El cambio climático y sus efectos devastadores tienen una perspectiva urbana indudable: las ciudades ocupan solo el 2% de la superficie terrestre pero producen casi el 75% de las emisiones de dióxido de carbono. Es por ello que la batalla global contra el cambio climático se ganará o perderá en las ciudades. Así quedó de manifiesto en las deliberaciones del Urban 20, una iniciativa diplomática de las ciudades de Buenos Aires y París que reúne a las treinta ciudades globales más importantes del mundo para efectuar recomendaciones a los líderes del G20 en materia de cambio climático, entre otras temáticas abordadas.
Para que puedan dar respuesta a este desafío, las grandes ciudades deben desarrollar su gestión en dos ejes: la sustentabilidad y la construcción de ciudades a escala humana.
Una ciudad será sustentable en tanto asuma el ambiente como una política de Estado y se comprometa con la reducción de las emisiones de gases contaminantes. Para ello se nos exige, entre otros grandes desafíos, hacer un consumo más eficiente de la energía y tratar los residuos como recursos, reduciendo en forma permanente la cantidad de toneladas destinadas a entierro.
Alcanzar estos objetivos exige tanto el desarrollo de políticas públicas como el compromiso de los ciudadanos para lograr un verdadero cambio cultural que transforme nuestras conductas, haciéndolas amigables con el ambiente.
En materia energética, por ejemplo, el Estado está dando pasos relevantes en la transformación de la matriz energética incorporando fuentes de generación de energía renovable y a nivel de las ciudades, cada vez más distritos avanzan decididamente en la incorporación de la tecnología LED en el alumbrado público. Para mencionar un ejemplo, la Ciudad de Buenos Aires se transformará en breve en la primera ciudad del mundo en tener el 100% de su alumbrado público con tecnología LED. Ello reduce el consumo y favorece el medio ambiente, mejorando la iluminación de los espacios públicos.
Pero no es menor el aporte que cada uno de nosotros podemos realizar en nuestras casas y lugares de trabajo, asumiendo las muchas maneras conocidas de reducir el consumo de energía.
Lo mismo ocurre en materia de residuos. Con grados de desarrollo diverso, la mayor parte de los municipios pone a disposición de los vecinos, infraestructura para promover el reciclado y la economía circular. No hay excusa para que cada uno de nosotros no asuma el cambio cultural de tratar los cartones, el papel, el plástico como lo que son: recursos que pueden volver en nuevos productos a través de la economía circular.
El segundo eje es tener una ciudad cada vez más humana. Esto significa construir una ciudad a escala de los peatones, que son los auténticos protagonistas del espacio público. Veredas en condiciones aptas para ser caminadas, con rampas de acceso que las transformen en espacios accesibles para todos; espacios verdes amplios, limpios e iluminados, que constituyan una gran oferta de disfrute para los vecinos y áreas peatonales crecientes que disuadan en cuanto sea posible el uso de vehículos particulares.
No debemos perder de vista que una de las mayores fuentes de emisión de gases contaminantes proviene de los combustibles fósiles, por lo que cada vez que decidimos dejar el auto en casa y hacer un trayecto a pie o en transporte público estamos haciendo nuestra contribución al cuidado del medio ambiente.
En suma, las ciudades son las grandes generadoras de emisiones de gases de efecto invernadero y solo la convergencia de políticas públicas y un cambio cultural en la población podrá lograr que enfrentemos con éxito la lucha contra el cambio climático. La calidad de vida de las generaciones futuras depende de ello.
*Ministro de Ambiente y Espacio Público CABA.