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Consumir y adquirir

1-11-2020-Logo Perfil
. | CEDOC PERFIL

Durante mi niñez, la frase “poder adquisitivo” salía con frecuencia de boca de mi madre. Decía que el agotamiento de trabajar se compensaba con el poder adquisitivo. Con ese poder, resultante del esfuerzo, ella y papá habían comprado bienes que aún constituyen su patrimonio. Incluso antes de ir a la escuela, yo había entendido que adquirir era una de las múltiples formas de ejercer y tener poder. Cuando llegué a la adolescencia, la frase había transmutado a un solo vocablo: consumo. Es dudoso que el cambio respondiera a la necesidad de síntesis. 

Más plausible es que el sentido de “adquirir”, entendido como una forma de ampliar posibilidades y recursos utilizables a largo plazo, se haya vuelto impracticable para el grueso de los estratos medios y que el lenguaje haya tenido que reflejarlo. Consumir tecnología, marcas de ropa, libros, consumir cafés, marihuana y cervezas premium, consumir viajes low cost y happy hours, consumir Netflix y podcasts, consumir irónicamente, consumir aquello que ni siquiera debe ser pagado, como la incorporación en un grupo identitario. 

Rápido, sujeto a pulsiones incontrolables y fatalmente dependiente de la acción ininterrumpida de la publicidad, el consumo es la medida con la que buena parte de mi generación calcula sus éxitos económicos. El anhelo de poder adquirir algo que dure para siempre o algo que siga ahí cuando hayamos muerto, como una casa, fue sustituido por el fugaz empoderamiento de comprar a crédito algo tan ligero como un celular, irremediablemente obsoleto cuando terminemos de pagarlo.

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