No se puede llegar más alto. Anoche, la camiseta de Ginóbili fue colocada en el techo del estadio de los San Antonio Spurs, y allí quedará, retirada, venerada y extrañada, sin que ningún jugador del equipo pueda volver a usar el número 20. Esa cifra que representa “la fiesta” en la Quiniela, y que, según dice la numerología, se asocia con los líderes, capaces de dirigir equipos y enfrentarse a cualquier problema. Nada es casual.
En nuestro país, este evento tuvo una enorme repercusión en los medios y redes sociales, según el análisis de Globalnews, donde predominaron una tremenda cantidad de interacciones con sentimiemtos de alegría y emoción.
Ginóbili mantiene su lugar como referente y, sin exagerar, como uno de los mayores deportistas de la historia de nuestro país, en un momento en que el deporte sufre y los ídolos escasean. Una vez, en un tuit, el basquetbolista Nico Batum dijo: “Perdón Messi, pero Ginóbili es el mejor [atleta] argentino de la actualidad”. ¿Será así? Repasemos:
Sorry Messi but Ginobili is the best Argentinian of the day
— Nicolas Batum (@nicolas88batum) June 16, 2014
Con la ceremonia de anoche, se cierra una carrera de 23 años, 16 de ellos transcurridos en la NBA. Ginóbili desembarcó en la difícil liga estadounidense después de consagrarse en Europa, y se ganó un lugar a puro esfuerzo, trabajo, perseverancia, cuidado como deportista y competitividad. Siempre le sobraron las cualidades que hacen a un grande: la sabiduría, la humildad y el tesón que le permitió sostener su nivel hasta pasados los 40 años.
Su palmarés es impresionante: entre otros logros, ganó cuatro anillos en la NBA, fue 2 veces All-Star, y ahora es candidato para entrar al Hall of Fame.
El público argentino lo recuerda especialmente por sus conquistas con la selección nacional: siete medallas en total, incluyendo la plata en el mundial de 2002, el oro olímpico en Atenas 2004 -donde también fue elegido MVP- y el bronce en Beijing 2008. Su compromiso estuvo siempre fuera de duda, y nadie lo cuestionó cuando decidió bajarse del mundial de Turquía por razones personales.
Ginóbili se retira, además, con el curioso logro de no haber caído en la picadora de carne de la sociedad argentina. Me pregunto si, por ejemplo, cuando llegue el retiro de Messi, se lo vivirá acá con esta misma alegría o, en cambio, con cierta amargura. No faltará el que se ponga a recordar sus fallidas campañas con la albiceleste. El talento de Messi, desde ya, está fuera de toda discusión. Su fama también: en Facebook, por ejemplo, tiene 90 millones de seguidores, frente a los 2 que tiene Ginóbili. Pero la cualidad de ídolo va más allá de cualquier número.
Sabemos que la relación de los argentinos con los ídolos suele ser complicada. Se los levanta como si fueran semidioses, pero cuando caen en desgracia, por cuestiones profesionales o personales, les es muy difícil reconciliarse con el público. En su momento ocurrió con el Mono José María Gatica, con Diego Maradona y con Carlos Reutemann, cuando se lanzó a la política.
Es como si les exigiéramos a nuestros ídolos las cualidades que a nosotros nos faltan. Queremos que Messi deje todo en la cancha, mientras nosotros preferimos la ley del mínimo esfuerzo. Que el equipo vaya para adelante y sienta los colores, cuando a la hora de la verdad los argentinos optamos por el “sálvese quien pueda”. Que corran más rápido, cuando nosotros nos cansamos a las dos cuadras.
A los héroes no se les pide solo que ganen, se les pide que inspiren, que reflejen valores, que nos den algo a lo que aferrarnos en los momentos difíciles. Claro que no es justo pedirle a Messi que haga todo esto además de ser un genio extraterrestre en la cancha. No es su culpa no estar a la altura de expectativas ajenas. Pero verlo patear una pelota con poca inspiración, en el partido contra Venezuela, nos recuerda demasiado a nosotros mismos, nos hace pensar en todo nuestro potencial desperdiciado.
Por eso mismo miramos a Ginóbili, aunque viva lejos y haya jugado a un deporte que acá no es popular. En estos tiempos turbulentos, nos sentimos identificados con sus valores. Gracias, Manu, por todo lo que nos diste. Hoy te sentimos el mayor atleta argentino, porque queremos pensar que también nosotros podemos llegar a lo más alto.
Como reflexionó alguna vez el eterno líder sudafricano Nelson Mandela: “el deporte tiene el poder para cambiar el mundo. Tiene el poder para unir a la gente de manera en que pocas cosas lo hacen. Les habla a los jóvenes en un lenguaje que ellos entienden. El deporte puede crear esperanza donde antes solo había desesperación.”