Fueron cinco los dirigentes del fútbol argentino que en el histórico 22 de septiembre de 1994 oficializaron el ciclo de José Néstor Pekerman al frente de las selecciones juveniles: Pablo Abbatángelo (Boca), Héctor Gaudio (Vélez), Carlos Di Giácomi (Banfield), Norberto García Martín (Ferro Carril Oeste) y Enrique Merelas (El Porvenir).
Fue una verdadera revolución en materia de selecciones nacionales, algo extraño en una conducción de Julio Grondona. El Jefe es más bien conservador, de hacer las cosas con libreta de almacenero en mano, sin consultar demasiado. Esa vez, las cosas se hicieron como correspondía. Se evaluaron muchos proyectos y se eligió uno. Lo hizo una comisión que trabajó con sensatez, sin escuchar los apellidos de esas carpetas. Si uno se pone a pensar en los otros apellidos, el de Pekerman era el menos conocido. Los demás proyectos eran de entrenadores notables como Carlos Timoteo Griguol y la dupla Oscar López y Oscar Cavallero.
Otra de las cuestiones muy serias de este episodio fue la elección del ayudante. José Pekerman –de rica trayectoria en juveniles con Argentinos Juniors y Colo Colo– designó como compañero de ruta a Hugo Daniel Tocalli. Pekerman y Tocalli no se conocían. Pero José sabía del trabajo de Tocalli en las inferiores de Vélez. Fue toda una novedad. En los dos ciclos anteriores –Bilardo y Basile–, el DT de las selecciones juveniles había sido elegido por los técnicos de la mayor. Entonces, ambos cometieron el error de elegir amigos en vez de gente especializada en juveniles. Bilardo llevó a Pachamé y Basile a Mostaza Merlo. En los dos casos, las cosas no fueron bien. No sólo por los resultados, sino también por el trato ríspido que tanto Pachamé como Merlo tuvieron con los chicos. Pacha casi termina a los golpes con Islas y el Loco Enrique en la preparación para el Mundial Juvenil de 1983. A Mostaza, directamente, todo se le fue de las manos: el escándalo en el Mundial de Portugal 1991 fue de tal magnitud, que la Argentina fue inhabilitada para participar del Mundial siguiente, el de 1993.
Así, Grondona decidió independizar la Selección mayor de la juvenil. Daniel Passarella fue designado conductor del equipo principal y, paralelamente, Grondona informó que el criterio de elección del entrenador juvenil sería distinto.
El proyecto Pekerman fue un éxito. Antes de cumplir un año de gestión, el DT llevó al Sub 20 a ganar el Mundial de Qatar. Argentina no obtenía ese título desde 1979. De allí en más, se generó un círculo virtuoso que derivó en títulos y, sobre todo, en la formación de chicos que alimentan desde hace años nuestro fútbol, a muchos equipos del mundo y a la Selección mayor: Riquelme, Sorín, Aimar, Cambiasso, Samuel, Saviola, Ibagaza, Agüero, Messi, Tevez, Mauro Zárate. Las vueltas olímpicas llegaron como consecuencia de esa búsqueda permanente de la calidad y de esa calidad al servicio de una idea. Los Seleccionados juveniles, de la mano de Pekerman y sus colaboradores, ganaron los mundiales de 1995, 1997, 2001, 2005 y 2007. Debemos sumar aquí la obtención de los Sudamericanos Sub 20 de 1997, 1999 y 2003, el Torneo Esperanzas de Toulon de 1998, el Sudamericano Sub 17 de 2003 y los Juegos Panamericanos de 2003.
Este ciclo se terminó en 2007, pese a que en 2004 Pekerman se fue a la Selección mayor a cubrir el espacio que dejó vacante Marcelo Bielsa. Hugo Tocalli sucedió a José y se fue tras ganar el Mundial Sub 20 de Canadá. Grondona decidió darle el comando de las selecciones juveniles a Sergio Batista y José Luis Brown, representantes de la “Generación 86”. Ellos, libremente, designaron como colaboradores a Julio Olarticoechea, Oscar Garré y Walter Perazzo, que no jugó el Mundial, pero estuvo con Bilardo en Estudiantes 1982. A diferencia de lo que había pasado con Pekerman, no hubo carpetas, comisiones ni evaluaciones. Esta vez, todo lo decidió Julio Grondona. Checho se hizo cargo del primer obstáculo, que eran los Juego Olímpicos de Beijing, y se trajo la medalla dorada. Fue un espejismo, porque, de ahí en más, nada salió de acuerdo a lo planeado.
La Selección Sub 20 de Argentina, en 2009, quedó fuera del Mundial de Egipto por haber terminado última en la fase final del Sudamericano de Venezuela, tras perder tres partidos y empatar dos. Desde las entrañas del departamento de Selecciones Nacionales (conducido por Bilardo y Humbertito Grondona) esgrimieron como excusa que Huracán no prestó a Javier Pastore. Pobre como argumento. Ese mismo año, hubo otro golpazo de las selecciones juveniles. Oscar Garré –entrenador inexperto en el manejo de juveniles– dirigió al Sub 15 en el Sudamericano de Bolivia y no pasó la primera ronda. El Sub 17, en cambio, llegó a la final del Sudamericano, pero perdió con Brasil por penales.
En el casillero Sub 20 cayó Walter Perazzo, sin experiencia en juveniles. Tuvo algún momento de goce, pero nunca jugó bien y siempre padeció a los rivales. Argentina irá al Mundial de Colombia 2011, pero está con un pie afuera de los Juegos Olímpicos de Londres 2011 y esto es más grave de lo que parece.
Humbertito Grondona, el “dos” de Bilardo, dijo que “se acabó el glamour”. “Ahora es pico y pala y estoy contento y conforme porque el equipo va al Mundial”, sostuvo. Lástima. Todos creímos que este momento de alarmas prendidas en el fútbol formativo de la Argentina iba a encontrar algo más que al hijo del presidente de la AFA poniendo pueriles excusas y defendiéndose de un periodismo que no lo ataca.
Es una pena. Porque si admitiera los errores y si, en lugar de elegir gente “con afinidad”, eligiera gente “con experiencia”, tal vez las cosas irían mejor.
Es el futuro inmediato del fútbol argentino el que está en riesgo. Sería bueno que se enterasen de una vez.