El peronismo desató una disputa por el liderazgo. Y hasta tanto se resuelva, el resto de la Argentina política se sacudirá con el temblor de sus ondas expansivas. Las ansias de supervivencia activaron los reflejos en los jefes del PJ para que, cualquiera sea el resultado, el futuro no los encuentre en la inclemencia de la derrota. No sólo los aliados del kirchnerismo negocian secretamente el indulto de los eventuales ganadores. En las filas de Sergio Massa también trabajan frenéticamente por estos días para salvaguardarse del escarmiento. Sus intendentes temen perder la protección de la que gozan en sus comarcas. La prevención, por ejemplo, llevó a Dario Giustozzi, intendente de Almirante Brown y compañero de lista de Massa, a traer a su hermano Eduardo de Bariloche y ubicarlo en el primer lugar de la nómina de concejales. Almirante Brown es un ejemplo inusitado de las reacciones que motivan el enfrentamiento. No sólo se exportó a un familiar desde las orillas del Nahuel Huapi. Además, el sucesor oficial de Giustozzi en el municipio es Daniel Bollettieri, un aliado vinculado al gremio de empleados municipales que proviene de la UCR. Y el PJ local ya se sacude por la incomodidad que le genera aceptar a un jefe radical. En paralelo, Giustozzi enfrentó renuncias de funcionarios ligados a Daniel Scioli o al Gobierno nacional que lo abandonaron por su decisión de aliarse con Massa. Nombres ignotos para la mayoría pero que muestran un fenómeno que se reproduce con fuerza viral por la Provincia. Giustozzi no es el único que busca amurallar el municipio con familiares. El intendente de San Miguel, Joaquín de la Torre, impuso a un hermano en la lista. El intendente de Hurlingham, Luis Acuña, otro aliado de Massa, prefirió cuidarse la espalda con su hijo. Para Giustozzi, la repatriación de su hermano no es sólo un gesto de candor fraternal. Los negocios de Eduardo en los mercados inmobiliarios y de la construcción lo abrazan al intendente en otros ámbitos menos espirituales.