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Estadista o caprichoso (II)

Cultura o ideología

Macri, para ganarle definitivamente al peronismo, precisa pasar a ser parte de la cultura argentina, o sea: tener éxito

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Perón: famosa respuesta sobre la causa del regreso. | cedoc

Viene de ayer: "Estadista o caprichoso"

“El gobierno nacional ha insinuado –y algunos peronistas han consentido– que la reelección de Macri está asegurada y el peronismo haría un papel testimonial. Yo no estoy de acuerdo. Quiero decirle al peronismo que en Argentina hay un 2019”, declaró públicamente el gobernador de San Luis, Alberto Rodríguez Saá.

En privado la misma idea expone en el Senado el presidente del bloque peronista, Miguel Pichetto: “Macri no tiene la reelección asegurada”. Los peronistas empezaron a “oler sangre” en diciembre, a partir de la reforma previsional y la contraproducente represión el día que fracasó la primera votación. Después, cuando el Gobierno hizo una conferencia de prensa con el gabinete económico para anunciar lo que nadie precisaba que le informaran: que la inflación fue mayor que la esperada, generando inquietud con la devaluación del 10% en un mes y mayores expectativas de inflación futura. Para completarla con el affaire de la empleada en negro del ministro de Trabajo, además ñoqui en un sindicato intervenido por él mismo. Solo por esto último bajó seis puntos más la aprobación de Macri en enero.

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Pichetto o Rodríguez Saá podrían decir lo mismo que dijo Perón cuando le preguntaron: “General, ¿qué piensa hacer usted para volver al gobierno?”. Y él respondió: “Yo no haré nada, todo lo harán mis enemigos”. Pero tampoco deberían solazarse en aquella anécdota porque también Macri podría decir lo mismo del peronismo en las elecciones: Cristina Kirchner y la memoria de muchos de sus funcionarios hacen todo lo necesario para que Cambiemos consolide su gobierno.

El peronismo vuelve a creer en su futuro porque no ve a un Macri exitoso sino a una caricatura

La sangre que huelen los peronistas tiene que ver con que el presidente Macri está enojado e imaginan que su estado de ánimo es síntoma de su frustración con los avances y las evoluciones de sus reformas, además de sus pobres resultados. Los empresarios que frecuentan ministerios cuentan que la eficacia (éxito) esperada de un gobierno de CEOs no se confirma en la práctica. Que, al igual que con el kirchnerismo, todo se centraliza en la Casa Rosada. En el caso de Cambiemos, en cada ministerio están quienes detentan los cargos formalmente y los comisarios que responden a Jefatura de Gabinete. “Sin la firma de Lopetegui o Quintana nada se concreta, y ellos no dan abasto”. Agregan que, a diferencia del kirchnerismo, los funcionarios del actual gobierno son amables, reciben y responden que sí a todos, pero que después nada se concreta. Aunque son muy diferentes en las formas, el resultado no lo es.

El fracaso de la Argentina que la grieta refleja como mayor síntoma es que gobiernos de distintas ideologías no lograron tener éxito. Cada gobierno que llega atribuye el problema a la ideología de su predecesor, y la solución, al cambio de ideología. Pero el problema no es ideológico sino cultural.

Ideología no es lo mismo que cultura. Gran parte de lo que contiene cualquier cultura puede ser neutro ideológicamente, lo que no quita que pueda ser utilizado por la ideología. En el penúltimo libro de Terry Eagleton, Cultura, el crítico inglés se refiere a “la absoluta terquedad de la cultura: el hecho de que es más fácil mover montañas que erradicar el sexismo”. La cultura constituye una forma de color invisible que tiñe toda nuestra vida cotidiana. Es el “contexto no totalizable” por el que adquiere significado lo que hacemos y decimos. Ese contexto no totalizable está tan interiorizado que la gran mayoría de las veces no somos conscientes de él. Es omnipresente porque es una especie de ceguera de nosotros mismos.

También es el inconsciente político que opera en todos nuestros prejuicios y “nos proporciona interpretaciones de nuestros comportamientos”. La palabra “cultura” está emparentada con “agricultura”, que consiste en atender y nutrir; algo que se viene nutriendo por generaciones.

La cultura y la política no deben separarse ni fundirse. “Es necesario comprender las complejas relaciones que se establecen entre ellas –continúa Eagleton–, así como reconocer que no es una relación entre iguales: en último término, lo que predomina es la cultura”.

Para Edmund Burke, padre del liberalismo conservador de Inglaterra del siglo XVIII, “la cultura es más fundamental que el derecho y la justicia. Las naciones no están gobernadas principalmente por leyes y menos por la violencia. Son las maneras –o la cultura– lo que constituye la matriz de todo poder, compromiso, autoridad y legalidad. La cultura es el sedimento en que todo poder se asienta, (por eso) la política requiere un conocimiento profundo de la naturaleza humana y de las necesidades humanas. Lo que conocemos como cultura es la insondable especificidad de los asuntos humanos. Es esa intrincada trama de afinidades y prácticas lo que el poder no debe ignorar, so pena de ponerse en peligro”. Los hombres no están vinculados unos a otros por papeles y sellos. Lo que los conduce a asociarse son las semejanzas, las conformidades, las simpatías, la correspondencia entre las costumbres, los modales y los hábitos de vida, que por sí solos tienen más fuerza que los tratados. Son obligaciones “escritas en el corazón”.

El futuro de Macri depende del éxito que realmente obtenga y no de las promesas que siga haciendo

La cultura es una forma de inconsciente social, es la dimensión simbólica de la sociedad en su conjunto. Para el poeta T.S. Eliot, “es todo el modo de vida de un determinado pueblo reunido en un mismo sitio, del nacimiento a la tumba, desde la mañana a la noche e incluso durante el sueño”.

Y concluye Eagleton en Cultura: “La historia la hacen más los poetas que los políticos”. Por eso no tienen éxito en política personalidades simples, solo racionales. El último político que tuvo éxito en Argentina fue Perón. De allí la longevidad de sus seguidores.

Macri, para ganarle definitivamente al peronismo, precisa pasar a ser parte de la cultura argentina, o sea: tener éxito. Fue elegido porque los triunfos de su familia en los negocios y el suyo en Boca son un significante de éxito. Pero ya no se trata de traer CEOs que sean significantes de éxito (“el mejor equipo de la historia”) sino de conseguir el éxito de verdad.