Parece que la economía global está afirmada en el piso y rebotando.
Todavía no está claro si el rebote es vigoroso y rumbo a un crecimiento sostenido. Si es sólo un “veranito” derivado de la combinación de medidas de estímulo fiscal y monetario sin parangón y de consumidores e inversores con “fatiga de combate” y que terminará cuando dichos estímulos sean, necesariamente, reducidos. O si es un rebote muy miserable, condenando al mundo a un período relativamente largo de recuperación muy modesta. Pero, mirando sólo el corto plazo, cualquiera de los tres escenarios se parecen; la diferencia se verá en unos meses.
Los mercados de capitales mundiales, por su parte, que por ahora miran el cortísimo plazo, también están viviendo cierta euforia derivada de un contexto de liquidez fenomenal, tasas de interés prácticamente en cero y la declaración de los gobiernos más importantes del planeta de que, por ahora, este contexto de política económica se mantiene.
Dicho de otra manera, la economía mundial dejó de caer y está empezando a recuperar tasas de crecimiento positivas, aunque, salvo Asia, y alguna excepción por ahí, muy modestas.
Y los mercados de capitales, ante la noticia de que el marco de liquidez y tasas muy bajas continuará, siguen buscando alternativas de inversión más rentables, en acciones, commodities, oro, deuda emergente, bonos, etc., y atentos a cualquier cambio en el horizonte para, eventualmente, bajarse.
Sólo una aclaración aritmética, si algo valía 100 y cayó 90%, pasó a valer 10, si ahora sube 200% pasa a valer 30. En general, todos los mercados de valores están bien debajo de sus precios previos a la crisis y eso parece razonable, si ese mundo de exuberancia financiera no vuelve.
Son las commodities. ¿Qué significa esto para la Argentina? Por el lado de la economía “real”, que los precios de las commodities y que la demanda brasileña pueden seguir en este nivel. Si el clima ayuda, habrá más cosecha y más ingresos agrícolas y fiscales. La Argentina también está encontrando su piso y amaga un rebote modesto.
Por el lado financiero, como la Argentina es vista como una emisora de “bonos basura”, en la medida en que haya algún apetito por este tipo de inversiones y alejado, por ahora, el riesgo de default, las tasas de interés implícitas en la deuda emitida por nuestro país pueden seguir bajando, y aun así ser tentadoras, como inversión de alto riesgo.
Sin embargo, todavía estamos a años luz de la normalidad financiera. Mientras muchos de nuestros hermanos latinoamericanos pueden endeudarse a tasas del 2% o 3% anual, la Argentina, si saliera hoy al mercado, no pagaría menos del 15 o 16 por ciento.
Por supuesto que el alejamiento del riesgo de default argentino arriba mencionado no es neutral respecto de la situación del sector privado.
En efecto, el Gobierno ha decidido financiarse con los recursos acumulados en la ANSES, créditos del Banco Nación y la emisión del Banco Central. Esto implica menos crédito disponible para el financiamiento de las empresas privadas y, sobre todo, el uso del impuesto inflacionario, para financiar el gasto.
Por lo tanto, el nivel de actividad interno no puede rebotar demasiado. Por un lado, porque entre el “clima político” y las dificultades de financiamiento de largo plazo mencionadas es difícil que se recuperen la inversión y el empleo fuertemente. Por el otro, porque el impuesto inflacionario reduce el poder de compra de asalariados y jubilados, lo que hace que el consumo masivo también encuentre un límite.
Costado social. Esto me lleva al costado político y social de los próximos meses.
Elegir la inflación, aunque sea “moderada” (15%-20% anual), como mecanismo de financiamiento del gasto público implica no sólo elegir un mecanismo regresivo y peligroso en términos económicos, sino también en términos sociales.
No hay nada más disruptivo para el funcionamiento normal de una sociedad que la inflación. No es casual que los gobiernos del mundo y los banqueros centrales importantes se preocupen porque la tasa de inflación de sus países se mantenga bien baja, aun sacrificando algo de crecimiento económico.
Mantener tasas de inflación del 1%/1,5% mensual durante períodos prolongados genera un clima social muy complicado, dado que los salarios, sobre todo del sector informal, no les pueden seguir el ritmo a los precios.
A este escenario hay que sumarle el desbarajuste de precios relativos que armó el Gobierno con una maraña de subsidios, controles, prohibiciones, etc. Y en donde todavía falta ajustar precios muy sensibles como los de la energía, el transporte o los alimentos.
Con este contexto, aspirar a recuperar “popularidad” o votos es una fantasía. No hay nada más impopular que la inflación, en especial entre los sectores de más bajos ingresos.
Curioso, el Gobierno pretende ganar elecciones controlando a la prensa y olvida que, como lo probó la desgraciada aventura con el INDEC, la gente no lee la tasa de inflación en los diarios o la mira por TV, la comprueba en la vida diaria.
Y con alta inflación, no se ganan elecciones.