Estimado presidente de la Nación Argentina
De mi mayor consideración:
Una de las virtudes que ha mostrado, durante estos meses, ha sido la de volver sobre sus pasos y corregirse cuando consideraba que había tomado una decisión errada. En un país en el que hay tantos dueños de la verdad, este es, sin dudas, una característica destacable de su persona.
En estas líneas le quiero trasladar mi reflexión sobre el fondo de la polémica que sostuvo con uno de los líderes de la oposición, Sergio Massa, sobre la posibilidad de restringir temporariamente algunas importaciones de bienes de consumo cuando se verifique daño a la producción.
No tengo dudas de que el modelo para nuestro país es el de una economía integrada al mundo y no la economía semicerrada que recibió del gobierno anterior.
La idea de que la integración al mundo es un buen camino para Argentina deviene de que el mundo es una oportunidad para nuestras empresas y que, manejado inteligentemente, la atracción de inversiones y talento hacia nuestra tierra redundará en mayor bienestar para los argentinos. Si se quiere, éste no constituye un fin en si mismo pero sí el único camino para expandir nuestras potencialidades y desarrollarnos.
Para que la integración de cualquier país al mundo devenga virtuosa debe verificarse una serie de prerrequisitos que les permita a los empresarios locales competir con los del resto del mundo en igualdad de condiciones. Son los factores de la competitividad de una economía que ingresan en la formación de costos de una empresa: el capital, los insumos, los impuestos, el transporte y la logística, la energía, las comunicaciones, la mano de obra. En casi todos estos terrenos, Argentina muestra históricas desventajas respecto a las condiciones de nuestros competidores.
El precio determinante de la competitividad es el tipo de cambio porque es el que traduce nuestros precios internos a términos de moneda dura. El tipo de cambio real es el indicador que resume la competitividad porque mide el nivel de precios de nuestra producción respecto a la del resto del mundo.
Sr. Presidente, está claro que la economía que heredó era un sistema desordenado con sus variables desencuadradas. En estos meses, su gobierno tomó muchas medidas en la dirección correcta para normalizar la economía y eran inevitables impactos no deseados, aunque llamara la atención la magnitud de algunos. Entre éstos, la caída del nivel de actividad y del empleo es, sin dudas, junto a la pobreza, uno de los más preocupantes.
Por la complejidad de la situación y las restricciones que existieron y por el modo en que se hicieron las cosas, quedó configurado un cuadro fiscal, de tasa de interés y de tipo de cambio que no parece el más adecuado para permitir una integración virtuosa de la Argentina al mundo. La combinación de una política fiscal laxa con una política monetaria contractiva da por resultado un tipo de cambio real bajo y tasa de interés en dólares alta. El tipo de cambio bajo actúa a modo de impuesto sobre las exportaciones, en tanto subsidia las importaciones. Las altas tasas de interés en dólares alientan la especulación financiera y desalientan la inversión productiva.
Sr. Presidente, humildemente, considero que sería aconsejable que esta situación transitoria, el desalineamiento de las variables económicas, fuera acompañada de medidas transitorias de excepción en otros terrenos, restricciones cuantitativas a las
importaciones de bienes de consumo en los sectores en los que éstas esté causando daño. En una economía en recesión con desempleo creciente (recursos ociosos) y tipo de cambio bajo, abrir la economía y permitir que la mercadería importada desplace a la producción nacional está, claramente, contraindicado. Máxime cuando tenemos un vecino gigante en la peor recesión de su historia reciente que tira sus excedentes a precios de saldo.
Lamentablemente, muchos segmentos de pymes, que han sufrido durante estos años de estancamiento económico, pertenecientes a sectores sensibles, que sostienen una parte importante del empleo y registran problemas de productividad, empiezan a ver cómo en un mercado más pequeño son desplazados por la competencia importada y deben suspender o reducir personal agravando el problema del desempleo. En este marco, el tipo de cambio bajo actuando como subsidio a las importaciones no es un dato a soslayar porque implica
inclinar el campo de juego en contra de nuestras pymes.
Sr. Presidente, usted sabe, porque vivió y sufrió esas experiencias, que quienes en el pasado, al enfrentar situaciones similares, no tuvieron el pragmatismo necesario y se quedaron aferrados a conceptos absolutos ideológicos, condujeron el país a situaciones lamentables. Por eso, tengo la esperanza de que vuelva a pensar el tema y tome la decisión que será la mejor para todos los argentinos en esta difícil coyuntura.
Atentamente.