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un año, muchos macri

Confesiones de un crítico en verano

Vengo marcando, como muchos colegas, las evidentes metidas de pata del Gobierno en distintas situaciones.

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Vengo marcando, como muchos colegas, las evidentes metidas de pata del Gobierno en distintas situaciones. Es una larga enumeración: del voluntarismo acendrado y voluptuoso del comienzo han pasado a un conservadurismo populista sin más. Se entiende. No quieren tormentas sociales a fin de año, desean crear condiciones de pacificación y buenos entendimientos en el año de las elecciones parlamentarias.

Sin duda, estos gobiernos de cuatro años que surgieron con la reforma de la Constitución de 1994 limitan las posibilidades de maniobrar desde el gobierno, de ir más lentamente, de probar y arrepentirse. Todo debe salir bien, y eso es imposible. Es muy condicionante e injusto.

El Gobierno ha tenido dificultades de comunicación muy grandes, imposibles de entender. Cuando el encargado de Energía lanzó en febrero-marzo un aumento del 500% en la energía  creímos que ello despertaría la furia en la sociedad. No sucedió. Todavía existía la esperanza de un mejor gobierno que el anterior, y para un porcentaje no despreciable de los habitantes sigue existiendo. ¿Cómo se traduce semejante impericia comunicacional? Imposible de entender sabiendo que en el sector de Comunicaciones Oficiales del gobierno existen profesionales reconocidos. En la Casa Rosada no se le dio importancia al traspié. Pero la tormenta apareció pocos meses después y tuvieron que dar marcha atrás. A ese fenómeno se lo llamó “política de prueba y error”. ¿En un país como la Argentina, donde no queda espacio para este tipo de modelo?

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En los primeros meses el peronismo, con serias fracturas, estaba refugiado detrás de su dolor, pero ayudó al Gobierno en el Parlamento y en el tratamiento de numerosas cuestiones. A la oposición le resultaba conveniente negociar y establecer puentes. Más: se sacaron de encima al kirchnerismo desaforado y algunos comenzaron a trazar las bases de un resurgimiento peronista que ofrece la cogobernabilidad. Las noticias flagelaban a eso que se dio en llamar cristinismo.

Pero se juntaron todos, otra vez cuando presentaron un proyecto de reforma del Impuesto las Ganancias, que ya recibió media sanción en Diputados. El cambio de ciertos sectores del peronismo donde relució Sergio Masa le están quitando fondos a las provincias alegan gobernadores y la Cada Rosada y tratocan todo el Presupuesto Nacional. Si el Senado le da el visto bueno la vicepresidenta Gabriela Michetti promete un veto seguro del Presidente con sus ecos de impopularidad.

¿Pero qué hizo el gobierno para convencer a esos opositores? Hay una falta obvia de habilidad política. Qué es la crítica permanente que formula el titular de Diputados Emilio Monzó quien en la interna del gobierno viene pugnando contra aquellos que se aferran a las estadísticas y al optimismo y punto. Más: Monzó sugiere cogobarnabilidad con el peronismo.

En un acto partidario, Oscar Lamberto, nombrado auditor general de la Nación, en reemplazo de un antecesor acorralado por la Justicia, un buen profesional, de vieja militancia partidaria y parlamentaria, dijo: “Nunca nos vamos a poder sacar de encima la imagen de los bultos con dólares que tiraban al convento”. Algo parecido al cajón de sepelio quemado en el último acto del peronismo para conquistar la presidencia en 1983, al término de la dictadura.

Sin embargo, avanzado noviembre, el peronismo comenzó a tomar ciertas sospechosas distancias. Primero fue el exabrupto de José Luis Gioja contra el Presidente, a quien trató de “boludo”. Y después llegó la reticencia del peronismo a aprobar la reforma política, frustrando acuerdos firmes previos. La economía vino a sumarse al desconcierto. Todas las promesas, como que se remediaría la inflación, que mejoraría el tipo de cambio para algunos sectores, que la industria lograría salir del pozo (el 40% de la capacidad instalada está parada) o las promesas de inversión quedaron en el aire.


*Escritor y periodista.