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China contra el “techo del mundo”

La antorcha olímpica que surca el espacio planetario rumbo a China, a donde debe llegar el 4 de mayo, ha sufrido algunos apagones. Quienes hostigaron el interruptor son partidarios de Tíbet –el “techo del mundo”, por ser la región más elevada de la Tierra– en su diferendo con China, y activistas que la acusan de violaciones sistemáticas a los derechos humanos.

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La antorcha olímpica que surca el espacio planetario rumbo a China, a donde debe llegar el 4 de mayo, ha sufrido algunos apagones. Quienes hostigaron el interruptor son partidarios de Tíbet –el “techo del mundo”, por ser la región más elevada de la Tierra– en su diferendo con China, y activistas que la acusan de violaciones sistemáticas a los derechos humanos.
Tenzin Gyatso, nacido en 1931, es el decimocuarto Dalai  Lama, reencarnación del décimotercero –Thubten Gyatzo– y líder y guía espiritual de los tibetanos y de los budistas de todo el mundo. En mayo de 1951, después de la invasión del Ejército Popular de Mao, firmó el “Acuerdo de los Diecisiete Puntos”, admitiendo formar parte de la “Gran Familia de la República Popular China”.
En 1959 una masiva rebelión tibetana fue aplastada, y el Dalai Lama se refugió en Dharamsala, India, donde constituyó su gobierno en el exilio. Gyatso puede visitar China, pero le está prohibido pisar Tíbet.
La segunda figura más venerada por los budistas es el Panchen Lama, cuya función esencial es la de buscar las reencarnaciones de los Dalai Lama. A mediados de los 90, fueron nombrados... dos: Gendun Cheokyi Nyima, oficialmente por el gobierno tibetano en el exilio, y Gyaltsen Norbu, por China, que en 2007 sancionó una ley por la que las reencarnaciones de Buda sin autorización serán consideradas ilegales.
Estas intrincadas ochavas entre el espiritualismo budista señoril y el materialismo dialéctico en clave milenaria resultan más diáfanas si se recuerda que los “Diecisiete Puntos” de mayo de 1951 significaron una alianza entre los comunistas y el sector gobernante tibetano, que implicaba que Tíbet cooperaría para el establecimiento de la soberanía china, la que a su vez sería comprensiva.
En 1952, Mao dijo: “A pesar de que el establecimiento de un comité militar y administrativo (...) fue estipulado en el acuerdo, ustedes tenían miedo, y por tal razón yo mandé que los comandos que trabajaban en Tíbet redujeran el ritmo de implementación. (...). Si tienen miedo este año, la consolidación podrá esperar”.
Al tiempo, el ministro de Relaciones Exteriores Zhou Enlai le comunicó al Dalai Lama que si la región todavía no estaba preparada, el periodo de prórroga se prolongaría por otros 50 años.
Pero las singularidades tibetanas y chinas arrojaron situaciones políticas cambiantes. A partir de 1959 se produjo la llamada “reforma democrática” mediante la cual se cambió el estatus del territorio tibetano, que pasó a estar tutelado unilateralmente por Beijing.
China ha defendido las medidas, aduciendo que el motivo fue superar los denominados “cuatro atrasos”: la religión (budista, omnipresente), la forma de vida atrasada, la cultura cerrada y el fatalismo del pensamiento. Sostiene que antes, el 95% de la población del territorio no tenía acceso a alimentos; que para evitar la desaparición de la lengua tibetana se publicaron más de cuatro millones de ejemplares de libros al año; que el tren más alto del mundo ha comunicado Beijing y Lhasa, la capital de Tíbet. A ello responden los tibetanos que desde hace décadas Beijing incentiva repoblar Tíbet con chinos de etnia han y lengua mandarín, que ocupan el poder y los negocios.
El monje Thubten Wangchen ha dicho que si todo sigue igual, la cultura tibetana corre el riesgo de desaparecer en unos 10 o 15 años.
El hecho de que China sea uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, lo que le da derecho a veto, minimiza lo que el organismo pueda hacer.
La lucha armada está excluida por la regla budista Mahayana. Tíbet, se calcula, hospeda un 25% de los mísiles intercontinentales de cabezas múltiples de China, que por añadidura ha virado de ser “la amenaza amarilla” a ser la rica y serena belleza a la que no le quedan casi renglones libres en su cuaderno de citas. Estados Unidos, invita al coloquio.
Ultimo e importante. El actual presidente chino, Hu Jintao, cimentó su ascenso cuando fue el primer dirigente no militar en asumir la dirección del Partido Comunista Chino en un Tíbet conmocionado. Ante las manifestaciones antichinas que se produjeron en Lhasa, en marzo de 1989, impuso la ley marcial.
Se dice que al menos cuarenta manifestantes resultaron muertos.
¿Pueden convivir el teléfono celular y la telepatía mística como métodos preferidos de comunicación, o los hot dogs con el tsampa (cebada, té, manteca y sal)?
¿Es capaz la globalización de aplazar a Buda?  Y finalmente: a quien le fue bien con la severidad, ¿qué buen argumento podría aconsejarle hoy que la cambie por la gracia de la flor del ciruelo?

*Ex canciller