COLUMNISTAS

Cómo sigue

¿Quién ganó? ¿Quién tiene razón? ¿El campo o el Gobierno? Varias veces escuché estas preguntas en los últimos días. “Perdieron todos” y “todos tienen razón” son las respuestas.

|
“ES LA INFLACION...” , gritaría alguien, rememorando aquella frase de Clinton a Bush padre en 1994: “Es la economía, estúpido”. No era la guerra allí, no es el golpe aquí.

¿Quién ganó? ¿Quién tiene razón? ¿El campo o el Gobierno? Varias veces escuché estas preguntas en los últimos días. “Perdieron todos” y “todos tienen razón” son las respuestas. Un Gobierno que promovió el uso de la fuerza terminó cocinado en su propio caldo: “Las batallas no deben ser largas, porque el enemigo copia las estratagemas”, decía Von Clauseweitz en De la guerra. Haciendo piquetes, los ruralistas se sumaron a la ilegalidad. ¿Y a quién se le ocurrió tirar alimentos como basura en las rutas? Nadie se salvó, nadie salió ileso de estos veinte días de locos en tres semanas llenas de feriados.
Pero la cuestión de fondo no son las retenciones, ni el estilo autoritario K, sino el modelo económico que está comenzando su etapa de obsolescencia. Hoy, los dirigentes del campo se quejan porque con su contribución sostienen a la industria. Si todo sigue así, en 2009 serán los industriales quienes saldrán a la calle con cacerolas.
El modelo. El peso subvaluado fue la piedra fundamental del modelo productivista: sustitución de importaciones y más exportaciones, lo que significa más trabajo y menos desempleo. La acumulación de varios años con inflación cercana al 20% y un dólar fijo a $ 3,15 hundirá la piedra fundamental del modelo por revaluación del peso. Y con una inflación cercana al 20% no se puede devaluar el peso sin retroalimentar una inflación ya peligrosa. Gran dilema. Distinto pero similar al de fines de los 90.
Hasta ahora, la propia devaluación del dólar sobre el euro y la mayoría de las monedas del mundo, incluyendo el renimbi chino y las de nuestros vecinos, contribuyó a que el peso continuara devaluándose sin el agregado del efecto psicológico que tendría sobre nuestros precios internos. Y contribuyó a que los productores del campo pudieran ir absorbiendo el aumento de sus costos en pesos por inflación con un dólar desde 2006 en $ 3,15 (menos de dos pesos para los chacareros, por efecto de las retenciones), porque parte del aumento de las commodities en dólares no fue verdadero aumento: en euros aumentaron mucho menos.
Pero economistas de todo el mundo sostienen que es probable que antes de fin de año el dólar vuelva a revalorizarse y el euro comience su regreso a valores más equilibrados. Por primera vez desde el 2000, Europa tendrá este año saldo negativo en su balanza comercial: con un euro a 1,6 por dólar no puede competir. Paralelamente, con su fuerte devaluación, Estados Unidos estaría comenzando a salir de la crisis, y será Europa la que en 2008 pasaría a tener los déficits gemelos: fiscal y de cuenta corriente.
¿Qué pasaría con la competitividad  argentina si con un dólar y veinte centavos se comprase un euro, y en lugar de costar un dólar sólo 1,70 real en Brasil pasase a costar, por ejemplo, 2,20 reales? Los productos brasileños se podrían vender en la Argentina un 30% más baratos y las exportaciones argentinas pasarían a costar un 30% más en algunos mercados (si no se devaluara el peso, con su efecto de más inflación y caída de salarios reales).
Fue la revaluación del dólar a fines de los 90 la causa de muerte final de la convertibilidad. Pero no fue la causa originaria. Al igual que con el modelo actual, el dólar comenzó muy alto y el peso muy bajo al inicio de la convertibilidad. Cavallo había devaluado un 100% el austral, de cinco a diez mil, para luego sacarle cuatro ceros y pasar al peso convertible del uno a uno.
Con los años, fundamentalmente los primeros, la inflación interna se comió ese colchón. Agotado el colchón, y como no se podía apelar a la emisión/inflación, se comenzó a emitir deuda, y cada vez más.
El núcleo del problema tiene parecidos con los de hoy: la única forma de comprar lealtades políticas es con dinero, y se aumenta el gasto público en parte para comprar esos apoyos políticos de gobernadores o intendentes. Al no haber un sistema de partidos políticos estables donde los dirigentes cumplan ciclos y haya recambio y alternancia, pero siempre dentro de la continuidad  de los partidos, el sistema sólo se estabiliza a través de  los liderazgos personalísimos, a los que hay que alimentar con mucho dinero. En un caso fue con endeudamiento; en otro, con inflación. Pero en ambos el aumento del gasto público fue o es su causa. No es una cuestión de modelos económicos, sino políticos. No hay modelo económico que resista aumentos del gasto público de 50% en un año o 30% el siguiente. Tarde o temprano, se pagan las consecuencias.
Ayer un economista muy afín al Gobierno, Eduardo Curia, declaró: “Al modelo económico le está faltando un service”. Ningún gobierno quiere hacer service: todos quieren un auto nuevo. Lo que significa seguir con el anterior hasta que no quede alternativa (y a veces, apretando más el acelerador).
La crisis del campo a partir del aumento de las retenciones fue el síntoma de un problema mucho más amplio. Así como Europa pasa a tener déficits gemelos de un año para otro y, a la inversa, Argentina superávits gemelos en 2003, lo malo, como lo bueno, nunca viene solo: se espiraliza, se interrelaciona, se potencia.
Los primeros síntomas de cualquier enfermedad siempre se superan, pero si uno no va al médico, un día estalla.
Ir al médico: difícil acto de humildad para cualquier político cuando él solo pesa más que su propio partido.