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Estadisticas

De explotados y explosiones

Las cosas que crecen demasiado (y demasiado rápidamente) suelen ser alarmantes. Cuando una era chica, eso de ver al papá o al tío Roberto inflando un globo daba miedo y con razón, porque de vez en cuando ¡pum! el globo reventaba y el ruido no por esperado era más bienvenido.

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Las cosas que crecen demasiado (y demasiado rápidamente) suelen ser alarmantes. Cuando una era chica, eso de ver al papá o al tío Roberto inflando un globo daba miedo y con razón, porque de vez en cuando ¡pum! el globo reventaba y el ruido no por esperado era más bienvenido. Después vinieron otras cosas como los volcanes, que ya se sabe que son traicioneros y si no acordémonos de Pompeya y del pobre perro y el pobre esclavo fosilizados. Y los zeppelines, ay. Y las estadísticas, ay ay. ¿Qué no? Veamos que la obesidad cunde y nos dicen que el no sé cuánto por ciento de la población joven tiene sobrepeso. Allí nos invade el miedo a la explosión de los números y hasta a la explosión de quienes pesan ciento cincuenta, doscientos y más kilos. Explosiones por partida doble: quienes figuran en los números que explotan y quienes explotan porque ya la piel, como en los globos de la infancia, no puede estirarse más.

Las estadísticas son un poco más tranquilizadoras porque finalmente, ¿qué quiere decir doce coma nueve por ciento? Puede una deslizarse por la superficie de los números y quedarse después muy tranquila porque no hay ahí nada que pueda explotar, y además una puede ponerse cínica y decir que no se la cree. ¿Quién va a creer, por ejemplo, que la inflación ha alcanzado los niveles del orden del treinta por ciento? ¿No ven que el INDEC dice que vamos por el cero coma cuatro por ciento? No nos van a andar mintiendo esos señores que seguro que saben tanto de calcular cuánto subió el aceite, la cera en pasta, las costeletas con lomo y los fideos frescos y a los que nadie pero nadie puede andar apretando para que digan cosas que no son de veras. Cero coma cuatro, queridos míos. Y en eso, confesémoslo, no hay peligro alguno de explosión, reventón, estallido o arrebato. El cero finalmente es un redondelito amable que a la izquierda queda monísimo y no le hace mal a nadie. De modo que quédense tranquilos: no va a haber explosión. Tal vez sí un desinflamiento y perdonen el neologismo, pero eso ya es otra historia y queda un poco más allá, unos meses más allá primero y unos años más allá después.