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Candidato Sergio

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EL ministro Massa y Alberto Fernández almorzaron en la sede de Economía al terminar la semana. La relación del Presidente con su ministro es mejor que con la vicepresidenta. | NA

Continúa de ayer: Candidata Cristina

 

La situación de Sergio Massa guarda relación con la de Cristina. No controla la posibilidad de su propia candidatura. La vicepresidenta, después del acto de La Plata y probablemente del atentado a su vida, puede haber iniciado un camino que la lleve a no poder desistir de una candidatura presidencial en 2023 si es que ella, y no así ningún otro candidato del Frente de Todos pudiera garantizar no solo ganar, sino hasta una derrota digna para el panperonismo.

Sergio Massa tampoco controla su futuro inmediato. Comparte en las encuestas valoraciones negativas similares a las de Mauricio Macri, Cristina Kirchner y Alberto Fernández, quienes han tenido la responsabilidad de gobernar y desencantar. Pero él, sin haber tenido la oportunidad de ejercer el máximo poder, acumula el mismo rechazo.

Pero los calificativos peyorativos con los que se lo califica en las encuestas: “panqueque”, “chanta”, “poco creíble” o como lo quiso bautizar quien en el fondo lo envidia: “ventajita”, dependiendo del contexto, pueden terminar siendo atributos como flexibilidad, pragmatismo, antigrieta y hasta “ética” de las responsabilidades. Cambio de perspectiva de la sociedad que dependerá en gran medida del resultado en el manejo de la economía durante los próximos meses y de la decisión de ser o no candidata de Cristina.

Hace un año Massa sostenía que no se presentaría a las PASO si Alberto Fernández fuera candidato a la reelección, pero no dudaría en hacerlo para disputarle la máxima representación del Frente de Todos a un candidato kirchnerista. Por entonces se imaginaba candidato a Axel Kicillof, hoy  también habría que agregar a Wado de Pedro. Pero desde que asumió como ministro de Economía sostiene que en 2023 no será candidato, que piensa más en construir reputación, afianzando su imagen de solucionador de problemas al hacerse cargo de situaciones difíciles, para competir por la presidencia en 2027. Con 50 años recién cumplidos, podría competir en la de 2027, 2031, 2035, 2039 y se podría seguir. 

Más que en un plan estructurado, Massa cree que tendrá éxito por ser más inteligente y trabajar más horas

Pero al igual que Cristina Kirchner, es algo que no controla: si su experimento económico tuviera éxito, probablemente termine siendo el candidato natural a presidente del Frente de Todos en 2023. Y si no lo tuviera, tampoco podría serlo en 2027 ni en los cuatro años posteriores sucesivos, para entonces su destino ser, como el de la otra mente rápida de la política: José Luis Manzano, dedicarse a la actividad privada y los negocios.  

Si tuviera que sintetizarse la estrategia económica de Sergio Massa, podría decirse que, más que apoyarse en un modelo macroeconómico consistente y en la teoría, como todo aquel que estudió sistemáticamente economía, Massa apuesta a tener éxito por ser él más inteligente y trabajar más horas. Paradójicamente hay algo soviético en la visión económica de Massa: la Gosplán (Gosudárstvenny Komitet po Planírovaniyu), el célebre y determinante Ministerio de Planificación de la ex Unión Soviética –su edificio era el principal frente al del Kremlin en Moscú–, creía en la premisa de que podían, con mucha velocidad, inteligencia y empeño, ganarle al mercado planificando mejor lo que era necesario para cada micromomento: en la Argentina de hoy, dólar soja, dólar soja dos, dólar Qatar, dólar tarjeta, dólar... Los matemáticos soviéticos decidían hasta el color del vestido de 15 años que se usaría cada año creyendo que lo hacían más eficientemente que los CEO de las casas de moda occidentales que se reunirían anualmente en París.

Maquiavelo sostenía que el Príncipe (el gobernante) precisaba voluntad y fortuna. A Massa le sobra voluntad, la que muchas veces le jugó en contra, transformada en bulimia hiperquinética, exceso de energía que el paso de los años tiende a corregir. Como el escultor con el mármol, el tiempo puede sacar energía y casi nunca agregar.

Y quizás la fortuna pueda tenerle reservada al rey de los tácticos una jugada estratégica que también sea consistente teóricamente. Y en lugar de inventar cada semana un tipo de cambio diferente, o precios cuidados, justos, solidarios... y un segundo, tercero o cuarto sistema de obtener permisos de importación para frenar la salida de divisas, le conceda la piedra de Rosetta que le permita descifrar la solución de la inflación: un préstamo de 15 mil millones de dólares del Banco Central de Brasil con Lula presidente, que junto al swap chino le posibilite acumular una cantidad de reservas suficientes como para unificar el mercado de cambios y lanzar un plan antiinflacionario con ancla  en el dólar.

Pero aun sin ese presente de los dioses (también sería de Alberto Fernández por su relación con Lula), Massa aspira a que si no lograra bajar la inflación drásticamente, se valore que nunca haya preferido bajarla produciendo recesión y entre los dos males haya optado –como la mayoría de la población– por crecimiento más alto antes que inflación más baja.

En cualquiera de los casos, haber acumulado a los 50 años experiencias como la de jefe de Gabinete, fundador de un partido que llegó a ganar las elecciones en el mayor distrito del país, presidente de la Cámara de Diputados y ministro de Economía lo transforman en un candidato presidencial recurrente.