Hace algunos años, trabajando con un grupo de amigos en una propuesta de futuro para la Argentina, llegamos a la conclusión de que una de las condiciones imprescindibles para salir de la trampa de la decadencia, que parecía insalvable, estaba en la generación de una gran coalición de gobierno, que reuniera a los partidos mayoritarios alrededor de un conjunto de propuestas básicas y acuerdos éticos y permitiera consensuar ideas, saliendo de la lógica perversa de la “matemática del egoísmo”, cuya regla número uno dice “en la lucha política, es tan importante lo que uno hace como lo que no le deja hacer a la oposición”.
Nuestra fuente de inspiración eran los países europeos, que adoptaron exitosamente la fórmula luego de una guerra devastadora, que dejó millones de muertos y pueblos llenos de desconfianza y rencor, y lograron con ella salir adelante, transformando ese pasado de muerte y destrucción en un presente de crecimiento y bienestar.
Propusimos entonces abandonar la vieja fórmula de Perón-Balbín “el que gana gobierna y el que pierde acompaña” y reemplazarla por una nueva: “El que gana gobierna y el que pierde también gobierna”.
Así lo hicimos junto al Dr. Raúl Alfonsín, cuando me tocó ser gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Fueron ocho años en los que, junto a mis equipos, administramos los recursos, mientas que el radicalismo se hizo cargo de todos los organismos de control de gestión de la Provincia, en una fórmula que llamamos cogobierno.
Andando el tiempo, cuando tuve que asumir la Presidencia de la Argentina en las circunstancias por todos conocidas, repetimos la fórmula e incorporamos ministros de extracción radical al gabinete, además de formar un bloque legislativo que, conservando las identidades partidarias, consensuaba las leyes antes de presentarlas para su aprobación. Así, logramos un mecanismo que garantizaba la gobernanza y que nos permitió sacar rápidamente al país de la enorme crisis en la que estaba.
Hoy, veo con satisfacción que la propuesta de una gran coalición de gobierno como salida de la dificilísima situación que atravesamos, ha prendido en todos los niveles de la sociedad argentina. Periodistas, gremialistas, empresarios, líderes religiosos, filósofos, artistas y, sobre todo, los hombres y mujeres de a pie, nos exigen a los políticos que nos pongamos de acuerdo, que dejemos de pelearnos y avancemos juntos en propuestas superadoras, que devuelvan a la Argentina a la senda del desarrollo y el bienestar de la que hace tanto tiempo nos apartamos.
Parafraseando una frase muy conocida, hoy coalicionistas somos todos.
En ese sentido son muy alentadores algunos pasajes del discurso del Presidente Fernández en su asunción, llamando a la reconciliación y el acuerdo, así como algunos gestos elocuentes de la ceremonia.
Seguramente se necesitará algún tiempo para que las políticas del nuevo gobierno comiencen a plasmarse en hechos concretos que permitan discutir acuerdos de fondo con las otras fuerzas. Pero desde ya, podemos asegurar que el tema de la productividad será un eje inevitable de la política de los próximos años. Sabiendo eso, ya se puede comenzar a trabajar en la preparación de una gran coalición parlamentaria, que plantee las reformas de fondo y las políticas de Estado a implementar para poner el país a producir, sacando a la Argentina del perverso ciclo de decadencia y frustración en el que parece encerrada en las últimas décadas. Es necesario desplegar en toda su magnitud el inmenso potencial de riquezas naturales y material humano que nuestro país posee. Allí estará la clave para generar trabajo de calidad, ingresos más justos, una educación y una salud accesible para todos y un crecimiento sostenido.
No ignoro que es mucho más fácil hablar de formar una gran coalición que plasmarla en los hechos. Serán muchos los obstáculos que habrá que superar, desde prejuicios arraigados hasta tontas mezquindades personales. Sin embargo, y sabiendo que es nuestra oportunidad de poner la Argentina de pie, como le gusta decir al Presidente, debemos poner toda nuestra energía en intentarlo.
Y cuanto antes, mejor.
*Ex presidente de la Nación.