La compra de sistemas de armas realizadas por Chile, Venezuela, Perú, junto con el reciente acuerdo entre Brasil y Francia por un total de U$S 12 mil millones para la compra, transferencia de tecnología y ensamble del material en el complejo industrial brasileño, nos obliga a reflexionar mas allá de la pregunta acerca de la existencia de una carrera armamentística.
Hacerlo, deja afuera qué implica para la región la incorporación de armamentos tecnológicamente superiores y cómo altera las percepciones de los vecinos.
Quienes niegan la carrera armamentística remarcan que no hay un elevado gasto en defensa; la inexistencia de una percepción inminente de guerra; la incorporación militar no sigue un correlato directo; no hay un incremento en la cantidad de tropas; y los presupuestos en términos del PBI se han mantenido estables.
Entonces, ¿por qué deberíamos preocuparnos del rearme en la región?, pues bien, existen serios problemas con los argumentos previamente presentados. En primer lugar, desconocen que la incorporación de sistemas modernos genera un cambio neto en las capacidades de los actores. Modernizar mis fuerzas armadas puede tener como consecuencia generar ventajas militares en relación a mis vecinos. Chile y Perú han seguido un correlato en términos de acción y reacción en sus adquisiciones. Perú se siente más inseguro y ha buscado establecer cierta paridad. La incorporación chilena de Fragatas Tipo 23 junto con las Tipo “L” y “M” tiene funciones antisubmarinas, lo cual afecta la espina dorsal de la defensa marítima peruana que se concentra en submarinos. A eso se agrega la incorporación de submarinos con misiles SM-39 que limitan los movimientos de su flota. Aire y tierra no fueron la excepción: cazas F-16C/D armados con AAMRAM y JDAM; tanques leopards y sus respectivos vehículos de recuperación. Perú ha respondido –dentro de sus posibilidades económicas– modernizando su fuerza aérea (M-2000 y Mig-29) actualizando sus sistemas de armas, busca mejorar su capacidad antisubmarina con fragatas italianas y responder a la compra de tanques con misiles antitanques y el reemplazo de sus viejos T-55 por los más modernos T-72/80.
Los sistemas de armas modernos buscan integrar tecnología con doctrina de empleo. La idea de modernización disuasiva implica no sólo desalentar, sino también que no se pueda explotar una ventaja debido al desequilibrio en caso de conflicto. Puesto de forma sencilla: ¿por qué Colombia atacó a las FARC en territorio ecuatoriano?, sencillamente porque Ecuador no tiene los medios para responder a la acción punitiva de Colombia.
Argentina en los 90 incorporó un reemplazo de guerra como fueron los A4AR aviones de los años 50 con tecnología de los 80. La misma no despertó ninguna suspicacia porque mantenía el equilibrio militar en la región.
Si bien los gastos se han mantenido estables en relación a la década pasada, se omite decir que el PBI casi se ha duplicado en los países adquirentes, por ejemplo: Brasil U$S 587 mil millones (1997) vs. U$S 800 mil millones (2007); resta decir que el 3% es muy distinto en una u otra situación. Asimismo no todos los gastos de defensa se contabilizan dentro del presupuesto de defensa, lo cual en algunos casos distorsiona la idea de gasto como porcentaje del PBI.
Salvo EE.UU., las fuerzas militares tienden a reducir sus planteles de soldados debido justamente a la modernización: menos hombres más profesionales con más poder de fuego.
En el caso de Brasil no hay una carrera armamentística. Para el 2015, este país quiere tener una situación de primacía militar en la región que acompañe a la económica y su mayor relevancia política internacional, en definitiva no hay carrera porque no se lo puede alcanzar.
Por lo tanto, preguntarse si hay o no carrera es irrelevante: la respuesta puede ser sí o no, dependiendo de qué lado de la biblioteca queramos mirar. La pregunta central es qué impacto tiene la incorporación de sistemas de armas en la región y la respuesta puede no ser muy agradable.
*Magíster en Relaciones Internacionales FLACSO y Ciencias del Estado UCEMA.