Dice Cristina Kirchner que lo que quiere un conjunto maligno de “intereses financieros, económicos y mediáticos” cuya presunta existencia le molesta es un Gobierno “más light”, o sea, “más débil”. La Presidenta se equivoca. Si hay algo que preocupa a aquellos “intereses” que la desvelan, esto es precisamente la extrema debilidad del Gobierno que ella encabeza. Aún no se ha recuperado del mazazo que le propinó el campo y tal y como están las cosas no lo hará nunca.
Los más conscientes de esta realidad son los peronistas. Saben que el país acaba de experimentar un cambio climático y que a menos que se adapten a las nuevas circunstancias compartirán el destino de los dinosaurios. Sobrevivientes profesionales, en cuanto logren identificar al próximo caudillo no vacilarán en encolumnarse detrás de sus banderas. ¿Entienden la Presidenta y su consorte que la política nacional ha entrado en una etapa agitada en la que está gestándose un orden bastante distinto del que les permitió gozar de un lustro de poder casi hegemónico? Puede que sí, pero puesto que para ellos terquedad es sinónimo de fortaleza y, de todos modos, ya han agotado el contenido de su pequeña reserva de ideas clave, quedarán inmóviles donde están ahora mientras que el resto del país siga su camino, internándose cada vez más en el aún borroso mundo postkirchnerista en el que no habrá ningún lugar digno para el matrimonio antes todopoderoso.
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