COLUMNISTAS
Defensora de Género

Corrupción, violencia, poder y cambio cultural

Todavía falta para el fin del patriarcado, pero algo está cambiando profundamente en Argentina. Algo que suena atronador: se está cayendo la mitad del cielo.

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Denuncia. Thelma Fardin contó que fue violada a los 16 años. El Colectivo de Actrices Argentinas la acompañó. | cedoc

Corrupción. En la contratapa del sábado pasado, Jorge Fontevecchia establece una analogía entre los efectos de la denuncia a Juan Darthés y los del Cuadernogate: un cambio cultural. Quizás el nexo esté en la palabra "corrupción", que en su raíz latina deriva del verbo “rumpere” (hacer pedazos). Corromper equivale a echar a perder, pervertir, dañar.

La perversión, en los casos comparados por el periodista, no es solo material sino profundamente política, moral y simbólica: el daño se produce por un abuso de quien concentra el poder. Un poder que debería implicar responsabilidad, pero se usa para obtener ventajas individuales ilegítimas.

La oscuridad en la que ocurren estos hechos teje a su alrededor impunidad y así alienta la repetición y profundización del daño. Pero la sociedad toda es testigo pasivo cuando los advierte y naturaliza como algo inevitable. Y si no se concibe socialmente otra forma de poder que no sea abusivo, la defensa ante ese abuso recae sobre las víctimas. Es la adolescente, con sus escasos recursos de sociabilidad, quien debe poner freno al adulto abusador; es cada sujeto que pretende una interrelación con algún poder estatal o económico quien tiene que rechazar la extorsión.

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El cambio de época al que alude la columna de Fontevecchia consistiría en el estruendoso resquebrajamiento de este implícito. En el caso del Cuadernogate, por intervención de la Justicia. En el caso del #MiraComoNosPonemos por la reacción colectiva de las mujeres.

Thelma Fardín contó que fue violada a los 16 años. La Colectiva de Actrices Argentinas la acompañó

Sería un facilismo ligar la denuncia del colectivo de actrices con el #MeToo. Hay en nuestro país una larguísima presencia del feminismo, que como bien señala el autor recoge a la vez varias desigualdades de género y deudas de la democracia. El #MeToo, dice, “se circunscribe solo a la violencia sexual, porque el grado de desarrollo de igualdad de género allí es mayor que en Argentina”.

Coincido cuando señala entre las desigualdades la falta de acceso al aborto legal; y justamente el colectivo de actrices participó también de ese reclamo.

La visibilidad masiva de la demanda feminista es el fenómeno político del año: la impactante marcha #NiUnaMenos (que denuncia desde la violencia y los femicidios hasta la brecha salarial); los Encuentros Nacionales de Mujeres (el último se declaró Plurinacional y marchó por los travesticidios, ampliando a la vez el espacio político-cultural y de identidades); las jóvenes con sus estallidos en las redes denunciando los abusos en el mundo del rock, en las escuelas y en las universidades con el #NoNosCallamosMas; la sororidad (palabra que acaba de ser aceptada por la RAE) del #YoSiTeCreoHermana que marca el acompañamiento social del colectivo de mujeres a las denuncias de abuso. Pero el cambio cultural aún no se ha producido.

Si en el Juicio a las Juntas, el Lava Jato y el Cuadernogate la Justicia como poder del Estado propició el fin de la impunidad y la vigencia del Derecho, nada de esto ocurre por ahora con la violencia hacia las mujeres, aun en sus formas más extremas. Porque no son solo los responsables individuales los que deben ser identificados y castigados.

Debe temblar profundamente todo el sistema de violencia femicida sostenido por la cultura patriarcal; debe cesar el silencio social;  debe evaluarse con ética periodística un concepto de neutralidad que se restringe a darle tanta voz al torturador como a la víctima; deben juzgarse por fin (y no solo en los tribunales penales) como una sistemática violación a los derechos humanos las omisiones y cegueras selectivas del Estado en sus tres poderes.

Ese sería de verdad el #NuncaMas.

Todavía falta para el fin del patriarcado, pero algo está cambiando profundamente en Argentina. Algo que suena atronador: se está cayendo la mitad del cielo.