Cristina y Máximo ya dieron la orden para transitar sus dos últimos años en el Gobierno: todo el poder a La Cámpora.
Lenin, en 1917, apenas bajó del tren que lo sacó del exilio, proclamó aquello de “todo el poder a los soviets de obreros y soldados”. Es parte de la eterna polémica sobre la conveniencia de gobernar sólo con la vanguardia de los puros, con los incondicionales. El gran peligro es que esos dirigentes suelen ser pocos o transformarse en fanáticos ciegos a los errores que terminan como patrullas perdidas.
Colgarse del travesaño, replegarse hacia La Cámpora, garantiza lealtad pero achica la base de sustentación de Cristina, multiplica su aislamiento sectario y la condena a vivir en un frasco lleno de adulones.
Hay información para confirmar que Cristina decidió jugar todas sus fichas a la “gloriosa juventud camporista”, elegida para controlar los precios en los supermercados.
El líder, desde el exilio patagónico, avisó que todos los candidatos para las elecciones de octubre deben ser tropa propia. Máximo lo transmitió en una reunión con su Estado Mayor realizada en Río Gallegos.
Diez intendentes con alta intención de votos encabezarán las listas en Buenos Aires con carácter testimonial. Luego renunciarán para que entren los diez que siguen, todos muchachos alineados con Andrés Larroque. El Cuervo llamó a organizarse frente a los movimientos destituyentes que el sismógrafo K está detectando. Ya se está probando el saco azul que utilizará cuando jure como ministro en lugar de Alicia Kirchner.
El Movimiento Evita y otras agrupaciones que trabajan en territorios complicados, como los de Milagro Sala o Luis D’Elía, ya chocaron con los integrantes de La Cámpora, que ocupan todos los espacios con el cheque en blanco que les dio Cristina y con otros cheques. En un par de distritos ya se agarraron a trompadas, pero en Buenos Aires hubo tiros.
Habrá mas ministros del palo. Axel Kicillof en lugar de Hernán Lorenzino, quien no deja de asombrar por su fragilidad intelectual y sus motos de alta gama. Y Julián Alvarez asumirá el cargo de Julio Alak, que ya ejerce, pese a un par de fracasos notorios. El más grave es la reforma judicial. Y el más político es que, pese a la utilización de toda la maquinaria estatal de prebendas, recibió una paliza de votos con la reelección de Mónica Pinto como decana en la Facultad de Derecho.
Eduardo “Wado” de Pedro fue el que resolvió la paritaria de la Asociación Bancaria. Estaba empantanada pese a los esfuerzos del ministro de Trabajo y Jorge Brito. El joven diputado (¿sucesor de Carlos Tomada?) solucionó todo en dos minutos con el aval de la Presidenta. Llegaron a él por Héctor Recalde, abogado del gremio desde hace años y padre de Mariano, par de De Pedro en la mesa chica de la agrupación.
Julio De Vido y Agustín Rossi, pese a la lealtad a toda prueba que demostraron, son permanentemente esmerilados por los que Alberto Fernández definió como “gendarmes ideológicos”.
El ex jefe de Gabinete del matrimonio Kirchner caracterizó el final de ciclo como “la etapa jacobina” del kirchnerismo. “Se sentían el espíritu de la Revolución Francesa pero terminaron con la revolución. Ellos acusan, juzgan y sentencian, tienen más poder que los ministros, pero ojo que los jacobinos mataron a 22 mil franceses, y entre ellos a muchos jacobinos”. ¿Hay posibilidades de que la violencia simbólica del insulto permanente se convierta en crímenes? Nadie lo promueve explícitamente. Pero el nivel de agresividad es tan grande que nadie puede descartar un exceso trágico. El linchamiento al que someten a Jorge Lanata hizo que el paraperiodismo de Gvirtz fogoneara una operación para comparar al periodista con Jorge Videla. Un cronista crítico (o muy crítico, si prefieren) para ellos es igual a un genocida. No hay peor descalificación que ésa. ¿Cuál es el próximo paso? Marcos Novaro, sociólogo, doctor en Filosofía e investigador del Conicet, recordó que la KGB siempre etiquetaba como fascistas a los disidentes que enviaban a la Siberia. Y planteó que “el comunicado Nº 13 de Carta Abierta” es como “un llamado a combatir la subversión”.
Es que las coimas, el dinero que se pesa, las bóvedas repletas de euros ajenos y el ocultamiento de Estado nunca pueden ser un tema menor o frívolo. No se puede ser más “lazarista que Lázaro”, dijo Lanata. “Cleptocracia”, se animó Hermes Binner. Si el ladriprogresismo baja esas banderas, permite que el Momo Venegas diga que cuando el peronismo de Perón llegue al gobierno, “va a meter presos a todos los ladrones y convertir a la casa de los Kirchner en un museo contra la corrupción”.
Faltan 720 días para que se vaya Cristina. Es la única persona que tiene prohibido por la Constitución Nacional presentarse como candidata en 2015. La continuidad o el fin del kirchnerismo depende de la magnitud del voto castigo que sufra Cristina en las elecciones parlamentarias de octubre y de la capacidad que demuestre para evitar que la economía se le vaya de las manos. Hay datos que dinamitan la caracterización de “década ganada” o de gobierno progresista. Uno solo: las 500 grandes empresas se llevan el 23% del PBI, mucho más que en los satanizados años 90.
La concentración aumentó la inequidad. Ese conglomerado recibió subsidios de los Kirchner por más de 17 mil millones de pesos, el 15% de sus utilidades. Y son cifras del Indec. Como tituló la revista Barcelona: “Ya hicimos la redistribución de la riqueza. Pero no nos alcanzó para los pobres”.
Hoy todos los indicadores son peores que el día que asumió como presidenta en lugar de Néstor. Hay más estancamiento, desocupación, pobreza, indigencia, caída de la inversión, inflación, agujero energético, cepo al dólar, fractura social e inoculación del odio, y no aparece un heredero indiscutido.
Administrar la opulencia es fácil. Lo complicado es cuando la fiesta empieza a pasar todas las facturas, la cuesta abajo del modelo. Hace una década que gobiernan con superpoderes y emergencia económica.
Pero ésta es la madre de todas las batallas.