“Seamos más vietnamitas”, sugirió Marcos Peña, con tono de comandante. Sucedió el viernes 12 de abril en Olivos, tras un asado con Mauricio Macri y María Eugenia Vidal. El jefe de Gabinete, quien más bien ha funcionado siempre como jefe máximo de la “campaña permanente” del macrismo, les explicó a los candidatos “sin tierra” bonaerenses (los que no son intendentes) de qué modo sería posible volver a ganar en octubre, pese a los desbarajustes de una economía asfixiante y los resultados adversos de las últimas elecciones provinciales.
En la propia definición de “sin tierra” radica el modo peña-duránbarbista de entender la “nueva política” que, en verdad y salvo los métodos que permite la revolución tecnológica, de nueva no tiene nada. Sin territorio no hay poder. Al igual que en las guerras convencionales, el nudo del asunto pasa por afirmarse en intendencias y gobernaciones, que vendrían a ser el equivalente a los fortines de madera y los castillos amurallados de antaño.
En el fondo, la política sigue significando casi exclusivamente la necesidad de agrandar el mapa conquistado. Y tan es así, que los líderes terminan gastando más tiempo, adrenalina e inteligencia en lograr la próxima conquista que en resolver los graves problemas de los conquistados una vez que se tomó posesión del palacio. Marquitos llamó a “la guerra” a los “sin tierra”.
Quedó dicho recién: la mayor novedad aportada por el macrismo en estos años ha sido la extrema, puntillosa y por qué no magistral sofisticación de los métodos modernos de campaña. Los amarillos son, básicamente, una pulida maquinaria electoralista. El uso híper profesional de las nuevas tecnologías les ha permitido perfeccionar sus encuestas convencionales e incorporar todos los usos posibles de Google, Facebook, Whatsapp y Twitter, donde hizo famoso a su polémico ejército de trolls (con todo lo que éste tiene de real y de mito). Diseñan sus planes proselitistas distrito por distrito, barrio por barrio, cuadra por cuadra y hasta casa por casa. Llegó la hora del chat por chat.
Todos los presentes lo miraron extrañados de admiración cuando Peña les explicó la diferencia entre el “juego finito” y el “juego infinito” en que se basa el operativo 2019. “El juego finito se remite a pensar sólo en términos de ganadores o perdedores. En la guerra de Vietnam, los americanos jugaron un juego finito: ‘entro, gano, ordeno, me voy’. En cambio, los vietnamitas jugaron un juego infinito, porque les iba la vida por su país y sabían que así lo harían todas las generaciones que vinieran, porque no tenían otra opción más que ganar. En nuestra discusión política, muchas veces predomina una mirada finita, que consiste en hacer campaña para que ganen Mauricio, María Eugenia… Es como el 'llegar y listo' de los americanos. Pero enfrente hay quienes van a hacer lo imposible para que eso no ocurra. Tenemos que hacer una campaña‘infinita’. La pelea por un país con libertad e igualdad de oportunidades nos va a acompañar para siempre, nunca se terminará de resolver. Por eso hay que pelear más allá del resultado electoral”, se explayó. Les estaba indicando ir más allá de los graves problemas del momento. Esquivarlos. Dar por entendido y por hecho que ya vendrán tiempos mejores.
Asustado por tantas derrotas, el macrismo ahora cree que “es la economía, estúpido
Les explicó luego que los smartphones serán el arma guerrillera por naturaleza. El salto a esta suerte de “vietnamismo digital” tiene su ABC práctico: identificar a diez convencidos cada uno y sumarlos a la campaña; identificar a diez indecisos y convencerlos, para sumarlos; cada activista es un “generador y propalador de contenidos”. Entonces citó a Jaime Durán Barba, el gurú number one que a veces predica en tono metafórico de sabio oriental: “No pensemos esta campaña como una gran sábana o un gran mantel, sino como un conjunto de retazos. Hay que activar núcleos de conversación de temas con su propia dinámica. La campaña y la elección se dan en la calle y en los medios... Pero de educación se habla en los grupos de Whatsapp de padres y madres; de seguridad se habla en los grupos de Whatsapp de las cuadras, en las alertas vecinales”, precisó. En realidad, la teoría de los juegos finitos e infinitos se la tomaron prestada al escritor y coach motivacional inglés Simón Sinek, quien ha sido más tajante (y menos cuidadoso) en sus definiciones: “La diferencia entre los estadounidenses y los vietnamitas en la guerra de Vietnam era que unos jugaban a ganar y los otros, a sobrevivir”. A los efectos puramente electoralistas, “ganar” y “sobrevivir” configuran dos caras de la misma moneda, que apenas se diferencian por la circunstancia del discurso. Pero “sobrevivir” suena fuerte. Indica el peligro latente de todo lo contrario. El macrismo no tiene muchos buenos resultados concretos para exhibir y ganar gracias a ellos. Sí reivindica, en cambio, una gesta inconclusa “contra el pasado” que aún no logró consolidar y ni siquiera se ha perfeccionado como relato de época. En síntesis: la dicotomía no se les presenta, en lo inmediato, entre lo finito y lo infinito. Sino, al menos en la coyuntura, en perder o encontrar un modo creativo de ganar. Juegos de palabras. Puro coaching, por el momento.
Llama la atención, sin embargo, que no sea la primera vez que un alto referente macrista se ocupe de reivindicar el modelo vietnamita. En noviembre último, durante un evento a propósito del G20 convocado por la revista NOTICIAS, el senador Federico Pinedo (jefe del PRO en la Cámara Alta), sorprendió a la audiencia con estas palabras: “Por ahí nosotros necesitamos un poco de socialismo de mercado, como en Vietnam. O sea, que el Estado genere acciones en la sociedad que le den trabajo a toda la gente”.
No sonaría raro escuchar estas y aquellas cosas en boca de algún kirchnerista. ¿Recuerdan a CFK vestida de exploradora en los túneles guerrilleros de Vietnam? La política da para todo. ¿Será que el “juego infinito” del macrismo también depende de generar cierta “izquierda” en su interior? ¿Las palabras pueden motivar más que los hechos? Quién sabe. Hoy por hoy, en estos tiempos locos de Ho Chi Mau, quizás vendría al caso parafrasear al Che Guevara: el macrismo va “por dos, tres, millones de Whatsapp”.
Viene perdiendo en el interior. Sabe que los milagros no existen. Tampoco la última palabra. Decía Ho Chi Minh, el original: “Podrás perder mil batallas, pero solamente al perder la risa habrás conocido la auténtica derrota”.
*Director de Contrenidos Digitales y Audiovisuales en Editorial Perfil.