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Como bien sabés, puse todo de mí

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Querido Mauricio. Así encabezó su carta formal de renuncia el ahora ex ministro Nicolás Dujovne. | cedoc

Desde el comienzo de la democracia en 1983, cada presidente de largo aliento –no me referiré a los que estuvieron poco tiempo, de Fernando de la Rúa a Eduardo Duhalde, pasando por los otros tres que ocuparon el sillón de Rivadavía en poco más de una semana– nos acostumbró a un modo de decir particular relativo al tratamiento.

Raúl Alfonsín (quien solía hablar de sí en plural como las majestades o como hablan quienes forman parte de un colectivo prestigioso) se animaba a la retórica más rancia. “Venimos a exponer a vuestra honorabilidad”, les decía a los miembros del Congreso de la Nación en su discurso de asunción del mando, tratándolos con la formalidad más alta que se permite la lengua española por estos lares.

Carlos Menem, por su parte, nos habituó a modos diferentes. Sin ambages para usar el “ustedes” coloquial (“Síganme [ustedes], que no los voy a defraudar”), instalaba al pueblo destinatario en el lugar de los consanguíneos. “Hermanas y hermanos de mi Patria”, nos nombraba.

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Con el matrimonio Fernández-Kirchner se inauguró una época distinta en cuanto al tratamiento. En concreto, tanto Néstor Kirchner como Cristina Fernández jamás tuvieron empacho en hacer uso de las formas más coloquiales.

Todos recordamos la famosa requisitoria de Néstor: “¿Qué te pasa, Clarín? ¿Estás nervioso?”. O la cantidad de veces que Cristina interpeló a sus interlocutores con familiaridad (“Héctor Recalde, a vos te lo dedico”, decía en 2015 –por ejemplo– en el discurso de inauguración de las sesiones legislativas).

¿Y el actual primer mandatario? El fue más explícito aún sobre el asunto. En una entrevista televisiva allá por julio de 2016, Alejandro Fantino (viejo conocido del Macri presidente de Boca) le confesó: “No lo puedo tutear, porque estoy tratando al Presidente de la República Argentina”. Para sorpresa de algunos, Mauricio Macri respondió con firmeza: “Convengamos que es una decisión tuya, el respeto no pasa por si se tutea o no se tutea”.

Y es sobre este último punto sobre el que quisiera detenerme. Promulgado como un axioma cambiemista, que bien pudiera ponerse en paralelo con el atuendo (la estética PRO que impuso este gobierno: camisa sin corbata con el botón del cuello desabrochado, camperita de marca japonesa), el uso del voseo –que es ése el nombre técnico, aunque los argentinos nos empeñemos en rotularlo como “tuteo”– es una marca en el orillo de esta administración.

Así las cosas, la última semana nos ha dejado evidencia de un salto cualitativo en la evolución del canon protocolar. Ya no se trató del uso oral de una fórmula cara a los modos de decir de estas pampas. Se trató de un escrito epistolar con todas las características de un documento oficial: la carta de renuncia al cargo de un ministro de la Nación. “Querido Mauricio” comienza, en efecto, esa carta del ahora ex ministro Nicolás Dujovne.

¿En qué momento nos volvimos tan llanos? ¿Cuando nuestros gobernantes empezaron a tratarse de “vos” en público? ¿Cuando todas las campañas políticas incluyeron el “vos” en sus eslóganes? ¿Cómo fue que pasamos del “vosotros” de Alfonsín a éste: “No tengo más que palabras de agradecimiento hacia vos” escrito en una carta con membrete del Ejecutivo y dirigida al Presidente?

No es que sea reprochable el tratamiento informal –en todo caso, hay muchos otros reclamos bien fundados para hacerle a quien fuera hasta hace poco ministro de Economía–. Es, antes bien, que merece una reflexión este achatamiento de las diferencias situacionales, esta dilución de las variedades orientadas a revelar los distintos marcos en que se encuadra un discurso.

A lo mejor, esta carta es apenas un botón de muestra de la potencia que tiene la horizontalización de nuestras comunicaciones. Pero no deja de llamar la atención que un ministro se exprese en términos tan familiares cuando escribe un documento. Como si el gobierno del país fuese, para él, simplemente un asunto entre amigos.

 

*Directora de la Maestría en Periodismo de la Universidad de San Andrés.