OPINIóN
Grietas, violencia selectiva y cancelación

Un espejo deslucido de la realidad argentina

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Oriana. No es la primera vez que recibe críticas condenatorias por feministas. | cedoc

La secuencia fue así: Oriana Sabatini, modelo nacida y criada en el seno de una familia de famosos, subió a Instagram fotos en ropa interior sin retoques, acompañadas de un extenso texto en el que habla de los problemas que tiene con su cuerpo. Rápidamente, las redes sociales se hicieron eco y las opiniones a favor y en contra erigieron una grieta ad hoc. Algunas feministas e influencers caracterizadas por salir a criticar o sermonear a otras mujeres, señalaban que una “belleza hegemónica” como la de Oriana “haciéndose pasar” por acomplejada no hace más que enturbiar las luchas de quienes tienen problemas físicos “verdaderos”. No es la primera vez que estos feminismos mediáticos establecen juicios condenatorios sobre mujeres que exponen elementos de su vida privada u opiniones disruptivas al gran público. Eran esperables los ataques a Oriana que, como buena parte de las que sufren el hostigamiento o la sanción de las representantes más agresivas del movimiento de género, es muy linda y muy “privilegiada”. No solo esperables, repetidos. Vale recordar en ese sentido lo escrito en este medio por Pola Oloixarac el año pasado: “¿Se habrá perfeccionado tanto el patriarcado que ahora suena desde la voz chillona de ciertas señoras feministas?” Del otro lado, voces no tan crispadas, pero demasiado tendientes a glorificar gestos, ponderaban la valentía de mostrarse al natural y hablar de los temores propios. También hubo relatos menos taxativos como los que formulaban que la autopercepción no se ciñe al género, recordando que es común que anoréxicas o bulímicas se vean gordas sin serlo, o instando simplemente a ignorar tuits, fotos, videos, notas o declaraciones que no se ajusten a lo que uno piensa, cree o quiere creer.

En un segundo acto, Juan Arnone, el popular youtuber conocido como Marito Baracus, cuya trayectoria profesional es inversamente opuesta al privilegio pues empezó en el subsuelo de internet a principios de siglo para llegar de forma autogestiva a una masividad inclaudicable, hizo una parodia del posteo de la sobrina de la gran Gaby Sabatini con el mismo estilo irreverente de todas sus producciones. Una horda de usuarios ofendidos lo insultó y denunció virtualmente durante varios días, con un resultado tan previsible como lamentable: el video fue cancelado. Lejos de la intimidación o el pedido de disculpas, arremetió con un segundo video (también cancelado) en el que reseñaba la censura sufrida, con el que se hizo visible un problema central de las movidas cancelatorias, como lo es la violencia selectiva. “Mogólico” fue la palabra más utilizada por los ofendidos defensores de Oriana para atacar al comediante. Cualquier pedido de corrección política que se sirva de la discriminación sobre personas con capacidades diferentes cae, inevitablemente, en saco roto. El insulto y la descalificación de las que fue y es blanco Marito Baracus evidencian, una vez más, el odio agazapado en las reacciones que se autodefinen, no casualmente, como contrarias al “discurso del odio”.

Un par de días más tarde, en una charla por zoom que se publicó en las redes de un proyecto cultural llamado “Encuentro Itinerante”, el youtuber fue más lejos en el análisis sobre lo ocurrido y ofreció un par de puntas importantes a la hora de hablar de lo que tomó el ampuloso mote de cultura de la cancelación: “Que se haya estado hablando mucho de esto en internet no significa que sea algo importante. Están pasando cosas realmente graves sobre las que no se dice casi nada”. También se mostró decepcionado del grueso de los políticos y juzgó la grieta como una división transversal funcional a los poderosos. No por nada había tuiteado, cuando explotó el affaire Oriana: “No peleen o nos devoran los de afuera”.

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*Periodista y guionista.