernador y más lejos de Cristina quien lo ignora.

No es menor el dato de que hasta funcionarios hiperideologizados y leales a los Kirchner hayan pegado el salto. El primero fue Rafael Follonier, ex guerrillero del ERP, de excelentes relaciones con la izquierda dogmática latinoamericana, y hay otros en las gateras. Dicen que hasta Jorge Taiana y sus muchachos del Movimiento Evita están mirando con simpatía a La Plata. Nadie quiere quedar afuera del poder. Es la primera de las veinte verdades del manual peronista.

En el caso de Mauricio Macri también hay novedades. El sólido crecimiento que tuvo en los últimos meses tiene que ver con su gestión en la Ciudad en temas que no son ni neoliberales ni para los ricos, como lo acusaron. El Metrobus, la educación pública y las obras contra la inundación son sólo algunos ejemplos. Macri también está recibiendo un afluente del radicalismo. Votantes históricos de clase media de ese partido centenario están advirtiendo que Macri puede ser el mejor instrumento para que no siga el peronismo en el poder. Mientras Macri más se acerca a su objetivo presidencial, los problemas que deberá enfrentar serán de mayor envergadura. Deberá demostrar uñas de guitarrero para contener a una Michetti que está muy decidida a ser candidata a jefa de Gobierno o nada y pilotear para sumar a dirigentes como Ernesto Sanz u Oscar Aguad, sin que éstos dejen de ser radicales, y revestir a Carrió con un buzo antiflama para que su fuego no queme también al PRO.

El camino de Sergio Massa es el más difícil de entender en las encuestas. Muchos sospechan que no es una verdadera ruptura con el kirchnerismo (que para eso ya está Scioli) y, sin embargo, él fue el responsable casi absoluto de la jugada que abortó la posibilidad de reelección de Cristina. Si Massa seguía los consejos de Scioli o el tibio apoyo de Macri en la Provincia, no hubiera sacado 4 millones de votos en el distrito mayor y no hubiese podido ponerles un límite a las ambiciones eternas y monárquicas de Cristina. Es muy extraña esta paradoja que existe en parte del electorado.

Para Cristina, su principal enemigo es Sergio Massa, y muchos votantes independientes todavía le exigen más pergaminos de opositor. Su juventud lo ayuda para presentarse como innovador y distinto, pero también le juega en contra: puede esperar, dicen algunos. Puede ser gobernador de Buenos Aires por paliza de votos y después en 2019 ir a buscar la presidencia. Massa se escandaliza ante ese discurso y no quiere saber nada.

Hay una ínfima posibilidad de que el radicalismo, para no fracturarse en tres pedazos, siga la propuesta de Gerardo Morales. Quiere que en las provincias y a nivel nacional cada partido, el PRO, el FR y la UCR, lleve sus propios candidatos pero que compitan entre sí en las PASO.

Hoy, la verdad dolorosa para la socialdemocracia argentina es que los socialistas están más para encabezar una fórmula con Binner-Stolbizer y mantener sus principios aunque no su caudal de votos. Allí podrían sentirse cómodos quienes hoy en UNEN rechazan todo acercamiento a Massa y Macri, como Pino Solanas, Humberto Tumini y Victoria Donda, e incluso podrían incorporar al movimiento de Víctor De Gennaro. Las dos franjas mayoritarias de los radicales se inclinan por acercarse a Macri o a Massa, aunque hay un grupito kirchnerista como el de Leopoldo Moreau, al que podríamos denominar “lista 678”.

Falta mucho. Pero falta poco.