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Cara de ángel

Hay un pequeño delincuente, pequeño porque tiene catorce años, a quien llaman el Ángel. Debe ser porque tiene cara de ángel.

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Hay un pequeño delincuente, pequeño porque tiene catorce años, a quien llaman el Ángel. Debe ser porque tiene cara de ángel. Cuando yo era niña, salía en Patoruzú una historieta que se llamaba Cara de ángel y por lo que recuerdo de ángel había sólo una cara y el resto era más bien todo lo contrario. No sé cómo es este chico: no he visto sus fotos pero supongo que debe tener una plácida cara redondita de ojos grandes y nariz afilada y boca perfecta y mentón suave. ¿Por qué no va a ser así si los ángeles son así? Por lo menos es lo que nos dicen las religiones, algunas, porque no todas la religiones tienen ángeles. Cosa que me parece mal. Los ángeles son figuras muy simpáticas: eso sí te lo dicen las religiones y lo abonan las tradiciones que los convierten en custodios de tu virtud y en mediadores entre el Señor Dios, sea el que fuere, y los tristes mortales. Los ángeles usan túnicas impolutas y tienen alas. Las túnicas los acercan a las artistas que desfilan por la alfombra roja en ocasión de los premios Oscar, y las alas los hermanan a los pájaros que anuncian el día cuando el sol todavía no se ve. Cierto que hay críos que salen con una gomera a cazar pajaritos. Pero me parece que ya no hay gomeras (como ya no hay bolitas, figuritas, rayuelas, buenos días Su Señoría mantantiru liru la y palos de escoba que trabajen de caballos indómitos en el desierto de los cowboys) y ya no hay críos que salgan a cazar pajaritos sino delincuentes precoces que van con la treinta-treinta a cazar incautos. Me importa un pito si los mandan sus mayores o si salen motu proprio pero la cosa es que existen y que son capaces de robar y de matar. El Angel, ese que tiene a esta altura de su vida (catorce años, me repito) sesenta entradas en la Policía, sostiene que cada vez que le pone el caño del revólver a alguien en la cabeza o se lo mete en la boca, siente un escalofrío. De placer, supongo, puesto que cuando le preguntaron si sentía miedo aseguró que no. ¿Remordimientos? Tampoco. El Angel, el de los catorce años, vuelvo a repetirme, no usa túnicas flotantes que le den un aire celestial. Usa, claro está, jeans en buen estado puesto que son robados, no los va a andar comprando, ¿no?, remeras o sweaters que ídem y zapatillas de marca que ídem de ídem. Puedo fantasear durante horas sobre lo que fue la vida del Angel hasta el día de hoy. Puedo pensar que no hubo una madre o que sí la hubo pero fue indiferente y que prefería el tetrabrick a atender al bebé que era entonces y que lloraba entre trapos sucios en alguna casilla de villa miseria. No lo sé, son fantasías propias de alguien que se dedica a las fantasías ajenas. Puedo pensar que no hubo un padre o que si lo hubo lo martirizó a gritos y a golpes. Puedo pensar que no tuvo hermanos con quienes urdir una travesura o leer un libro sobre los tigres de la Malasia. Puedo pensar que no hubo caramelos ni calesita ni regalos de cumpleaños ni cumpleaños ni paseos en familia por el parque. Puedo pensar todo eso y mucho más, y después de pensar puedo decirme: ¿y qué? ¿Qué pasa ahora con el Angel que no usa túnicas ni alas? Para pensar eso no me hace falta mucho esfuerzo. Sé perfectamente qué es lo que va a pasar con él, lo que le va a pasar a él. Habrá quienes aúllen pidiendo la pena de muerte o un poco menos, eso que se llama “mano dura”. Ni falta que hace que la pidan. El Angel va a tener de las dos. Lo van a meter en un infierno llamado instituto para menores en el cual los guardiacárceles (que eso son, no personal especializado en tratar con chicos delincuentes) lo van a torturar, lo van a castigar a la menor falta o porque sí nomás, lo van a violar, lo van a tirar en un rincón y van a dejar que se pudra ahí durante días hasta que pueda arrastrarse a ver si consigue algo de comer. Algún juez o alguna jueza reaccionará un día y dará un par de órdenes que nadie cumplirá y el así llamado instituto recibirá una pasada de lampazo para la inevitable inspección y todo quedará igual.

No estoy diciendo que hay que darle una medalla (y una túnica) al Angel. Estoy diciendo que no es de extrañar que tengamos entre los seres improbables a ángeles que nos cuiden y nos alegren la vida, y estoy diciendo que la mano dura o la pena e muerte no sirven para nada. Estoy diciendo que necesitamos ángeles. No en institutos, no en los despachos de los jueces sino en casas decentes, con padres y madres tranquilos y contentos porque tienen trabajo, con posibilidad de ir a la escuela, de tener calesitas y regalos y caramelos y hasta gomeras para cazar pajaritos. Total, casi nunca les aciertan.

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