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Concursos de belleza: sí o no, ¿por qué siguen existiendo?

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Concursos. Los de belleza son sexistas porque representan un imaginario de belleza machista. | cedoc

La discusión en la provincia de Mendoza por la prohibición, en el municipio de Guaymallén, del concurso que seleccionaría a la joven mujer que los representaría en la Fiesta de la Vendimia, que incluye un certamen de belleza, reabrió un debate que en el mundo quedó saldado hace años. 

Estos concursos de belleza son sexistas porque solo participan mujeres y no cualquier mujer, sino mujeres jóvenes que superaron los 18 años, que representan un imaginario colectivo de belleza basado en un cuerpo con determinadas formas, especialmente en los senos y la cola, que restringe la participación a mujeres que no representan a la mayoría, sino a aquellas a quienes las pautas y criterios patriarcales consideran “ideales”. 

Esto expresa la “fantasía” que el mundo patriarcal tiene de la belleza femenina que solo valora las formas y que exalta el cuerpo, lo único que importa de las mujeres. Es una ejemplificación perfecta de la concepción patriarcal de las mujeres como “objetos” disponibles para el uso y placer de los varones. Uso para la gran mayoría de hombres para alimentar la fantasía y el placer mirándolas, porque no logran concretar otra vivencia. Los pocos que logran concretar encuentros reales son los admirados por el resto como los “supermachos” que pasan a ser reconocidos y respetados.  

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¿Y qué pasa en ellas?, ¿qué sienten?, ¿qué experimentan? Las concursantes viven momentos de gran ansiedad por lograr ganar. Ansiedad que se inicia en la preparación hasta la competencia donde recelan de las otras y viven hechos degradantes que “pagan” porque es el precio para llegar y tal vez ganar. Son pocas las que cuando se prestan a participar en estos certámenes se revelan durante el proceso. Además, el clima que las rodea, como por ejemplo en el caso de Mendoza, en sus localidades las ensalzan y rodean de atenciones para garantizar que lleguen a representarlos, porque, aunque no ganen, se sienten orgullosos de ser representados. 

De ahí la desazón que expresaron sectores del municipio de Guaymallén porque dejaran un vacío, como si no existieran. La pregunta es: ¿no hay otras formas de reconocer a los municipios y sus pobladores que no sea degradando a las mujeres jóvenes a tener que “exponer sus cuerpos” que poco dicen de las virtudes y capacidades del municipio y sus gentes? 

Cabe recordar un hecho trascendental para la cultura mundial vivenciado en 1970, cuando en el concurso de Miss Mundo en Londres un grupo de feministas irrumpió y provocó la suspensión de la proyección del concurso por la televisión y expuso ante el mundo el sentido de estos certámenes en cuanto degradación de las mujeres. 

Este hecho fue clave y signó el fin de estos certámenes, que no fue inmediato pero que llevó a la reflexión y a acabar el negocio que significaba para quienes lo organizaban. Miss Mundo era la culminación de un proceso que incluía la elección en cada país de la mujer que los representaría. Elección guiada por los valores de la belleza femenina de “objetos de placer”, máxima ejemplificación del patriarcado. 

Por eso en esos concursos no aparecían las mujeres de color, todas eran blancas, y como muestra la película Miss Revolución sobre este hecho, ya en la preparación por presión ante el apartheid los organizadores incluyen mujeres negras, en Sudáfrica obligan a enviar una mujer negra junto a la elegida. Frente a la irrupción de un grupo de feministas inglesas durante el evento que observaban millones de espectadores de todo el mundo, en el escenario, en medio de las expresiones descalificadoras del feminismo del conductor del evento, el famoso Bob Hope, hubo en el mundo una sensación de alivio de miles de mujeres y hombres también, que veían en esos certámenes la degradación de las mujeres. Fue un grito de basta que, al igual que los que se plantearon ante la violencia y el abuso sexual, aún es necesario.