Cuando tenía 20 años me inició en los deleites y afanes de la poesía de Ezra Pound Jorge Fondebrider, un poeta y querido amigo. Sé de memoria sus versos cortos, las reeescrituras dantescas, los intentos con el haiku tratando de captar la potencia de las caras que salen del subte después de la hora pico y que él convierte en pétalos húmedos sobre una rama negra. Ahora la aparición de una traducción nueva al español por un argentino con un nombre “stone” es un verdadero acontecimiento.
Jan de Jager acaba de publicar una extraordinaria versión de los Cantos en Ediciones Sexto Piso. Y mientras lo leía, me asaltó una pregunta: ¿cuándo se jodió la vanguardia política? ¿Cuándo se separó de la vanguardia estética? Tanto que ahora la muestra de un ilusionista en el Malba nos parece una genialidad. El libro tiene un prólogo de Giorgio Agamben que sobrevuela este tema: “La transposición en términos estéticos mercantiles de la crisis epocal que se habría expresado en las vanguardias es, por ello, una de las páginas más vergonzosas de la historia de Occidente, de la que los museos de arte contemporáneo representan hoy la más extrema e indolente propagación. Aquello donde estaba en juego la posibilidad misma de poiesis y, por tanto, la supervivencia del ser humano como ser espiritual, se redujo a un fenómeno de moda y fue liquidado de una vez por todas bajo la forma de producción de nuevas mercancías”. Para Agamben, los Cantos no transmiten tanto un sentido sino que son la experiencia de la incapacidad de reflejarlo. Retazos, pedazos sueltos, algo que explotó con las guerras y que ahora hay que armar y donde faltan piezas que quedaron bajo los escombros de los bombardeos.
Ezra Pound escribió estos poemas a lo largo de la mitad de su vida.
Los escribió mentalmente mientras escapaba movilizado por la campiña italiana, bajo las estrellas, en una jaula que le armó el ejército americano cuando lo acusaron de traición a la patria y en el sanatorio para enfermos mentales donde finalmente recaló. Es difícil escribir buena poesía sin ser un traidor a la patria. Para Pound, los problemas de la sociedad estaban en la usura, y para curarla había que drenar la economía. ¿Les suena esto? Por eso los Cantos siguen siendo tan actuales como el capitalismo. Leerlos es como escuchar el soliloquio interminable de un loco: por momentos habla muchas lenguas, hay ideogramas chinos, japoneses, textos en inglés antiguo y provenzal, de golpe irrumpen momentos de poderosa belleza y sentido… y rápidamente el monólogo maníaco de la erudición.
Esta versión tiene un apéndice con las versiones de los cantos italianos traducidos por el superpoeta Jorge Aulicino. Ahí Pound la rompe: “La voluntad es Antigua, pero la mano es nueva/ ¡Atiende! Atiéndeme, antes de que regrese/ A la noche./ Donde la calavera canta,/ volverán los infantes, volverán las banderas”.