Probablemente esté dormido cuando las galeras entren a imprenta. Los diarios se cocinan de noche, los vuelos a los EE.UU., también. Entre los pocos que amanecen con el de ayer bajo el brazo están los que subieron a un avión en Bs. As. para desayunarse, digamos, en Nueva York. Los collas aseguran que el alma viaja más despacio que el avión y que se demora en llegar. Me cuesta creerle a los collas. En principio no tengo suficientes elementos al alcance para verificar la existencia del alma, tampoco su refutación. Quizá eso que llaman andar perdido por los aeropuertos tenga que ver con la faena de haber pernoctado en un tubo a doce mil metros de altura durante once horas junto a trescientos paisanos en franca comunión. Los viajes en avión son muy poco democráticos: el piloto no da conferencias de prensa. Durante la experiencia uno está sujeto a la arbitrariedad del comandante como si fuera un niño. Por momentos se me ocurre que la aeronavegación civil y el socialismo del siglo XXI tienen algo en común.
Al llegar a destino resulta inevitable reparar en los titulares de esa otra historia que hasta entonces sólo podía vislumbrarse en las internacionales en los diarios del punto de partida. De ahora en más las noticias del exterior son nacionales y la víspera queda sepultada en un aluvión de imágenes pavorosas. Con suerte, en ese momento aparece un familiar, tal vez una madre que ignore que en los EE.UU. el pasado domingo no fue Día del Niño. Durante los días que vendrán uno ha de transitar entre dos aguas, convencido de que el Limbo es donde se empiezan a vivir como propias las experiencias hasta entonces reservadas para otros. Viajar es también eso.
Días atrás escuché decir que a Moreno lo llamaban “Día del niño” porque caía en la segunda semana de agosto. Hasta donde he podido constatar el recaudador sigue impertérrito sembrando pánico entre los contribuyentes del reino y el chiste no fue mucho más que eso. También escuché decir que en los EE.UU. el común de la gente destina cuatro salarios al año para cumplir con sus obligaciones tributarias y que de resultar victorioso el morocho de Illinois, las mismas obligaciones requerirían de medio año de labor.
Los únicos privilegiados siguen siendo los niños, todos los demás deben esmerarse para alimentar la voracidad del Estado. Me pregunto en qué habrá pensado Fernández cuando dijo que no había derecho “a que esos que crecen y que pueden tener más riqueza no vean que dando un poquito ayudan a los que solitos no pueden salir de la pobreza”. Me irritan los diminutivos, son una tilinguería. Fernández, madre sustituta, supone que los pobres son niños y que deben ser apadrinados como huérfanos. El peronismo alcanzó a un estadio superior del paternalismo en la figura presidencial y desde allí Ella nos abraza, nos advierte, nos aconseja, nos alienta y nos quiere aunque nos portemos mal. Cristina es amor, es el camino y toda alternativa al plan de vuelo esconde intenciones golpistas. Se acaba de encender la señal que indica que deben ajustarse los cinturones de seguridad y cerrar el pico: la señora llama a conferencia de prensa y los periodistas tienen un solo tiro, si dan en el blanco no hay premio. Lo difícil es saber si se están dirigiendo a la autoridad política o eclesiástica de la Nación. América latina vive un nuevo fenómeno de integración entre la Iglesia del Progresismo y el Estado. Pío V condenó a Elizabeth por haber sustituido consejeros leales por hombres oscuros. Parece que Moreno no se va, Jaime tampoco. Falta una hora para el aterrizaje y no puedo hacer el click que me libre del fantasma kirchnerista. Quiero dejar de pensar en ella pero no puedo: Fernández es mi nueva obsesión, Su amor de madre-presidente me cobija y ampara de la oligarquía que se quiere quedar con todos nuestros juguetes. ¡Mala oligarquía!
Hace tres horas, cuando sobrevolaba Maracaibo pensé en lo que significa que una congregación-país asista a otra sin que ello implique intromisión alguna en los asuntos internos sino solidaridad entre pueblos, veamos: llega el hermano Chávez a brindar su apoyo a Fernández y ambos harán lo posible por llegar a Bolivia con el objeto de apuntalar al diácono natural del altiplano. Ellos representan al bien que deberá enfrentarse al mal de los golpistas agnósticos a punto de tomar el aeropuerto de Tarija para evitar la llegada de los misioneros. Turbulencia, detesto la turbulencia. ¿Va a desayunar?
Los padres de los países hermanos son nuestros tíos, lo que haría de Fernández una tía para los venezolanos, cosa que en España ya sabían desde hace rato. En América latina somos una gran familia en la que abundan los niños con más de una madre y algún que otro tío de esos que se meten donde no deben. El hermano Chávez me molesta.
Recuerdo un encuentro en el Sheraton de Pilar donde Fernández presentó a la candidata Michelle Bachelet como la futura presidenta de Chile. El comentario pareció inapropiado y supongo que Fernández debió haberse reservado la opinión. Algo parecido sucedió cuando las elecciones de los EE.UU. parecían dirimirse en Alemania. Como Kennedy en el ’63, Obama pensaba: “Ich bin ein Berliner”, aunque las elecciones del 4 de noviembre se decidan en Florida, no en Baviera. Fernández piensa en la conferencia de prensa que puede llegar a dar en el aeropuerto de Tarija frente a miles de niños collas, la postal resulta irremplazable: ¿Cómo se dirá “Ich bin ein Bolivian” en aymara?
La guardería está que arde. Para colmo ahora vuelven los ruskies a querer jugar en el arenero cubano (también conocido como la salita verde oliva). Pensándolo bien, no está tan mal que nos tiren un cable; después de todo, Fernández llamó “a tener la mano tendida, aun para aquellos que todavía no creen, tal vez porque no entiendan”. Se me ocurre que Fernández no entiende que el ámbito de las creencias y el de las convicciones debieran estar diferenciados. El comandante acaba de anunciar el inminente arribo a destino y quién soy yo para contrariarlo. La aeromoza retira el servicio. ¿Y si las azafatas representaran los legítimos derechos de los pasajeros? El avión no es un ámbito democrático.
En Buenos Aires hoy es domingo igual que acá. Se confunden los tantos, debe ser eso que llaman jet lag y el alma que no llega. Con un poco de suerte mañana será otro día y me sentiré bien sabiendo que habito en las páginas internacionales de ayer; que madre hay una sola y que Moreno, el monje negro de la reina Madre, goza de buena salud rodeado de juguetes confiscados.
*Escritor, cineasta.