La ya senadora Cristina Fernández es, sin duda posible, una usina de inquietudes morfológicas. Durante ocho años –los correspondientes a su ejercicio como primera mandataria– suscitó las más extravagantes discusiones sobre el género gramatical del sustantivo que mencionaba su cargo. Que si presidente. Que si presidenta.
[Herederos del participio presente del latín, los sustantivos que terminan en ente suelen usarse para el masculino y para el femenino. Pero despejemos esta duda específica desde el principio: tanto presidente como presidenta son aceptables y están aceptados para aludir a una mujer. Es más, la Fundación del español urgente (asesorada por la Real Academia Española de la Lengua) recomienda –en su sitio http://www.fundeu.es/? =presidenta– la forma terminada en a, que no solo ha sido consolidada por el uso, sino que también aparece registrada ya en la edición de 1803 del Diccionario. ¡En 1803!].
Amén de la discusión por la representación del género, el empleo de una u otra forma no se interpretaba entonces de manera inocente. Para muchos era incuestionable –aunque eso no fuese necesariamente cierto– que el uso dejaba en claro quiénes la apoyaban y quiénes no. Como que los que elegían terminar en e estaban a la derecha de “la grieta” y los que elegían terminar en a estaban a la izquierda. Porque ella –hay que decirlo– se llamaba a sí misma presidenta en sus expresiones autorreferenciales.
Ahora que ya no es más cabeza del Ejecutivo –y, esta vez, sin que ella participe de la polémica, al menos en lo que consta públicamente– la madeja ha venido a enmarañarse. Es que a la terminación del sustantivo se suma el agregado o no de ex. Que si puede ser nombrada aún como presidenta (o presidente). Que si solo se la debe llamar ex presidenta (o con e).
Esquivo uso del prefijo –que no otra cosa es esa sílaba con x–, la grieta avanza también en este terreno. Mientras algunos sostienen que nadie se ha cuestionado nunca en español que un ingeniero sea llamado ingeniero aunque ya se haya jubilado, otros proclaman que no se vería adecuado que un hombre hablara de su “esposa” –y no de su ex esposa– una vez divorciado de ella.
Si bien la relación de cualquier argentino con Cristina Fernández debería asemejarse más a la del grado del ingeniero que a un matrimonio, es indiscutible que, una vez cesado un cargo, el título del cargo solo se le puede imputar al reemplazante. Eso parece revelar el sentido común.
En cuanto a la normativa más rancia, el Diccionario panhispánico de dudas de la RAE indica que el prefijo ex –procedente de una preposición latina– “se antepone a sustantivos o adjetivos con referente de persona para significar que dicha persona ha dejado de ser lo que el sustantivo o el adjetivo denotan”.
Dicho todo esto, cabe recordar que, como afirma el actual presidente de la RAE –Darío Villanueva–, la lengua es propiedad de los hablantes. Por ello, se postula que es el uso generalizado lo que determina finalmente la regla. Y así como hemos escuchado –sin escandalizarnos tanto– hablar del “presidente Alfonsín” en los años 90 o del “presidente Menem” en los años 2000, tampoco habría que mandar a la hoguera a quienes se refieran a “la presidenta Fernández” por nuestros días.
Prescripciones aparte, no conviene hacerse ilusiones todavía, porque después de dos rounds de combate morfológico (el género del sustantivo, el agregado del prefijo), esto no ha terminado y se avecina la batalla semántica.
Figura controvertida si las hay, CFK seguirá estando por un tiempo en el candelero. ¿Quién elegirá nombrarla como (ex) presidenta y quién como senadora? Habrá que estar atentos.
*Directora de la Maestría en Periodismo de la Universidad de San Andrés.